"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


viernes, 1 de enero de 2010

CARTA DE RENUNCIA

Me gustan los viajes por carretera, debe ser algún gen que quedó incrustado de mi papá. Mi papá trabajó mucho tiempo de camionero y no es raro que sea capaz de nombrar en orden de ida y venida los pueblos de muchas carreteras de este país. Me gusta, me gusta mucho cuando la carretera está vacía y la música se va regando a cada kilometro. Me gusta pensar que también yo me deshago y que las líneas entrecortadas y amarillas del camino quedan unidas por mis pedazos. Me gusta mirar por la ventana e inventarme historias, pensar en lo complicada y accidentada que puede resultar la geografía colombiana y que por eso no es raro lo que sucede en este país. Pensar también en que para vivir en este pueblo hay que tener muchas guevas o, mejor dicho, ser un guevón. Pensar en que quizás la cosa cambiará y al instante siguiente estar a carcajadas por los pensamientos absurdos que alguien tan absurdo como yo podría tener.

No sufro mareos, las curvas peligrosas no me afectan –mis gustos son muy distintos-, y estoy acostumbrado a los carteles de depresión a 100 m. Aprendí que el amor huele a polilla estrellada contra parabrisas, porque a eso me olió la primera vez que amé a alguien y me fui de viaje muy lejos. Se estrellaron tantas polillas esa noche, tanto me regué en la carretera, otro tanto fue a dar al mar. Lo peor es que después toca limpiar el vidrio y es como recordar todo eso que a uno le duele adentro y que creía ya hace tanto estrellado y muerto.

Siempre quise viajar, soñé mi vida robando un carro y escapándome, corriendo de la policía y dejando cuentas sin saldar en los restaurantes y hoteles a lo largo de la carretera. Así fue que nació Ángel, y también de la pregunta: ¿Qué habrá al final de una carretera?

Tomar un auto, encenderlo como los ladrones en las películas y hit the road, honey. Y de pronto no soltar el acelerador y dejarse llevar por las curvas y no importar donde llegar. Y qué si se extiende toda una existencia, y qué si mi vida es la carretera y mi final el mar…

Y Ángel, Ángel era mi compañero de viaje, Ángel se montaría como un completo extraño a mi auto… Ángel sacaría su cuerpo por la ventana del carro en movimiento mientras afuera llueve, y cuando estuviera de nuevo sentado en el asiento, justo a mi lado, tendría pequeños puntos rojos por los golpes de la lluvia… y Ángel sabría hacer fogatas y contar historias de espantos que acechan en las carreteras... a Ángel le gustarían los días grises…

Pero acontece que las carreteras de este país conducen a lugares comunes y desgastados… los espantos en la carretera se visten de verde y se hacen llamar Eroes… los lagos donde tomaría baños cada vez que se recalentara el carro están ahora secos o cuajados de sangre.

(A veces tengo la sensación de que dentro de mi cabeza hay un cumulo de sangre duro y gris, sí, sangre gris porque está muy triste… y cuando no soporto el dolor en mi cabeza, en el coagulo por cerebro que tengo, me tomo un anticoagulante y todo el gris se me riega por el cuerpo)

Pero ahora todo me resulta absurdo. Absurdo es una de mis palabras favoritas. Absurdo es el devenir que ya pasó, absurdo el pasado que ha de venir, absurdo el presente que ya no está y los instantes que se consumen sin piedad. Absurdo lo que hago y lo que sueño. Soy incoherente, ni yo me entiendo cuando hablo de peces que no son peces y de mujeres que son ciudades y se engullen a sus hijos en el preciso instante que los paren, de selenitas que tienen cúmulos estrellados en la espalda y mujeres que nunca he tocado.

Absurdo hacer mías palabras que otros pueden usar mejor. Otros tendrán historias más interesantes. Yo sólo soy un muchacho… un miserable sin miseria, en realidad, un miserable por sentirse miserable y no serlo. Comencé esto por mi miedo a gritar y que no me saliera nada de la garganta, ahora me salió y no me gusta como suena. Otros tienen que gritar porque deben hacerlo, lo mío quizás sea sólo un capricho. Hay otras cosas en que pensar y no en absurdos.

Y con todo esto lo que quiero decir es... mejor dicho, quiero detenerme. Quiero congelar esto en este instante. Que si alguien lo encuentra y le apetece pueda aprenderse cada hoja, palabra e imagen que exista en este pedazo de ciberespacio. Que si a alguien le sirve, pues aquí estará y es limitado.

No puedo, no me nace. Lo siento…

Terminé el 2009 a mi manera, por la carretera. También se estrellaron muchas polillas esta noche, pero esta vez me dolía otro lugar cerca del hígado. Algo sucedía allá afuera, detrás de las nubes... Ángel muere cuando dos balas se le incrustan donde deberían ir sus alas... y es absurdo, patético, insoportable.

Y no quiero pensar en nada. De niño practiqué natación, patinaje y otra cantidad de cosas; todas las dejé empezadas. Tengo esa mala costumbre. El horóscopo dice que se debe a que mi signo, Cáncer, es cardinal y solemos comenzar muy animados y apaciguarnos fácilmente. Pero sinceramente, una idea ha estado rondando mi cabeza esta noche, y tan sólo quiero detenerme...

Feliz año.

Stop...

(quizá después dé la vuelta al cassette)