Yo no tenía idea alguna de quien había sido Alfonsina. Sólo sabía que cinco sirenitas se la habían llevado por caminos de algas y de coral. También supe que había dejado un recado para algún amante: ‘Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido’, y no volvió.
Yo me recostaba en el piso del balcón de mi casa, le pedía a mamá que me pusiera el cassette con la canción del negrito que se lo comería El Coco si no se dormía. Cuando terminaba esa canción de cuna comenzaba la historia de Alfonsina. Entonces yo me abrazaba a una almohada que me había llevado para el balcón, me aferraba fuerte como quien naufraga, como quien se deja llevar por caballos marinos, como quien se arrulla con la canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola, como quien muere o se suicida.
Tendría yo seis o siete años cuando un día mi tía Ángela, la ‘comunista’ de la familia, llegó diciendo que Mercedes Sosa vendría a Medellín acompañada por un señor, un tal Pablo Milanés. El día del concierto lloré y pataleé y me le aferré a mamá de las piernas para que me llevara. Y ya estaba yo allí, en plena Plaza de Toros esperando que saliera la voz ronca que me contaba la historia de Alfonsina y me arrullaba amenazándome con El Coco Blanco. Y salió toda esa masa -debería decir toda esa Maza-, Mercedes era muchas, y era única a la vez. En algún momento me dormí, qué torpeza de niño, me dormí y desperté con la bendita canción marina. Y Pablo cantaba con ella y ella con Pablo.
‘Imaginen ustedes a un gigante coro de América Latina’, imagínenlo, ella lo pidió y se lo merece. Imagínenlo simplemente. ‘Todas las voces, todas’, gritaríamos en coro y ella respondería: ‘toda la sangre puede ser canción en el viento’.
Imagínenlo, sólo imagínenlo.
Aún imaginándolo tengan miedo al pensar que alguien para la pista y saca el cassette, o le baja al volumen, o la cinta se enreda, o se va la luz y el escenario queda en penumbra.
Hoy a muerto la ‘Voz de América Latina’, qué tenebroso suena eso en los titulares de noticias. Claro que desde antes venía enmudeciendo, y no hablo de Mercedes, ella seguirá cantando.
La Negra Sosa es sólo una cuerda del instrumento, pero se rompió, de tanto ladrar y llorar se rompió. Queda el consuelo de tontos de saber que personas como ella, de alguna manera, se eternizan. Uno sabe que en cualquier lugar alguien podrá escuchar a Sosa en algún disco o cassette que quedó olvidado en un rincón, o por alguna tía rebelde de las que no faltan en las familias godas, o porque cantó con Shakira sabiéndose que fue Shakira la que cantó con Mercedes. O porque sí, porque tiene que ser así, debería ser así.
Se murió, ‘morir también es ley de vida’ dice Jorge Drexler. Se murió y alguno que otro estará diciendo que se debió haber muerto desde antes, otros como mi tía Ángela, deben tener sordos a los vecinos por el volumen de la música.
A veces pienso qué sería de Mercedes si fuera colombiana y… mejor me callo. Duró más en Argentina a pesar de su oposición hacia la dictadura. Si tuviéramos una Sosa aquí no sé qué tan peligrosa sería para la Seguridad Nacional. Porque sí, tenemos orgullos patrios, tenemos a Shakira y Juanes, y digo qué bien suena la primera, sobre todo al lado de Mercedes cantando La Maza; del segundo me alegra que haya pisado Cuba sin los prejuicios que tienen muchos aquí en Colombia. Tenemos a Andrea Echeverri gritando en los conciertos ‘no señor, ninguna mata mata’, las matas no matan, dejemos la pendejada. Pero no tenemos una voz como la de la Sosa en Argentina, o la de tantos otros que formaron parte de esa Voz Latinoamericana, de los que algún día pusieron pecho al plomo porque les dolía lo que pasaba en este territorio donde los cuenticos de García Marques se van volviendo realidad.
Gracias a la vida por Mercedes, a Argentina por parirla y no desaparecerla ni apagarla. Hoy seguramente la velarán con todos los honores nacionales y esas cosas.
Ojalá el cassette no se borre, ni los hongos lo corroan. Sólo le pido a Dios que esa epidemia amnésica que sufrimos los latinoamericanos no se siga extendiendo. Aunque peco de optimista, tantas veces hemos cometido el mismo error, ya no duele el olvido.
Sobreviviendo, esperemos, sobreviviendo. Mercedes, Mercedes Sosa. ¿Sosa?, esas cosas de la vida, sosa es algo sin gracia, sin sal, y eso era lo que le sobraba a Mercedes. Mercedes, simplemente Mercedes, a secas.
Ahora sí, mujer, te bajamos la lámpara un poco más, ¿qué constelación se te antoja?
Duerme, duerme, Negrita.
Yo me recostaba en el piso del balcón de mi casa, le pedía a mamá que me pusiera el cassette con la canción del negrito que se lo comería El Coco si no se dormía. Cuando terminaba esa canción de cuna comenzaba la historia de Alfonsina. Entonces yo me abrazaba a una almohada que me había llevado para el balcón, me aferraba fuerte como quien naufraga, como quien se deja llevar por caballos marinos, como quien se arrulla con la canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola, como quien muere o se suicida.
Tendría yo seis o siete años cuando un día mi tía Ángela, la ‘comunista’ de la familia, llegó diciendo que Mercedes Sosa vendría a Medellín acompañada por un señor, un tal Pablo Milanés. El día del concierto lloré y pataleé y me le aferré a mamá de las piernas para que me llevara. Y ya estaba yo allí, en plena Plaza de Toros esperando que saliera la voz ronca que me contaba la historia de Alfonsina y me arrullaba amenazándome con El Coco Blanco. Y salió toda esa masa -debería decir toda esa Maza-, Mercedes era muchas, y era única a la vez. En algún momento me dormí, qué torpeza de niño, me dormí y desperté con la bendita canción marina. Y Pablo cantaba con ella y ella con Pablo.
‘Imaginen ustedes a un gigante coro de América Latina’, imagínenlo, ella lo pidió y se lo merece. Imagínenlo simplemente. ‘Todas las voces, todas’, gritaríamos en coro y ella respondería: ‘toda la sangre puede ser canción en el viento’.
Imagínenlo, sólo imagínenlo.
Aún imaginándolo tengan miedo al pensar que alguien para la pista y saca el cassette, o le baja al volumen, o la cinta se enreda, o se va la luz y el escenario queda en penumbra.
Hoy a muerto la ‘Voz de América Latina’, qué tenebroso suena eso en los titulares de noticias. Claro que desde antes venía enmudeciendo, y no hablo de Mercedes, ella seguirá cantando.
La Negra Sosa es sólo una cuerda del instrumento, pero se rompió, de tanto ladrar y llorar se rompió. Queda el consuelo de tontos de saber que personas como ella, de alguna manera, se eternizan. Uno sabe que en cualquier lugar alguien podrá escuchar a Sosa en algún disco o cassette que quedó olvidado en un rincón, o por alguna tía rebelde de las que no faltan en las familias godas, o porque cantó con Shakira sabiéndose que fue Shakira la que cantó con Mercedes. O porque sí, porque tiene que ser así, debería ser así.
Se murió, ‘morir también es ley de vida’ dice Jorge Drexler. Se murió y alguno que otro estará diciendo que se debió haber muerto desde antes, otros como mi tía Ángela, deben tener sordos a los vecinos por el volumen de la música.
A veces pienso qué sería de Mercedes si fuera colombiana y… mejor me callo. Duró más en Argentina a pesar de su oposición hacia la dictadura. Si tuviéramos una Sosa aquí no sé qué tan peligrosa sería para la Seguridad Nacional. Porque sí, tenemos orgullos patrios, tenemos a Shakira y Juanes, y digo qué bien suena la primera, sobre todo al lado de Mercedes cantando La Maza; del segundo me alegra que haya pisado Cuba sin los prejuicios que tienen muchos aquí en Colombia. Tenemos a Andrea Echeverri gritando en los conciertos ‘no señor, ninguna mata mata’, las matas no matan, dejemos la pendejada. Pero no tenemos una voz como la de la Sosa en Argentina, o la de tantos otros que formaron parte de esa Voz Latinoamericana, de los que algún día pusieron pecho al plomo porque les dolía lo que pasaba en este territorio donde los cuenticos de García Marques se van volviendo realidad.
Gracias a la vida por Mercedes, a Argentina por parirla y no desaparecerla ni apagarla. Hoy seguramente la velarán con todos los honores nacionales y esas cosas.
Ojalá el cassette no se borre, ni los hongos lo corroan. Sólo le pido a Dios que esa epidemia amnésica que sufrimos los latinoamericanos no se siga extendiendo. Aunque peco de optimista, tantas veces hemos cometido el mismo error, ya no duele el olvido.
Sobreviviendo, esperemos, sobreviviendo. Mercedes, Mercedes Sosa. ¿Sosa?, esas cosas de la vida, sosa es algo sin gracia, sin sal, y eso era lo que le sobraba a Mercedes. Mercedes, simplemente Mercedes, a secas.
Ahora sí, mujer, te bajamos la lámpara un poco más, ¿qué constelación se te antoja?
Duerme, duerme, Negrita.
Ahora La Negrita si duerme, así como La Storni durmió bajo las olas, esperemos que como dices, sea un sueño sin olvido, porque esa si que es la Muerte... Recuerdo la primera vez que la escuché en el colegio, por allá en segundo o tercero de primaria, cuando una profesora nos puso a escuchar "Solo le Pido a Dios", y yo también pedía como ella que ese "Monstruo Grande que pisa fuerte" no me alcanzara, yo no entendía mucho y creía que la guerra, llegaba a las ciudades y con sus grandes garras nos desaparecia... Ahora veo que no estaba tan equivocado, y todavía le pido a Dios, que la muerte no me encuentre sin haber hecho lo suficiente... A la Negra afortunadamente no la encontró así, su Dios la ha escuchado, y ahora la acoge para que "duerma duerma negrita"...
ResponderEliminarImaginemos el coro de todos juntos...Sigamos imaginando mientras escuchamos todas esas voces que gritan por los que callan y que mueven sus manos y elevan sus pensamientos por unir a esta latinoamerica en un solo color, en una sola voz....Muy hermoso tu texto Julio, estas lineas son las que permiten que se vaya el olvido. Un abrazo
ResponderEliminarHombre Julio, sus letras tienen atajo al alma... igual que las canciones de la Negra... no la pude ver en vivo... pero seguro estaré en el entierro :(
ResponderEliminarLloraste lo que escribiste. Cierto?
ResponderEliminarTe daría una apreciación tan benevolente... pero se me requiebra el alma.
Pues un sentido y emotivo homenaje post mortem - otro mas que estampa y llena de luz la bloggaysfera, en reconocimiento de una artista que, en contraste con Michael Jackson, estaba en los corazones de muchos latinoamericanos.
ResponderEliminarQue Porqueria de año se fue Benedetti y ahora Sosa...Nos dejan un legado que a ciencia cierta no se sabe si seguiremos con el honor con que el que ellos lo pregonaron...
ResponderEliminarHombre, que lindo post.
ResponderEliminarY si es entretenido imaginar a Colombia con una voz tan linda e inmortal como la de Mercedes, sin tanto tono comercial y bailes exoticos, sin camisas negras, sin gastar la plata en mujeres de vida o bailando.
Gracias al administrador del mundo o el que sea que maneje o controle esto, que existe el familiar que lo despierta a uno, y lo lanza a ese mundo lleno de fantasias y sueños incalculables, pero que de haber mas de esos familiares, todos seríamos lo mismo y ahi si dejarian de ser sueños.
Ella no murió se inmortalizó, asi se dañen todos los cassetes, cds, en los medios que su voz esté, seguirá en las mentes de sus seguidores y obviamente en sus corazones.
Que lindo post! Que esté bien y le rinda. :)
Con permiso de todos, permitame opinar:
ResponderEliminarNo solo perdura el legado de una ninfa; sino tambien un legado de una Gran y Solemne Diosa...
Saludos desde Olympo.
Que descanse en paz... su cuerpo ha muerto, pero su alma y su recuerdo estarán con nosotros siempre.
ResponderEliminarSaludos,