"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


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lunes, 22 de marzo de 2010

Canciones para mi muerte

“Sí, mejor me muero de noche que de un infarto,

cuando se esté acabando para no perdérmela,

para desvelarme entre letras ajenas y no soñar con el subconsciente…

Mejor me trago el silencio para que no me carcoma,

mejor hago el bullicio para que en mi no more.”

Quería compartir con ustedes este fragmento de un poema que escribió una buena amiga mía, Jessica Castañeda (Darkbantha). El poema se llama A La Noche. Estas cinco líneas me fulminaron cuando me lo recito, y desde entonces, cada vez que lo escucho, pienso que a mí también me gustaría morirme de noche, todo de noche, toda la noche, hasta que acabe.

No he sido muy constante con Ángel Lunático, lo sé. Me disculpo. Ando bajito de defensas, mi capacidad de sorprenderme está averiada, y en parte, es la que me hace funcionar los dedos cuando tecleo.

Pero cosas como estos versos de mi amiga me hacen insistir en mi intento por lograr buenas cosas.

Por ahora, quiero comenzar algo que he pensado desde hace un tiempo: las canciones para mi funeral. Siempre me he soñado mi funeral, como quien sueña con su día de boda o el nacimiento de un hijo. Yo sueño mi funeral porque, aunque es posible que no esté (jajaja), quiero que sea lo suficientemente ameno para los que tendrán que soportarlo (que no serán muchos, creo).

Si mi vida no tiene una banda sonora -y eso que por momentos me parece escuchar una voz en off narrándola-, por lo menos que mi muerte la tenga.

Comienzo con este tema, el tema que siempre nombro como la 'canción para mi muerte'. Se llama Kozmic Blues, y no podía ser de nadie más que de mi brujita cósmica Janis Joplin:

Creo que esta nena será la encargada general de aquella noche... son varios temas de ella los que llenarán estas entradas, que espero -si la creatividad me lo permite-, vengan acompañadas de un escrito.

Kozmic Blues aparece en el album I Got Dem Ol' Kozmic Blues Again Mama! de 1969.

A Janis llegué por mi hermana, la primera canción que escuché fue Piece of My Heart. Nunca me atreví a pasar de esa primera canción del cassette que mi hermana tenía de la Joplin, si acaso el comienzo de otra de las canciones pero inmediatamente lo detenía para devolverlo al pegajoso coro de: take it (take another piece of my heart now baby), have a... hasta que un buen día (creo que de noche), me atreví a pasar a la siguiente, que comenzaba así pero diferente: Summertime, child livin' is easy... diferente porque no fue sólo esa frase, fue un infarto fulminante, un disparo certero a algún lugar de mi cuerpo que bien pudo ser el hígado o un poco más arriba o más abajo... mejor dicho, fue toda una balacera.

Throad Trigger, Janis Joplin... Janie's got a gun / Janie's got a gun / her whole world's come undone from lookin' straight at the sun...

...I better hold it now, I better need it, yeah, I better use it till the day I die.

domingo, 4 de octubre de 2009

Mercedes, a secas.

Yo no tenía idea alguna de quien había sido Alfonsina. Sólo sabía que cinco sirenitas se la habían llevado por caminos de algas y de coral. También supe que había dejado un recado para algún amante: ‘Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido’, y no volvió.

Yo me recostaba en el piso del balcón de mi casa, le pedía a mamá que me pusiera el cassette con la canción del negrito que se lo comería El Coco si no se dormía. Cuando terminaba esa canción de cuna comenzaba la historia de Alfonsina. Entonces yo me abrazaba a una almohada que me había llevado para el balcón, me aferraba fuerte como quien naufraga, como quien se deja llevar por caballos marinos, como quien se arrulla con la canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola, como quien muere o se suicida.

Tendría yo seis o siete años cuando un día mi tía Ángela, la ‘comunista’ de la familia, llegó diciendo que Mercedes Sosa vendría a Medellín acompañada por un señor, un tal Pablo Milanés. El día del concierto lloré y pataleé y me le aferré a mamá de las piernas para que me llevara. Y ya estaba yo allí, en plena Plaza de Toros esperando que saliera la voz ronca que me contaba la historia de Alfonsina y me arrullaba amenazándome con El Coco Blanco. Y salió toda esa masa -debería decir toda esa Maza-, Mercedes era muchas, y era única a la vez. En algún momento me dormí, qué torpeza de niño, me dormí y desperté con la bendita canción marina. Y Pablo cantaba con ella y ella con Pablo.

‘Imaginen ustedes a un gigante coro de América Latina’, imagínenlo, ella lo pidió y se lo merece. Imagínenlo simplemente. ‘Todas las voces, todas’, gritaríamos en coro y ella respondería: ‘toda la sangre puede ser canción en el viento’.

Imagínenlo, sólo imagínenlo.

Aún imaginándolo tengan miedo al pensar que alguien para la pista y saca el cassette, o le baja al volumen, o la cinta se enreda, o se va la luz y el escenario queda en penumbra.

Hoy a muerto la ‘Voz de América Latina’, qué tenebroso suena eso en los titulares de noticias. Claro que desde antes venía enmudeciendo, y no hablo de Mercedes, ella seguirá cantando.

La Negra Sosa es sólo una cuerda del instrumento, pero se rompió, de tanto ladrar y llorar se rompió. Queda el consuelo de tontos de saber que personas como ella, de alguna manera, se eternizan. Uno sabe que en cualquier lugar alguien podrá escuchar a Sosa en algún disco o cassette que quedó olvidado en un rincón, o por alguna tía rebelde de las que no faltan en las familias godas, o porque cantó con Shakira sabiéndose que fue Shakira la que cantó con Mercedes. O porque sí, porque tiene que ser así, debería ser así.

Se murió, ‘morir también es ley de vida’ dice Jorge Drexler. Se murió y alguno que otro estará diciendo que se debió haber muerto desde antes, otros como mi tía Ángela, deben tener sordos a los vecinos por el volumen de la música.

A veces pienso qué sería de Mercedes si fuera colombiana y… mejor me callo. Duró más en Argentina a pesar de su oposición hacia la dictadura. Si tuviéramos una Sosa aquí no sé qué tan peligrosa sería para la Seguridad Nacional. Porque sí, tenemos orgullos patrios, tenemos a Shakira y Juanes, y digo qué bien suena la primera, sobre todo al lado de Mercedes cantando La Maza; del segundo me alegra que haya pisado Cuba sin los prejuicios que tienen muchos aquí en Colombia. Tenemos a Andrea Echeverri gritando en los conciertos ‘no señor, ninguna mata mata’, las matas no matan, dejemos la pendejada. Pero no tenemos una voz como la de la Sosa en Argentina, o la de tantos otros que formaron parte de esa Voz Latinoamericana, de los que algún día pusieron pecho al plomo porque les dolía lo que pasaba en este territorio donde los cuenticos de García Marques se van volviendo realidad.

Gracias a la vida por Mercedes, a Argentina por parirla y no desaparecerla ni apagarla. Hoy seguramente la velarán con todos los honores nacionales y esas cosas.

Ojalá el cassette no se borre, ni los hongos lo corroan. Sólo le pido a Dios que esa epidemia amnésica que sufrimos los latinoamericanos no se siga extendiendo. Aunque peco de optimista, tantas veces hemos cometido el mismo error, ya no duele el olvido.

Sobreviviendo, esperemos, sobreviviendo. Mercedes, Mercedes Sosa. ¿Sosa?, esas cosas de la vida, sosa es algo sin gracia, sin sal, y eso era lo que le sobraba a Mercedes. Mercedes, simplemente Mercedes, a secas.

Ahora sí, mujer, te bajamos la lámpara un poco más, ¿qué constelación se te antoja?

Duerme, duerme, Negrita.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Cabaret

“Comienza por admitir que de la cuna
a la tumba no hay un largo camino,
la vida, amigo mío, la vida es un cabaret,
¡y yo amo el cabaret!”
Cabaret (1971)



La escena es la siguiente:

Mi madre sentada en el sofá de la sala de mi casa, toma una cajetilla de cigarrillos que pertenece a mi tio Luis, la abre, apresa un purillo en sus deditos regordetes, hace una manera cómo las de Catherine Zeta-Jones en Chicago, un movimiento complejo, algo así como: El cuello se estira, quedan los labios encaramados en un mentón que da sensación de seguridad, el cigarrillo entre los dedos índice y corazón es movido por una oscilación de la muñeca, similar al de las geishas con sus abanicos o las venias de los actores de teatro pero al revés, pues no es de humilde agradecimiento sino de insolente irreverencia…

¡Corten, corten! Para no complicar más las cosas voy al centro del asunto:

Mi madre sentada con el cigarrillo –aún sin encender, jamás se encenderá-, con aire de Femme Fatale dice:

-Ah, esa es mi gran frustración, no aprendí nunca a fumar. Yo, con veinte añitos menos, no me volvería a casar. Me pintaría las uñas rojo sangre toro, que combinen con los labios. Unos tacones bien altos, un vestido negro. Así toda desparpajada, toda… Cabaretera.

Y pronuncia la última palabra como si supiera a arrabal, a tango, and all that jazz!:

-Cabaretera- remojar los labios, cruzar las piernas. Combinación de Scarlett Johansson y Sharon Stone.

El Cabaret… Cabaré, dice la R.A.E., es un lugar de esparcimiento donde se bebe y se baila y en el que se ofrecen espectáculos de variedades, habitualmente de noche.

Ahora entiendo, difiere del Burdel con el que tantas veces se le ha confundido.

Entonces, lo que mi madre quería era ser mujer de taberna, cigarrillos, lápiz labial. De esas a las que las señoras camanduleras no les pierden el rastro, más por envidia que por cualquier hostigamiento a la moral o a la entre pierna de sus maridos.

La imagino como Liza Minnelli cantando ‘You have to understand the way I am, Mein Herr. A tiger is a tiger, not a lamb. Mein Herr. You'll never turn the vinegar to jam, Mein Herr’.

Ah, ‘qué cosas hermano, que tiene la vida’ dice un tango, ‘qué cosas tener que llorar’ responde otro. Qué cosas. Pero con los años no queda tiempo para lamentarse. Cabaretera es un sueño, la vida es otra cosa. La Vida, ¿Qué cosa más extraña, qué carajos es La Vida?

Me basta la definición de la Minnelli cuando interpreta a Sally Bowles en Cabaret (1972): “La vida es un Cabaret, viejo amigo”.

Cabaret, ¡ah!, seguro Emily Dickinson diría que es una de esas palabras a las que hay que quitárseles el sombrero. Cabaret: una silla iluminada con un reflector en mitad de un escenario, corsés negros, encajes, piernas largas y delgadas, humo, cigarrillo, alcohol, pastillas antidepresivas…; no encuentro otro cliché para añadir.

Meine Damen und Herren. Mesdames et Messieurs, Ladies and Gentlemen, Damas y Caballeros, con ustedes la internacional, la sensacional: Sally Bowles.

Y en mitad del escenario, Liza Minelli, los ojos más tristes que puedan existir en el mundo, ¡no exagero!, interpretando a Sally Bowles y bajo la dirección de Bob Fosse, guionista original del musical Chicago, adaptado al cine en 2002.

No quiero hablar mucho del argumento de la película, prefiero que la vean. Para eso fue todo este escándalo. Recuerden: CABARET de 1972. Aquí un numerito que puede antojarlos más:

Mein Herr - Lizza Minnelli

miércoles, 24 de junio de 2009

Ay, Este Azul.

“¡Ay!, este azul que les quiero contar cómo fue, por momentos se queda en mi piel, ilustrándome el paisaje aquél… ¡Ay! este azul, sólo quiere quedarse en mi voz como un duende mojando mi envés, este azul es un niño, tal vez” Ay, Este Azul - Pacho Cabral


I got the blues, es como se dice en ingles que se está triste, como melancólico. Por eso el Blues, y quizá también por eso Janis era tan triste, si vivía escuchando Blues día y noche hasta que se quebró. Su vida y su Blues Cósmico. Se quebró toda, pero quién diría, si siempre se la veía entre carcajadas. La bruja cósmica.

Qué bien suena esa expresión: I got the blues. Es como ponerse todo azul. Uno se imagina así y como que se le viene toda la nostalgia del mundo encima, todo el cielo pesa sobre uno.

I got the blues… algún día escuché decir a alguien que la nostalgia era un sentimiento enfermo pero muy fértil. Tenía razón. Los mejores poemas que he leído fueron escritos con la luz apagada, el sombrero colgado, llorados a lágrima viva como diría Girondo.

“¡Llorar todo el insomnio y todo el día!” Llorar a lagrima viva – Oliverio Girondo.

Debo confesar que me dan esos estados ocasionalmente. Es ridículo a veces, y sí, hasta enfermo. Se siente uno como una mierda de un momento a otro. Por cualquier cosa, por las cosas más patéticas que se puedan imaginar.

Y no es sentimentalismo, que me lo explique algún psicoanalista, pero sé que no es sentimentalismo.

A mamá le da ganas de llorar cuando escucha un redoblante sonar. Papá es todo un cangrejo encostrado, pero después de sus guaritos se vuelve todo blando y hay que decirle que se le quiere al viejo, si no resulta diciendo que la única que lo aprecia es la perra y se le salen las lágrimas. Mi hermana se queda dormida en los cines, pero siempre despierta en la parte más triste de la película, y sin saber que pasa se pone a llorar.

“Oh sit there, oh count those raindrops. Oh, feel ’em falling down, oh honey all around you” Little Girl Blue – Janis Joplin.


Que sentimiento más raro. A veces se vuelve más complejo. Entonces uno como que está sonriendo y se le riega el azul. Va uno todo tranquilo por ahí y escucha Summertime: ‘Honey, nothing’s gonna harm you’. Y uno sabe que es así. Nada, nada le va a hacer daño a uno. Y luego empieza la Joplin como arruyando: ‘Na, na, na…’, y dice ‘don’t you cry’ cuando uno ya está todo empapado.

Sí, que vaina tan hermosa, tan azul, pero ni siquiera oscuro. Como el Saudade en el portugués. Es una mezcolanza de todo un poco. “Saudade es la mirada perdida en el pasado, prendida a los recuerdos, es la nostalgia –que es un verbo, nostalgia es un verbo, todos lo sabemos- y un poco más, un poco de no se sabe bien qué cosa”. (Click aquí para leer Saudade (Sau-da-yi) por Lucas Vargas y Sierra)

No sé por qué escribo esto. Desde anoche estoy como azul, y con este sol ¡qué contraste!. Es como la bandera de este país, primero amarillo, luego el azul… Al amarillo se lo roban, pero quien quiere cargar con el azul de otro. El rojo… dejémoslo ahí.

Decía entonces que estoy azul, I’ve got the blues. Me entró nostalgia por algo muy personal. Lo contaré resumido para no extender más este escrito que se ha tornado sentimentalista y patético.

Cuando era niño mamá me ponía un cassette de Mercedes Sosa, una canción en especial: ‘Duerme Negrito’, y a mí me parecía que era la canción más triste y tenebrosa que pudiera existir. Que la mama está en el campo y no le pagan, que si no te duermes viene el diablo blanco y ¡zas!, te come la patica. Anoche la volví a escuchar después de mucho tiempo. Recuerdo que la escuchaba mucho y para acabar de ajustar, justo después de esa canción venía ‘Alfonsina y el Mar’. ¿Será de aquellos tiempos que se me viene pintando todo de azul?

Bueno, será ponerme a recordar mis cosas favoritas, apretar el botón de Fast Forward y escuchar otra vaina.

Aquí les dejo, a viva voz de la cantautora argentina, ‘Duerme Negrito’:

sábado, 23 de mayo de 2009

Octavo Día - Shakira

Hace seis años, en 2003 exactamente, tuve la oportunidad de asistir al Tour de la Mangosta. No voy a negar que desde niño tengo cierta fascinación por Shakira, a algunos les extrañará, otros ya lo sabrán. La cuestión es que quería compartir con ustedes este video, Octavo Día, una presentación fenomenal que me dejó bloqueado cuando escuché a Shakira decir las palabras que dice al final.

La frasé inicial es de Jimi Hendrix y dice: “Cuando el poder del amor se sobreponga al amor por el poder el mundo conocerá la paz”

Luego las imágenes de Saddam Hussein y George Bush jugando una partida de ajedrez mientras la muerte los mueve con sus hilos. Las fotografías de guerras que pasan por las pantallas.

Y para cerrar estas lineas:

“No se supone que las estrellas de pop metan sus narices en la política. No sé si eso es correcto o no, pero esta noche, no quiero hablar de política… o de políticos… Prefiero hablar de algo que está por encima de todo eso: AMOR. Porque al amor le faltan líderes y a los líderes les falta amor. ¿Por qué es tan difícil amarnos los unos a los otros? Me pregunto ¿entendernos cada uno? Por ejemplo, tomarías la mano de la persona al lado tuyo en este momento, aunque no la conozcas y le dirías ¿Qué lo amas?¿que lo perdonas?¿Puedes amarlo a él, puedes amarla a ella, puedes amarme a mí, amarlos a ellos?...”

Aquí se los dejo:

martes, 14 de octubre de 2008

JANIS, Oh Janis!

I got your fucking kosmic blues all the time, babe!

He de confesar mi notable afecto por los tiempos pasados, tengo condición de hombre nostálgico, un tanto melancólico. Suelo añorar, evoco sucesos que no he vivido por mí mismo, por lo menos no hasta donde se me es permitido saberlo. El pasado suele pensarse como un tiempo congelado, aparentemente inflexible; esto es aplicable a los malos “evocadores”, pero es posible hacer del pasado algo aún más sorprendente que el maleable futuro. El secreto está en las herramientas que tenemos para recordar (incluso lo no vivido), en saber utilizarlas para editarlo un poco, adornarlo y sublimarlo.

Entre mi eterno escudriñar en ese tiempo me he encontrado con cosas realmente interesantes, sucesos que me gustaría haber vivido físicamente. La cuestión es que a veces lo vivido no se nos hace tan merecedor del recuerdo como lo que ya ha muerto para nosotros dadas las circunstancias y la voracidad del mundo que corre linealmente hacia quien sabe qué lugar. En ese hurgar en el antaño me di un golpe severo, o más bien, me lo dio ella, a quien hoy quiero recordar.

La vi y tenía esa soledad que solo los buenos artistas suelen poseer. Me contó de entre su canto de sus dolores antiguos. Su voz desgarrada me recordó lo terriblemente hermosa que podría ser una lagrima tras el orgasmo de una tonada convulsionada en el éxtasis de la tristeza. Ahora que rememoro no la vi, pero mejor aún, la sentí; y fue tan duro el golpe que me propinó que no hice más que imaginar su historia. Se dice que era una mujer verdaderamente deslumbrante, ruidosa; pero yo se que tras el alboroto de las mascaras se esconde el silencio de la desolación, por eso Janis, hoy te recuerdo, para arrancarte un poco de esa soledad, abstraerte del pasado para que no mueras jamás.

Te decías feliz cuando no lo eras, no del todo; te sentías deslucida cuando eras malditamente hermosa; te escuchabas opaca cuando de tu voz brotaba sólo icor; te pensabas ignorante cuando naciste sabia y la vida pulió tu conciencia. Mujer, despierta y levanta tu voz, mátame con el arma que llevas en la garganta y cuando muera, con una sonrisa y una lagrima, arrúllame con un blues cósmico de esos que solo tú sabes sentir, sabes vivir.

Esta mujer vivió lo que le tocó, que fue mucho para su corta edad. Una aguja y el acido que quemaba sus venas la adormeció, pero no así al furor de su voz. De su canto aun se siente el peso de su existencia, la carga de sus penas amorosas y el aparente escándalo de una época liberada. Muy al pesar de los que piensan que Janis Joplin es un icono de los 60’s, yo digo que era una criatura anacrónica, una mujer avanzada para esa generación estremecida. Mi Janis, mi “Little Girl Blue”, hoy estarás en quien sabe que loco rincón del cosmos, conmoviendo a otros seres en otras estancias, pero al menos, sólo por una noche, la noche que muera, quiero que me acompañes y me susurres al oído “Summertime” y “Kosmic Blues”.
Summertime - Janis Joplin