"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


miércoles, 22 de julio de 2009

Obsesiones I

“Doctor, doctor won’t you
please prescribe me something”
Don’t let me get me - P!nk

Doctor, doctor: Anoche soñé con caballos de corduroy, terciopelo y gamuza. Llevaban botones rojos por ojos. Doctor, no me explico cómo era posible su parpadeo ¡si no tenían ojal! ¡¡¡No tenían ojal!!!

Doctor, doctor: Intenté dormir nuevamente, pero no lo conseguí. El ruido de mi pelo contra la almohada me hace pensar que llevo crispetas en la cabeza y que se las comen en medio de una película muy triste los caballos de corduroy, terciopelo y gamuza, que llevan botones por ojos y parpadean sin ojal.

sábado, 11 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte V)

CREDITOS FINALES: EL POSTRE
Como comerse al muchacho... y no morir de indigestión.


“-“En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús para preguntarle: “¿Y quién es mayor en el reino de los cielos?”. Y llamando junto a si a un niño, lo puso delante de ellos y dijo…”

¿Y este de donde sacaría que Jorgito era un niño? Si lo hubiera visto con su penecito tieso, buscando afanosamente meterlo entre mis piernas. Si supiera que la razón para colgarse fue esta carne vestida de luto, este par de tetas que comienzan a hacer caso omiso del sostén, esta piel asesina y mis besos, que en lugar de enamorar, envenenan, como la mordedura de la serpiente más brava.

(…)

-“Y quien acoge en mi nombre a un niño como este, es a mí a quien acoge”.

Y dale con el niño. Como si estos no supieran de niños, si es lo único que comen. Ellos y yo comemos niños, no como en los cuentos de hadas con tenedor y cuchillo, no, los comemos como nos comemos los adultos, con el puñal y la guillotina que nos pusieron abajo, con maldad y alevosía, que después llamamos amor. Que confundidos estamos los humanos. Nos sabemos que nos estamos destruyendo con el bendito tema del amor, con sus falsas reglas, con sus expectativas. No, no creo estar tan loca si puedo ver lo que nadie ve. Tal vez soy como Román: Otro gato en la oscuridad”
Mala Noche – Jorge Franco

Hay que ser valiente para entregarse al amor de los muchachos. Y no lo digo porque sea un amor peligroso o salvaje, sino que toca desenvolverse en terrenos expuestos al ojo malevo de las vecinas camanduleras y los machos de escopeta, para quienes besar a un muchacho se ha convertido en un atropello a las ‘designaciones divinas’ y la virilidad.

Si bien he criticado los condicionamientos a la sexualidad, son evidentes las preferencias que cada quien pueda tener. Cuestión de sazón, de gusto, ya lo dije. Pero esta fijación, por más que insistan en encontrar sus orígenes, no se debe a un error ni a una mala decisión; comenzando porque es una decisión que nadie recuerda haber tomado, ¿o alguien se acuerda cuándo decidió si enamorarse de una Viviana o de un Manuel?

“Dios, ¿en donde tienen el veneno los muchachos?” Pregunta Fernando Molano, me pregunto yo. Porque morder a un muchacho es una labor de alto riesgo. Se carga con tanto apodo; las identidades y las condiciones a veces pesan. Además de las lecciones apostólicas y los sermones maternos que retumban en la cabeza con sólo tocarle la mano a un muchacho.

Así que pienso que la única manera de desear o amar a un muchacho -o muchacha- sin culpas ni latigazos porque sea mal visto o ‘indebido’, es comprarse un perchero para prejuicios, un cartelito en la puerta para advertir a los evangelistas y sacarse a si mismo del armario –tanto encierro no es bueno-. A veces pienso que la mejor y más básica forma de medir el bien y el mal es por el placer y el dolor o el número de muertes que se puedan provocar; y hasta donde recuerdo no he matado a nadie. Que no suene a hedonismo, aunque en el fondo guarde el olor, pero, como diría Janis Joplin refiriéndose a las drogas, y yo refiriéndome a los muchachos: “Lo que te hace sentir bien no te puede causar ningún daño”.

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte IV)

MEDIO ROJO, TRES CUARTOS O BIEN COCIDO
La carne, carne será.


“Los vicios de sexo, no son vicios”
Joaquín Sabina


Tras haber definido Orientación e Identidad sexual y de género y todas sus diversificaciones, doy ahora mi diatriba con aires de utopía, escandalosa quizás para los defensores de las ‘buenas costumbres’ que aún no han colgado sus obsesiones en el PERCHERO, y que siguen leyendo porque, como dice Millôr Fernandes: "Pornografía es todo aquello que excita a los moralistas".

Mi sermón va para los dos bandos en disputa, por un lado los reaccionarios contra las manifestaciones de la sexualidad, por otro a los defensores acérrimos de la diversidad.

Un día escuché a alguien decir, no recuerdo quien, una frase que se quedó en mi memoria y que está en mi colección de frases celebres: “La naturaleza no se desvía, se diversifica”. Siendo así, como las raíces de un árbol que cada año tiene más, la sexualidad, apéndice de la naturaleza, también se expande como dicen que lo hace el universo. Ella agrandándose y nosotros conteniéndola, dividiéndola, partiéndola y reprimiéndola. Un día de estos, el universo va a estallar de tanta sexualidad y no habrá rincón en donde esconderla.

Decía entonces que estoy en desacuerdo con los fanáticos de lado y lado. Los que la quieren reducir a su mínima expresión, con sus ajados y desvencijados pretextos por defender ‘la sagrada institución de la familia’, y los que por defenderla, terminan definiéndola y redefiniéndola, tratando de contenerla en frascos diferentes.

Pienso en el humano y su complejidad, y más que en el humano en la naturaleza en general. "Llamamos perversa a una práctica sexual cuando se ha renunciado a la meta de la reproducción y se persigue la ganancia del placer como meta autónoma", dice Freud. Castigamos con amenaza de iniciar cruzadas y escalfar a los indecentes, sólo por apelar a su derecho al libre goce.

Antinatural es la primera palabra que aparece en el diccionario de los que se alborotan ante el vocablo homoerotismo. Antinatural y contra la voluntad de Dios todo poderoso. A lo de antinatural tengo una respuesta sencilla: científicamente comprobado que los delfines tienen sexo por placer y que en más de mil especies animales se han encontrado comportamientos homosexuales. Para el segundo argumento, el de la voluntad de Dios, me gustaría que el escrito de José Saramago, El Factor Dios, fuera masivamente leído.

En 2004 una noticia recorrió la internet, invadió la blogósfera y páginas dedicadas a la comunidad LGBT; dos pingüinos del zoológico de New York, Roy y Silo, habían seguido el ritual de apareamiento normal en estos animales. Lo particular de la historia es que eran dos pingüinos macho. Reunían piedras para similar huevos y los empollaban como lo hacen todos los pingüinos. Un celador, al ver esto, tomó un huevo abandonado del que salió Tango. Algunos opinaron que este comportamiento al igual que el infanticidio, era común en el reino animal y no por eso deseable en los humanos. Otros apreciaron la noticia como muestra de la sexualidad dentro de los animales, que no tiene como fin único la reproducción.

Si bien es cierto que nadie desea que se maten niños porque tenemos la capacidad de razonar y pensar que son criaturas indefensas, tampoco se puede comparar un infanticidio con un acto homosexual. Siempre debe haber límites, una normatividad más de convivencia que de restricción. Un acto sexual, siempre que sea acordado por las partes y disfrutado por ambas, será tan permisible como que un suicida renuncie a su vida –guardando diferencias-.

Ahora hablaba de mi planteamiento utópico, porque aunque a veces me parece que vamos en esa dirección, siento que nos faltan terrenos por dejar atrás, y más percheros para colgar las condiciones que se nos van pegando en el camino. Pienso que una sexualidad responsable, concibiéndonos como sujetos con responsabilidad social, y con el respeto, la libertad y la admiración que merecen las obras de arte y el sexo, sería el clímax al que podemos esperar llegar. No hablo de un mundo donde en la calle, en los postes y en las aceras se vean personas copulando, ni de un Jardín de las Delicias como el cuadro de Bosch. Hablo de la eliminación de barreras en el sexo, una liberalización sexual, y una quema masiva de los condicionamientos.

El sexo, lo decía, debe ser un acuerdo. Por esto no defiendo prácticas como la zoofilia ni la pedofilia, o los accesos carnales violentos. No hay un acuerdo justo, las partes no están en iguales circunstancias.

Doy por terminada mi perorata contra los mutiladores de la sexualidad. Ahora la inicio contra los del otro lado.

LGBT, son las siglas con las que se suelen clasificarse las manifestaciones sexuales diferentes a la heterosexualidad. Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero. Pero esta clasificación se queda corta para las variantes y las mixturas que puede presentar el universo del Eros. Aparece entonces una discusión que obliga a la adición de nuevas siglas al término original y a reformar muchas de las clasificaciones preestablecidas. Surgen variantes como los Queer, Usure o inseguros-indefinidos, Aliados o heterosexuales “entendidos”-“gayfriendly”, Intersexuales, y hasta los Fetiche. Pido disculpas a quien se sienta discriminado, si la sigla con la que se identifica se me ha pasado por alto.

Con tanta diversidad, no alcanzarían las letras y sería tan engorroso como nombrarlos uno a uno en una nota breve de trescientas palabras. Pero hay quienes insisten en encontrar nuevos nombres, nuevas ramas y nuevas siglas para nombrar lo innombrable. Entonces, se encuentran artículos noticiosos que no se ponen deacuerdo si la G debe estar antes que la L, o si colocar las tres T para cada uno de los Trans; otros añaden una Q para no olvidar a los ‘raritos’ o la H o la S, porque no se debe discriminar a los heterosexuales o straights.

El Sociólogo, filósofo, educador, investigador, activista, entre otros títulos, Manuel Antonio Velandia, escribe en un correo a varios de sus lectores, refiriéndose a las diferentes marchas de la comunidad LGBT: “Si los establecimientos se llaman de “homosocialización”, debe ser porque no atienden lesbianas, ni bisexuales, ni transexuales, ni travestis, ni transformistas, ni intersexuales, y mucho menos queers y tampoco aceptan heterosexuales o aquellos que no son homosexuales sino gay, maricas, maricones, loquitas, etc”.

A mi parecer, sería molesto -pido disculpas si me equivoco-, decir algo así como: los establecimientos de lesbo-gay-bis-trans-drag-queer-inter-hetero…-socialización. Y no quiero decir que no debemos llamar las cosas por su nombre, pero con lo que disido, es con esa costumbre de especificar, clasificar, particularizar, con una asepsia de cirujano; cometiendo el error que he repetido durante el texto: la mutilación y especificación de la sexualidad.

No voy a entrar en el área del llamado Análisis Crítico de Discurso, pero a veces al defender tan fanáticamente algo, se termina por agredirlo. Eso es lo que sucede con la diversidad y la diferencia, pedimos respeto e igualdad, que se nos trate igual pero seguimos creyéndonos los diferentes. Ojalá comprendiéramos que las identidades y las orientaciones son una prenda más a vestir. Hoy puedo querer llevar una camisa y un jean, mañana quizá quiera usar corbata o una peluca roja, rímel en los ojos y carmesí en los labios. Si comprendiéramos la sexualidad como un accesorio más en el perchero, podríamos combinarla y, quien sabe, hasta algunos muertos podríamos evitar.

Ser o estar, que dilema más utilizado, tan eterno, nadie se ha decidido. Pero, para cerrar este escrito, diré que el Ser crea cierta condición: SOY HETEROSEXUAL, y tremendo problema si cambias de opinión. Pienso entonces que sería correcto utilizar el Estar, sonaría como: Hoy ESTOY COMO GAY, y no habría inconveniente si al día siguiente te despiertas diferente.

Por eso hoy Estoy, mañana “ya veremos” me dice la parca al oído...

jueves, 9 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte III)

CORTAR EN RODAJAS, JULIANAS O BASTONES.
La comida entra por los ojos… porque la forma lleva el sabor.


"El amor de los jóvenes no está en el corazón, sino en los ojos"
William Shakespeare


La Organización Panamericana de Salud (OPS), define sexualidad de manera general, como: “una dimensión fundamental del hecho de ser un ser humano. Basada en el sexo, incluye al género, las identidades de sexo y género, la orientación sexual, el erotismo, la vinculación afectiva y el amor, y la reproducción”. (Negrilla mía)

Tenemos aquí otros tres conceptos que utilizaré a través del texto:

Género es “la suma de valores, actitudes, papeles, prácticas o características culturales basadas en el sexo. El género, tal como ha existido de manera histórica, transculturalmente y en las sociedades contemporáneas, refleja y perpetúa las relaciones particulares de poder entre el hombre y la mujer”

Las Identidades de sexo y género, entendámoslas como “el grado en que cada persona se identifica como masculina o femenina o alguna combinación de ambos. Es el marco de referencia interno, construido a través del tiempo, que permite a los individuos organizar un autoconcepto y a comportarse socialmente en relación a la percepción de su propio sexo y género”.

La orientación sexual es “la organización específica del erotismo y/o el vínculo emocional de un individuo en relación al género de la pareja involucrada en la actividad sexual”.

A partir de los dos conceptos principales de Orientación Sexual e Identidad de Género, aparecen las particularidades dentro de la sexualidad, las mismas que quiero cuestionar y que forman lo que comúnmente se denomina como Diversidad Sexual. Desde la Identidad de Género, la sexualidad es bastante compleja porque existen dos géneros dominantes: Hombre y Mujer (Los Macho y Hembra de los humanos).

Dentro de la Orientación Sexual encontramos mayores ramificaciones, principalmente: Los Homosexuales (Gays y Lesbianas), los Bisexuales y los Heterosexuales. Aparecen también otras orientaciones menos mencionadas como los Pansexuales, los Polisexuales y los Asexuales.

Entro a precisar brevemente cada una, haciendo uso de las definiciones utilizadas en la campaña ‘Nuestra Ciudad Convive con la Diversidad Sexual’ de la Alcaldía de Medellín, creada durante la dirección de Sergio Fajardo (Pansexuales y Asexuales no están dentro de la campaña. Negrilla mía):

Homosexual:
Gay: ‘Hombre que es Hombre y le gustan los Hombres’.
Lesbiana: ‘Mujer que es Mujer y le gustan las Mujeres’.

Bisexual: ‘Hombre o Mujer, que tienen muy claro que le gustan los Hombres y las Mujeres’.

Heterosexual: ‘Hombre o Mujer, que le atrae el Sexo Opuesto’.

Pansexuales y Polisexuales: Personas cuya orientación sexual no está dirigida hacia un determinado objeto sexual u amoroso, sino que pueden tener fijación hacia hombres, mujeres y personas con identidad sexual ambigua o diferente a la de su sexo original. El prefijo Pan se traduce del griego como Todo, y el prefijo Poli como Varios; aquí radica la diferencia entre el grupo Pansexual y el Polisexual, mientras los Pan dirigen su orientación sexual hacia el todo, los Poli lo delimitan a algunos objetos sexuales y/u afectivos.

Asexuales: Es la falta de orientación sexual, personas que generalmente no tienen un objeto sexual ni amoroso, no requieren de él.

Anteriormente mencioné la complejidad de la sexualidad dentro de la identidad de género, por la dominancia socio-cultural a través de la historia de las figuras de Hombre y Mujer. Quise resaltar en negrilla en las definiciones anteriores estas dos figuras, porque es importante aclarar que la orientación sexual –en la mayoría de los casos-, es independiente a la identidad de género. Un Homosexual se identifica con el sexo al que pertenece originalmente –repito, por lo general-, pero sabe que su afinidad erótica y afectiva es diferente a la dominante o común heterosexualidad. Pero la identidad de género tiene que ver más con el sujeto mismo que con el objeto amoroso y erótico.

Otro abanico se extiende dentro del concepto de Identidad Sexual, apareciendo particularidades como el grupo Transgénero o Trans: Travestis, transexuales, transformistas principalmente; aunque también se puede hablar de otras ramificaciones como los andróginos, el genderqueer o intergénero, los Drag Queen/King, entre otros.

Defino ahora los tres principales del grupo Trans:

Travesti: Persona que identificándose o no con su género original, asume la identidad del opuesto valiéndose de prendas y maneras.

Transexual: Persona que está disconforme con su género original y por ello modifica características sexuales.

Transformista: Persona que en ocasiones asume formas culturales pertenecientes al sexo opuesto (prendas, maquillaje, accesorios, etc.).

Puse en negrilla la palabra Persona, porque me parece importante, abrir un paréntesis: (hago un llamado al mundo por el respeto. Hablo de respeto y no de tolerancia, porque la tolerancia me rima con el aguante, y siempre he creído que nadie debe aguantar a nadie. Respeto, pido respeto, que los prejuicios sean colgados también en el PERCHERO; o mejor, póngalos al horno a máxima temperatura). Gracias y disculpe las molestias señor o señora lector o lectora, o entre otros.

Ahora, hay quienes afirman que la identidad de género y la orientación sexual son vivencias ligadas, quizá dependientes, algo que en muchos, me atrevo a aseverar que muchísimos o la mayoría de los casos, no se cumple. El antropólogo José Fernando Serrano, en su texto Entre Negación y Reconocimiento. Estudios sobre “Homosexualidad” en Colombia, afirma que la homosexualidad “se vive desde el rol de género”, explicando cómo en distintas regiones del país la homosexualidad masculina es comparada con las relaciones heterosexuales, tratando de definir bajo los mismos esquemas la una y la otra. Un error garrafal, pues son dos vivencias si no opuestas, por lo menos diferentes.

En el texto, Serrano dice: “el cacorro –hombre que penetra a otro- y el marica –el penetrado; los diferencia el que mientras el primero no pierde su condición masculina el segundo sí, pues la penetración lo feminiza y lo hace “el homosexual””. Luego explica como esta idea afecta incluso el interior de los grupos homosexuales, donde aparecen categorías como el activo y el pasivo. Insisto, es un error enorme tratar de leer los dos grupos –homosexual y heterosexual-, con los mismos esquemas. Mostraré otra cita de Serrano y luego expondré mi punto de vista a su afirmación de la vivencia homosexual desde el rol de género.

Basado en la ponencia de la feminista mexicana Marta Lamas, durante el VII congreso Colombiano de Sexología, Serrano asegura que “la homosexualidad, en sus diversas expresiones, se vive en estrecha relación con el rol de género y con toda la lógica que éste implica como categoría de construcción social. Si entendemos el género como la “representación cultural de la diferencia sexual””.

Aquí viene mi punto: Si la definición de Gay es: hombre que es hombre y le gustan los hombres, y dijéramos que la homosexualidad se vive de la mano con la identidad de género, y pusiéramos que un hombre es la parte femenina y el otro la masculina de la relación, no estaríamos hablando de una autentica relación homosexual, pues uno de los hombres no encajaría dentro del rol masculino, sino que seguiría siendo –en esencia-, una relación heterosexual –femenino+masculino-.

El hecho de que en la vivencia sexual de una pareja homosexual existan prácticas como la penetración –algo que depende de cada pareja y sus gustos, no es algo que practiquen todos los homosexuales-, no da pie para intentar encajar a alguno de los dos dentro de un rol. Si bien, anatómicamente la mujer es la penetrada y el hombre el macho que domina y penetra, no es justo decir que porque entre dos hombres se dé de manera similar, uno de los dos es menos ‘macho’ o pierde su condición de hombre. El paradigma de que dentro de una relación homosexual hay uno que cede su masculinidad y entra a jugar en el papel de ‘hembra’, debe ser abolido. Lo mismo aplica para las lesbianas. Insisto, no podemos seguir leyendo, con los mismos modelos, vivencias diferentes.

Apunto también, pero sin desviarme del tema, en lo absurdo de esa condición pasiva que recae sobre el género femenino. Y digo entonces que si leyera mi vivencia familiar con el esquema de Hombre-dominante y Mujer-dominada, lo que sucede en mi caso es aún más particular. Mamá vendría siendo mi padre y viceversa; ella maneja las cuentas, el dinero, toma las decisiones importantes –papá es un tanto miedoso para los cambios por lo que mamá siempre da el primer paso-, y la primera en opinar siempre es ella. Debo también decir que no es el único caso, y no por eso mi orientación sexual es diferente, ni porque tuve una infancia difícil, tampoco algún familiar me maltrató; muchos de mis amigos que se autodefinen como heterosexuales son ‘manejados’ por esas Hembras-dominantes del nuevo siglo; por lo que la monarquía masculina, el reinado de la testosterona debe quedar atrás y dar paso al tiempo del hombro a hombro.

Debo exponer también, como la identidad de género no está necesariamente ligada a la orientación sexual. Tomo entonces el ejemplo de un travesti y refresco la idea que lo define: Persona que identificándose o no con su género original, asume la identidad del opuesto valiéndose de prendas y maneras. Según la afirmación de que la homosexualidad está ligada a la identidad de género e invirtiendo la idea, tendríamos que decir que una persona que se identifica con el género opuesto a su original debe sentir atracción por personas del sexo opuesto al de su identidad. En palabras entendibles: Un hombre que se viste de mujer porque se identifica con ese género, debería sentirse atraído por los hombres; en conclusión, sería un hombre homosexual con prendas de mujer. Lo anterior es algo que no aplica para todos, lo que obliga a acabar también con el imaginario de que todo travesti es homosexual. Se me viene a la mente la película Todo Sobre Mi Madre de Pedro Almodovar. Sí, hay travestis heterosexuales, bisexuales, entre otras orientaciones; lo que demuestra que ni la identidad de género ni la orientación sexual están supeditadas una por la otra.

martes, 7 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte II)

SALTEAR, FREIR U HORNEAR
Al Baño con María o sofreído en las duchas con algún muchacho… Sexualidad, cuestión de condimentos.


“La sexualidad es tan insondable como el más allá”
Melodrama – Jorge Franco


La sexualidad y la muerte, Eros y Thanatos, placer y dolor… No rosaré los terrenos del psicoanálisis y pecar de ignorante, pero comienzo mis diatribas disfrazadas de ensayo con esta idea de dos cabezas. El sexo y la muerte, placer y dolor, “tanto tango, tanto dolor”, “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin, andar sin pensamiento; me gusta el tango”, dice la muerte en el Lado Oscuro del Corazón II.

Insondable, inescrutable, indescifrable, incognoscible…, me atrevo a decir también que la sexualidad es indefinible, inclasificable. No me es posible concebir al ser humano sin sus dos condiciones fundamentales: Sexualidad y Mortalidad. El arma para construir y prolongar la existencia es el sexo, y en respuesta, para mantener un equilibrio y dinamizar la vida está la muerte, la destrucción. Dos pulsiones, como diría cualquier psicoanalista, por las que el ser se mueve, de lo contrario vendríamos siendo lo mismo o poco menos que una piedra.

A esto reduzco entonces al ser humano: sexo y muerte. En las simples ventas de los periódicos se puede comprobar cómo respondemos a estas dos ideas, por eso la crónica roja, el sensacionalismo y el amarillismo, los cadáveres expuestos en primera página y una contraportada de senos prominentes, venden más que el hambre en algún lejano continente y la noticia de otro extrajudicial más –a menos que se adjunten fotos de cuerpos famélicos y torturados-.

Escribiré aquí la palabra perchero: PERCHERO. En mayúscula, así será lo bastante grande para colgar el resto de prendas que le pueda quitar al humano: cuelgo la moral, los tratados de ética, los libros sagrados, los ismos, las doctrinas y los dogmas; ojalá pudiera colgar también en lo más alto la psiquis, la mente, los monólogos internos; pero dejaría demasiado desnudo al hombre. Nada estorbará entonces, he talado el pedestal donde está montada la humanidad. Ya, sin tanto adorno es más fácil comprenderlo todo.

Sin todos esos atavíos, seguimos siendo sexo y muerte. Planteo entonces el punto central por el que escribo todo esto: Si la sexualidad es tan insondable, inclasificable como la muerte; ¿por qué insistimos en tratar de entenderla, especificarla, dividirla y hasta polarizarla, dándole mayor o menor validez a ciertas expresiones que la contienen?

Los gustos eróticos y las afinidades afectivas son una cuestión de condimentos. Digo esto y pienso que es lo mismo preparar distintos platos con iguales ingredientes, a ir a la cama sin distinciones o condiciones, pero con iguales sentimientos. Recuerdo mi primer amor… mis dos primeros amores debería decir, porque me es imposible colocar a uno antes que el otro: Viviana, era una nenita de labiecitos gruesos, ojitos de pez globo, ojeras color remolacha, con un olor dulzón, una carita sacarosa, dulcificada con mocos chillones, unas pestañas de vaca y cachetes de fresa. La confusión vino cuando, casi al mismo tiempo, me enamoré de Manuel, con sus labiecitos delgaditos, ojos de tortuga, ojeras berenjena, con un olor brusco, una carita angulosa, una cortadita en la ceja izquierda…, los veía y puedo jurar que las rodillas hacían el mismo sonido que los dientes cuando hace frio. Una mezcolanza de bichos me inundaban el estomago y un sudor frio las manos. Ambos me gustaban por razones diferentes, cuestión de sazón, supongo.

Era lo uno o lo otro, y debía ser más la una que él otro, me recordaban en todas partes. En un colegio católico, donde está mal visto no ser otra oveja más del rebaño, yo opté por ser de las negras por las que el arte de la escultura, según Augusto Monterroso, ha progresado (Léase La Oveja Negra – Augusto Monterroso). Entonces allí estaba yo, con Manuel, dentro de un confesionario y muriéndome del miedo por lo que estaba sintiendo. Él jamás lo supo, seguro lo sospechó, pero nunca se lo dije... a Viviana tampoco.

Un tiempo después y gracias a mi madre, estaría sentado en algo menos que un diván, en una oficina empapelada con libros de Lacan y Freud, y frente a mí, con los pelos desparpajados, una mujer diciéndome: ‘¿Sabés cuál es el problema de la humanidad?: El Con-di-ciona-miento’. Y me dije: Sí, el problema de la humanidad no es más que eso, esa maldita costumbre de andar por ahí encasillándolo todo: Que los Judios, los Cristianos, los Negros, los Blancos, el Futbol, que Stalin y Musolini, que el norte y el sur, que el rojo es rojo y el negro la nada…

Gracias a las condiciones, en especial las sexuales, es que escribo este texto. Nací enredado y la sociedad no ha podido desenmarañarme. ‘Unos dicen que aquí otros dicen que allá’ y yo, pues… debo partirme en dos.

lunes, 6 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte I)

“La sexualidad es tan insondable como el más allá”
Melodrama – Jorge Franco.


Este escrito hace parte de un ensayo en proceso sobre lo absurdo que puede ser encasillar la sexualidad, dividirla y polarizarla; dándole mayor o menor valides a algunas de sus manifestaciones. Esta es sólo la introducción al texto completo que aún no he terminado. Posiblemente lo vean fragmentado en el blog en unos días. Si desean una copia completa en cuanto esté terminado, con gusto se los enviaré. Pueden dejar sus correos electrónicos en la caja de chat, en un comentario o enviándome un correo electrónico. Espero lo disfruten y si tienen algo que comentar, añadir u opinar estaré agradecido. La primera parte -en comillas-, es un fragmento del libro Un Beso de Dick de Fernando Molano.


ENTREMÉS
Sobre lo que es estar con un muchacho… y media sociedad en la cama.


(…)
-Es que no se puede ser feliz con quien no se debe.
-¿Pero por… por qué no se debe, pá?
-¡Porque todo tiene un orden, Felipe!... Un pájaro no se puede enamorar de un gato: ¿cómo puede ser feliz con un gato?

¿Un pájaro?: ¡por Dios!
-…
-…
-Los pájaros no son felices ni tristes. Sólo son pájaros.
-Eso no es lo que cuenta… Él puede creer que es feliz y estar equivocado, ¿no ha pensado en eso?
-¿Y…?- maldición: ¿por qué tendría yo que pensar en eso?
-Puede estar equivocado y no darse cuenta, Felipe. Él es muy joven y puede no darse cuenta.

Sí, claro: es tan jovencito que ni siquiera ha aprendido a caminar… ¡Y por eso se la pasa en cuatro: me da risa!
-…
-Vea, Felipe: a su edad hay cosas que todavía no se pueden entender. Y a su edad se es muy ingenuo, y este mundo está lleno de gente depravada que se aprovecha de eso para hacer daño…

¿’Gente depravada’? ¡Maldición!: ¿Leonardo?, ¡¿está hablando de Leonardo?!... ¡Dios mío!...
-…

Ah, es mejor callarse, Felipe…
-Nadie le está diciendo a ese muchacho que no sea feliz- ‘a ese muchacho’: por qué no le ponemos nombre de una vez a ese muchacho-… Él puede ser feliz todo lo que quiera, Felipe; pero no haciendo daño…
-…
-…
-Él no le está haciendo daño a nadie. El no está haciendo nada malo. Yo sólo sé que se enamoró.
-¡Por Dios!
-Pero, pá, ¿cómo puede hacerle daño a nadie, si sólo se ha enamorado? Yo no entiendo, pá.
-¡Hay mil cosas que usted no entiende!

Maldición: ¿por qué tiene que gritar?
-…
-A su edad no se puede entender… Además, uno no se enamora a esa edad: enamorarse es algo serio.
-Pero usted y má…
-¡Sí, ya sé! Pero es distinto. Además, teníamos veinte años cuando nos casamos.

¡Casarse!: qué chiste…
-Ustedes eran novios desde niños…
-¡Es distinto, Felipe: entiendalo! Gabriela y yo… Yo podía amarla a ella porque… ¡porque es natural! Pero… ¡Dios!... ¡¿Usted sabe de quién se enamoró ese muchacho?!

¿Pero por qué tiene que gritar, pá?... Ya no grite más-ya no grite más…
-…
-¿Usted se ha puesto a pensar en eso, Felipe?
-…
-¿Usted sabe…?
-…
-¿Usted-sabe-de quién-se enamoró él?
-…
-…
-…
-…
-Él no se enamoró de un gato.

Un Beso de Dick - Fernando Molano

¿De un gato?, si me hubiese enamorado de un gato no habría tanto problema. Pero como me enamoré de un muchacho, el cuento fue otro.

Sodomita, enfermo, aberrado, pervertido, desviado, invertido, amanerado, torcido, raro, anormal, degradado, de ambiente, del otro lado/bando/equipo -para otros disfemismos consultar foros virtuales de grupos cristianos o el diccionario de la Iglesia Bautista de Westboro-, mariposa, mariposo, mariposón, marica, mariquita, maricón, puto, rosquete, muerdealmohada, loca, maniquebrado, soplanucas, galleta, pirobo, cacorro… Uno a uno de los niños del salón de clases soltaban una palabrota a la ‘loquíta’ del centro del aula.

¿Cómo puedo cargar con tanto apodo?, si basta con la confusión que uno tiene a sus doce años como para que le estén cambiando el mote cada cinco segundos, desde las cuatro esquinas del salón, durante las tres horas del acto cívico, las dos de recreo, y un timbre que suena me salva la vida.

Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡Mamá, soy gay!

Luego vinieron los estigmas: “Lo único que le pido es que no me monte una peluquería”. Fue la respuesta de mamá.

Tanto problema por querer a un muchacho, como si mamá y papá, o los compañeros de clase y profesores, o las instituciones religiosas y gubernamentales fueran con uno de la mano hasta la cama. Tanta gente metiéndose en el lecho, cuando uno sólo quiere estar tranquilo con un muchacho.