"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


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martes, 20 de abril de 2010

El Pobre

Prefiero dormirme hambriento que indigestado. Soñaría, mientras muero, con sorbos y bocados. Evitaría la pesadilla del hombre glotón de estar regurgitando su fortuna sobre lo poco que le queda de fruición.

Mi apetito servirá como moneda para Caronte, en tanto el opulento caballero se hundirá en su devaluado dinero. Me muero pobre y a Dios gracias porque mi estómago desocupado me ha ocupado en la vida, mientras mi infortunado y rico compañero ha intentado en vano llenar unas entrañas insaciables.

Al final de cuentas no somos tan desiguales: mis rotos los llevo por traje, él tiene descocido su intestino.

martes, 23 de marzo de 2010

PSICOLOMBIA

Por Julio C. Londoño A. - Juan David Ortiz Franco.
Jimmy Hendrix, John Lennon, Jim Morrison, Joan Baez… si las revoluciones históricas han necesitado de líderes, cabezas visibles, para lograr su cometido; si el Renacimiento necesito de Maquiavelo y Da Vinci para salir del dogmatismo del Medioevo; la ilustración de Goya, Montesquieu, Voltaire y Rousseau para desembocar en la Revolución Francesa y abrir la puerta de la modernidad; los años sesenta no necesitaron de grandes pensadores a la manera clásica, ni de hombres virtuosos para cambiar considerablemente la vida en occidente.

Bob Dylan, Janis Joplin, Pink Floyd… sigo nombrando y cualquiera podría pensar que una generación influenciada por ídolos malditos, no llegaría a ningún lado.

Lo de los años sesenta fue la renovación de la revolución. Si bien es cierto que estuvo precedida por la Generación Beat, que se constituyó por un grupo de escritores que proponía –entre otras cosas– una evolución de lo sexual y el distanciamiento de los valores instaurados por la sociedad estadounidense clásica; la verdadera rebelión se dio cuando los jóvenes comenzaron a abandonar sus casas, y por casas hacemos referencia a todo un sistema impuesto por los padres; abordaron la política y formaron el movimiento hippie.

Y de toda una década de ‘malos ídolos’ quedaron grandes cosas: a la hoguera echaron el tabú del sexo, la aceptación de una ética y unas formas de vida rígidas y la invisibilidad de la mujer. El papel de los jóvenes en la política fue valorado (vote por Lyndon Pigasus Pig) y la presión de estos para acabar con la guerra de Vietnam logró su objetivo.

Alguien dijo alguna vez que quien recordara los sesenta, no los habría vivido. Sabemos por canciones que el cielo era de mermelada, los arboles de mandarina y las flores de celofán amarillo y verde. Psicodelia es la mejor palabra para describir aquella década, se deriva del griego y se podría traducir como ‘manifestación del alma’. Para llegar a esto se necesitaba una llave que destapara el cofre y ‘manifestara el alma’, mejor dicho para ‘psicodelizarse’.

Y como bien es sabido, desde los mismos griegos, el peligro que esconden algunas cajas, lo que salió de allí no fueron sólo bendiciones para las libertades individuales, sino también, del fondo del cajón un engendro que sobrevive aún hoy: el narcotráfico.

La contracultura hippie buscaba alternativas de pensamiento y estilos de vida diferentes a los del Tío Sam. Fueron muchos los que viajaron a oriente para aprender de la filosofía de otros pueblos, incluso los que visitaron las tierras del sur que tantos idealizaban como comunidades no desarrolladas, estancadas en la prehistoria, o repletas de tribus indígenas. Lo que encontraron en Mexico fue la cultura del peyote, los alucinógenos y los rituales que los conectaban con la madre tierra, la Pachamama. Un poco más abajo encontraron un terreno fértil, ideal para la semilla de la Ganja, el lugar prometido por Gaia, la diosa tierra de los movimientos New Age.

Lo que en un principio pareció ser el inicio de una nueva forma de la humanidad, lo convirtieron los medios de comunicación en un movimiento más de masas, y los fabricantes de la droga lo adormecieron con opiáceos. La nueva moda quedó estancada en las calles de San Francisco y perdió su impulso. Eso sí, el mundo no fue el mismo después de aquella época, pero de la bipolaridad del Comunismo-Capitalismo, pasamos a la de la libertad y la adicción –no muy diferente de la anterior–, todos tras un pedazo de materia verde: fuera hierba o fuera billete.



Mientras tanto, en el futuro próximo...

Dicen por ahí en radio que hay una mata que mata. Ante la posibilidad de que una planta carnívora engulla ávida de sangre todo lo que se atraviese a su paso, porque además se desplaza, actitud perfectamente normal en las matas, será necesario crear un frente ciudadano que eche mano de la moral y las buenas costumbres como armas de batalla para enfrentar el ataque.

Y es que simplemente la idea de una mata con poderes sicariales, óigase bien, sólo la idea, debería ser razón para que las cachiporras se repartan en los parques públicos o lleguen por correo certificado y todas las personas de bien salgan al embate del potencial peligro forestal.

Y así se ha hecho. Las personas de bien, figura que genera más pánico incluso que el arbusto genocida, han encabezado una cruzada en contra de la jurisprudencia consignada en la sentencia C-221 de mayo 5 de 1994, donde la Corte Constitucional Colombiana, declara inexequibles los artículos 51 y 87 de la Ley 30 de 1986, permitiendo así el porte de una dosis personal de estupefacientes.

Pero ¿qué tiene que ver la furia camandulera de las personas de bien con el proceso informativo?

En realidad nada, a menos que en un caso hipotético los medios de comunicación sean en sí mismos la anciana camandulera:

“No busquen los falsos paraísos, ya que el respeto por los valores éticos les dará la felicidad y alegría que anhelan… Es necesario insistir en el valor de un cuerpo sano y un espíritu recto, que permita formar hombres de bien, con capacidad y fortaleza para enfrentar una vida con dignidad.” (Jovenes: no se dejen engañar. Periódico El Colombiano, 22 de marzo de 2010)

Si bien el espíritu normativo de la ley y el posterior fallo judicial no corresponden estrictamente a una relación entre un medio de comunicación y un particular, ni existe una conexión directa entre la temática de la sentencia y el proceso informativo, si resulta llamativo el papel de los medios de comunicación en la construcción de opinión pública y de escenarios de debate sobre la penalización o no del porte y consumo de la dosis personal de estupefacientes.

Colombia es un Estado Social de Derecho con una organización institucional que permite distinguir claramente los tres poderes públicos:

ARTICULO 113. Son Ramas del Poder Público, la legislativa, la ejecutiva, y la
judicial.

Además de los órganos que las integran existen otros, autónomos e independientes, para el cumplimiento de las demás funciones del Estado. Los diferentes órganos del Estado tienen funciones separadas pero colaboran armónicamente para la realización de sus fines.

ARTICULO 241. A la Corte Constitucional se le confía la guarda de la integridad y
supremacía de la Constitución, en los estrictos y precisos términos de este artículo. Con tal fin, cumplirá las siguientes funciones:

4. Decidir sobre las demandas de inconstitucionalidad que presenten los ciudadanos
contra las leyes, tanto por su contenido material como por vicios de procedimiento en su formación.
La norma se configura necesariamente como un elemento de debate, sin embargo, lo anterior permite verificar que existen principios rectores, consignados en la Constitución que determinan los procedimientos legales y las competencias institucionales en su promulgación.

En ese sentido no está en duda que cualquier prohibición o cualquier permisión, por benévola que parezca, cuente siempre con un escenario de discusión donde en primera línea se ubican quienes se consideran directamente afectados. Sin embargo la esfera de discusión cuenta como punto de partida con los escenarios institucionales que garantizan la legalidad de la norma a pesar de que no exista consenso, como sucede en todos los casos, en lo referido a su pertinencia.

En el caso de la demanda instaurada en contra de los artículos 51 y 87 de la ley 30, el accionante y la Corte coinciden en afirmar que es contradictorio en un sistema jurídico, la permisión de sustancias con efectos de carácter público más evidentes como el alcohol, mientras se prohíbe el uso de psicoactivos que en la mayoría de los casos generan efectos exclusivamente en la personan y que en casi todos los casos no se exteriorizan.

Por otra parte, uno de los argumentos más sólidos del demandante consiste en que ante la incapacidad del Estado o la inexistencia de los recursos necesarios para tratar la enfermedad del adicto, es su deber permitir el uso de las sustancias que alivian su enfermedad, garantizando así sus derecho a estar “psicofisiológicamente enfermo”.

En relación con lo anterior la Corte, en sus consideraciones habla de la competencia del derecho exclusivamente en la regulación de las conductas interferidas, es decir, en “las acciones de una persona en la medida en que injieren en la órbita de acción de otra u otras, se entrecruzan con ella, la interfieren”. Mientras esta condición no se cumpla es la moral la que evalúa al sujeto actuante. Podría de esa manera considerarse que el derecho es bilateral mientras la moral es unilateral y por esa razón no existen condiciones de exigibilidad cuando la regulación de conducta le compete al ámbito de la moral.

Es justamente la tensión entre los valores éticos, y la moral estrictamente unilateral, la que implica el análisis de las acciones de un medio de comunicación al ejercer en sus páginas el derecho a informar desde su postura ideológica.

Sería un contra sentido exigir del medio que este en total acuerdo, con toda la normatividad existente, más aún, tratándose de un tema tan polémico como la despenalización que toca necesariamente las fibras de la concepción del cuerpo de la fe católica.

Lo que sí es posible es exigir del medio de comunicación la ilustración suficiente sobre el tema, de modo que no sea una página editorial, la encargada de informar y juzgar al mismo tiempo sobre un determinado tema.

En un país en donde aún se mata en nombre de Dios, donde lo más importante es la existencia de leyes naturales entendidas como código de conducta pero su aplicación puede posponerse según qué tan rezandero sea el infractor, donde el desarrollo sigue asociándose con la cantidad de humo sobre las ciudades y la disminución de la población rural, difícilmente puede hablarse de acatamiento a la norma aún desde las altas esferas del poder.

Es precisamente en nombre de Dios, que se entiende al Estado, como tratándose del poder divino emanado por designio celestial en un hombre, como el dueño y absoluto poseedor de sus conductas en relación incluso con su fuero interno. Bajo la postura de que es deber del Estado garantizar la utilidad de sus miembros en el medio y que su ausencia significaría una pérdida para la sociedad, se le impide a quien así lo determine, disponer de lo único que está circunscrito a su exclusiva y legítima autoridad, su cuerpo.

La prohibición en Colombia se constituye a la vez como una posibilidad de quebrantamiento, cada una significa la puesta en marcha de mecanismos de público conocimiento para encontrar los baches de la norma y ubicar determinadas acciones en la barrera de la legalidad.


"En la pared de una fonda de Madrid, hay un cartel que dice: Prohibido el cante. En el aeropuerto de Río de Janeiro, hay un cartel que dice: Prohibido jugar con los carritos porta-valijas. O sea: todavía hay gente que canta, todavía hay gente que juega". (Ventana sobre las prohibiciones. Eduardo Galeano, Las Palabras Andantes.)


Mientras desde los pulpitos y las páginas de los periódicos se defiende el orden y la autoridad cuando las decisiones emanadas de los poderes del Estado coinciden con las posturas que se delimitan desde eso escenarios, en caso contrario, la instigación es a la desobediencia y al no acatamiento de la norma.

Aunque no exista una evidencia plena de una invitación a desobedecer la ley, es claro que los medios de comunicación acuden a las ideas de moral y buenas costumbres para que la persona frente a la posibilidad de ejercer un derecho, regule sus conductas y renuncie a él en un sistema de autoflagelación en defensa del ideal de “hombres de bien” impuesto desde los micrófonos o las páginas editoriales y actuante en las costumbres.



En Conclusión

En lo que a legalizar una dosis máxima de consumo respecta, existe el dilema entre libertades personales y el problema del narcotráfico, los magistrados de la Corte la definen como: Una paradoja inexplicable y una contradicción protuberante. La sentencia bien lo explica: “Por un lado se autoriza el consumo de la dosis personal, pero por otro se mantiene la penalización del narcotráfico. Es decir que se permite a los individuos consumir droga, pero se prohíbe su producción, distribución y venta”.

La lucha contra el narcotráfico ha servido de bandera para las campañas políticas, para fortalecer las relaciones con otros países y para justificar la inversión en la guerra. Los dineros ilícitos de las mafias han contribuido a campañas políticas y solventado, en apariencia, algunos problemas sociales como la pobreza. Pero los señores del ‘cartel’ no saben de caridad, pasan su cuenta de cobro cuando hacen su labor social, no se quedan con nada de nadie.

El narcotráfico es el monstruo, pero seguimos pensando que sus aliados son los consumidores, entonces criminalizamos –además del delincuente–, a la víctima. El columnista de El Espectador Klaus Ziegler dice al respecto: “Es un absurdo pretender que la penalización de la dosis personal disuada al adicto de consumir más droga, y una ingenuidad mayúscula creer que vaya a disminuir su producción y distribución”. El Gobierno, y junto a él, los ‘colombianos de bien’ y las instituciones ‘éticamente correctas’, se apoyan en “prejuicios morales y no poseen ningún fundamento empírico. Encarcelar al adicto, no sólo es cuestionable desde el punto de vista ético, sino que además es confundir a la víctima con el victimario”. Porque la verdad reside en que la drogadicción no es una depravación, como tradicionalmente se piensa, sino una enfermedad considerada por la Organización Mundial de la Salud como crónica.

Los magistrados que tomaron la decisión de derogar los artículos y aprobar la legalidad de una dosis mínima, plantearon desde la misma emisión de la sentencia la contradicción que significaba; sin embargo, los medios de comunicación con presupuestos como si no consumes mata que mata: “te veras diferente, con la frente más alta, las manos más limpias”, han colaborado a extender el pensamiento de que quien consume drogas tiene las manos sucias y también hace parte del engranaje del narcotráfico, en pocas palabras y recurriendo a lo antes mencionado: criminalizar al adicto por su adicción.

domingo, 4 de octubre de 2009

Mercedes, a secas.

Yo no tenía idea alguna de quien había sido Alfonsina. Sólo sabía que cinco sirenitas se la habían llevado por caminos de algas y de coral. También supe que había dejado un recado para algún amante: ‘Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido’, y no volvió.

Yo me recostaba en el piso del balcón de mi casa, le pedía a mamá que me pusiera el cassette con la canción del negrito que se lo comería El Coco si no se dormía. Cuando terminaba esa canción de cuna comenzaba la historia de Alfonsina. Entonces yo me abrazaba a una almohada que me había llevado para el balcón, me aferraba fuerte como quien naufraga, como quien se deja llevar por caballos marinos, como quien se arrulla con la canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola, como quien muere o se suicida.

Tendría yo seis o siete años cuando un día mi tía Ángela, la ‘comunista’ de la familia, llegó diciendo que Mercedes Sosa vendría a Medellín acompañada por un señor, un tal Pablo Milanés. El día del concierto lloré y pataleé y me le aferré a mamá de las piernas para que me llevara. Y ya estaba yo allí, en plena Plaza de Toros esperando que saliera la voz ronca que me contaba la historia de Alfonsina y me arrullaba amenazándome con El Coco Blanco. Y salió toda esa masa -debería decir toda esa Maza-, Mercedes era muchas, y era única a la vez. En algún momento me dormí, qué torpeza de niño, me dormí y desperté con la bendita canción marina. Y Pablo cantaba con ella y ella con Pablo.

‘Imaginen ustedes a un gigante coro de América Latina’, imagínenlo, ella lo pidió y se lo merece. Imagínenlo simplemente. ‘Todas las voces, todas’, gritaríamos en coro y ella respondería: ‘toda la sangre puede ser canción en el viento’.

Imagínenlo, sólo imagínenlo.

Aún imaginándolo tengan miedo al pensar que alguien para la pista y saca el cassette, o le baja al volumen, o la cinta se enreda, o se va la luz y el escenario queda en penumbra.

Hoy a muerto la ‘Voz de América Latina’, qué tenebroso suena eso en los titulares de noticias. Claro que desde antes venía enmudeciendo, y no hablo de Mercedes, ella seguirá cantando.

La Negra Sosa es sólo una cuerda del instrumento, pero se rompió, de tanto ladrar y llorar se rompió. Queda el consuelo de tontos de saber que personas como ella, de alguna manera, se eternizan. Uno sabe que en cualquier lugar alguien podrá escuchar a Sosa en algún disco o cassette que quedó olvidado en un rincón, o por alguna tía rebelde de las que no faltan en las familias godas, o porque cantó con Shakira sabiéndose que fue Shakira la que cantó con Mercedes. O porque sí, porque tiene que ser así, debería ser así.

Se murió, ‘morir también es ley de vida’ dice Jorge Drexler. Se murió y alguno que otro estará diciendo que se debió haber muerto desde antes, otros como mi tía Ángela, deben tener sordos a los vecinos por el volumen de la música.

A veces pienso qué sería de Mercedes si fuera colombiana y… mejor me callo. Duró más en Argentina a pesar de su oposición hacia la dictadura. Si tuviéramos una Sosa aquí no sé qué tan peligrosa sería para la Seguridad Nacional. Porque sí, tenemos orgullos patrios, tenemos a Shakira y Juanes, y digo qué bien suena la primera, sobre todo al lado de Mercedes cantando La Maza; del segundo me alegra que haya pisado Cuba sin los prejuicios que tienen muchos aquí en Colombia. Tenemos a Andrea Echeverri gritando en los conciertos ‘no señor, ninguna mata mata’, las matas no matan, dejemos la pendejada. Pero no tenemos una voz como la de la Sosa en Argentina, o la de tantos otros que formaron parte de esa Voz Latinoamericana, de los que algún día pusieron pecho al plomo porque les dolía lo que pasaba en este territorio donde los cuenticos de García Marques se van volviendo realidad.

Gracias a la vida por Mercedes, a Argentina por parirla y no desaparecerla ni apagarla. Hoy seguramente la velarán con todos los honores nacionales y esas cosas.

Ojalá el cassette no se borre, ni los hongos lo corroan. Sólo le pido a Dios que esa epidemia amnésica que sufrimos los latinoamericanos no se siga extendiendo. Aunque peco de optimista, tantas veces hemos cometido el mismo error, ya no duele el olvido.

Sobreviviendo, esperemos, sobreviviendo. Mercedes, Mercedes Sosa. ¿Sosa?, esas cosas de la vida, sosa es algo sin gracia, sin sal, y eso era lo que le sobraba a Mercedes. Mercedes, simplemente Mercedes, a secas.

Ahora sí, mujer, te bajamos la lámpara un poco más, ¿qué constelación se te antoja?

Duerme, duerme, Negrita.

jueves, 20 de agosto de 2009

Pluma, plomo… polvo.

En memoria de los hombres, de los sinónimos que han ido reproduciéndose, dejando papelitos para evitar el olvido perpetuo.

Pluma, plomo… polvo.

“La vida es un hueco, Dalila. Nacemos por un hueco, respiramos por dos huecos, vemos por dos huecos, oímos por dos huecos, comemos por un hueco y luego botamos lo que comemos por otro hueco, esta ciudad es un hueco lleno de huecos, el alma esta hueca, el sexo es otro hueco, o dos, qué más da, y nos morimos, Dalila, ¿Y dónde nos meten?...” Mala Noche – Jorge Franco.

Esta ciudad es un polvo, de los más baratos. Una puta asequible, un mal chiste.

Una ramera hecha de polvos, vuelta polvo. Eso sos y a eso estás condenada: con la humedad de tus pechos, de tu sexo, con el olor de tu pubis, con el sudor de tu rostro conseguirás tu pan, “hasta que vuelvas a confundirte con la tierra” de la que fuiste formada. “Con dolor parirás los hijos”, largas filas harás para matricularlos en escuela pública, “y estarás bajo la potestad o mando de tu marido; y él te dominará”. Mujer, “polvo eres, y a ser polvo retornaras”.

Polvo aquí, polvo allá, “el que no tiene untado el bolsillo tiene untada la nariz”[1], dijo un hombre y… plomo aquí, plomo allá; se esfumó, lo esfumaron. El responsable: Algún mago dedicado a “anularles el cerebro a los que de verdad actuaban como subversivos de ciudad”[2].

Polvo somos, polvo seremos, polvo lo que tenemos en los sesos. En el rincón de la memoria no hay sino pelusas, bolas de pelo, polvo compacto.

“Me van a matar. Mañana volvemos a Colombia y me toca enfrentar la realidad”[3]. Se apagan las luces, el aire se hace plomo, de entre la masa resalta la vara del mago. “La ciudad se desbarata, pero aquí no hablan sino de fútbol"[4]. ¡Gol!, grita el pueblo extasiado, y enterrado queda el muerto al otro día. Uno más para la lista.

Y así, poco a poco, los maguitos van reproduciéndose.

“Aparecieron unos hombres en las regiones que cometían una serie de tropelías y asesinatos y hábilmente desaparecían de la zona (…) Los campesinos caían asesinados (…) Y nuestros ríos históricos fueron testigos de los cadáveres arrojados”, demandó un hombre. “Aparecían fuerzas oscuras que reemplazaban al alcalde… los comandantes”, los magos, efectivamente, con su discurso de convivencia, con sus labores sanitarias de fregado social, trazando “el meridiano de la violencia”[5].

Abracadabra, las palabras mágicas: "Usted para nosotros es muy importante, pero también es un problema"[6], soplo aquí, polvo allá, lentejuelas, maromas, mucho brillo, abracadabra… Jesús y María te acompañen en este Valle de lágrimas. Ahora polvo es y pocos lo recuerdan.

Como se nos olvidan los muertos en este país. Pero es que Colombia, ¡Colombia, amigo mio!, Colombia es Fashion, pasión por el futbol, ¡Gol, gol, gol Caracol! Bang, bang, bang. Adelante presidente que los buenos si son más, todos llenitos de polvo, con la viruela del insomnio. Ya vendrá Melquíades a sanar la enfermedad, o lo eliminarán por ser peligro a la seguridad.

Dame un besito, putita, antes de ir a dormir, de pronto mañana deba partir.

Condenada al polvo, mujer, condenada a que antes de que Aureliano Babilonia lea los últimos versos del pergamino ya te hayas esfumado, “ciudad de los espejos (o los espejismos)”[7]. Condenada a repetir y sin segunda oportunidad en la tierra.

Mientras tanto, mientras tus últimos versos son escritos, seguirán apareciendo sinónimos a las palabras que otro van borrando, cercenando, empolvando. Plomo y sangre, pluma y tinta.

__________________________________
[1] Jaime Garzón.
[2] Frase de Carlos Castaño en el libro Mi Confesión.
[3] Luis Carlos Galán.
[4] Frase de Héctor Abad Gómez, consignada en el libro El Olvido que Seremos de Abad Faciolince.
[5] Fragmentos del discurso que Jesús María Valle presentó en la conmemoración del decimo aniversario de los homicidios de Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur.
[6] Presuntas palabras de los asesinos de Jesús María Valle, momentos antes de su asesinato.
[7] Frase de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez.

sábado, 11 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte V)

CREDITOS FINALES: EL POSTRE
Como comerse al muchacho... y no morir de indigestión.


“-“En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús para preguntarle: “¿Y quién es mayor en el reino de los cielos?”. Y llamando junto a si a un niño, lo puso delante de ellos y dijo…”

¿Y este de donde sacaría que Jorgito era un niño? Si lo hubiera visto con su penecito tieso, buscando afanosamente meterlo entre mis piernas. Si supiera que la razón para colgarse fue esta carne vestida de luto, este par de tetas que comienzan a hacer caso omiso del sostén, esta piel asesina y mis besos, que en lugar de enamorar, envenenan, como la mordedura de la serpiente más brava.

(…)

-“Y quien acoge en mi nombre a un niño como este, es a mí a quien acoge”.

Y dale con el niño. Como si estos no supieran de niños, si es lo único que comen. Ellos y yo comemos niños, no como en los cuentos de hadas con tenedor y cuchillo, no, los comemos como nos comemos los adultos, con el puñal y la guillotina que nos pusieron abajo, con maldad y alevosía, que después llamamos amor. Que confundidos estamos los humanos. Nos sabemos que nos estamos destruyendo con el bendito tema del amor, con sus falsas reglas, con sus expectativas. No, no creo estar tan loca si puedo ver lo que nadie ve. Tal vez soy como Román: Otro gato en la oscuridad”
Mala Noche – Jorge Franco

Hay que ser valiente para entregarse al amor de los muchachos. Y no lo digo porque sea un amor peligroso o salvaje, sino que toca desenvolverse en terrenos expuestos al ojo malevo de las vecinas camanduleras y los machos de escopeta, para quienes besar a un muchacho se ha convertido en un atropello a las ‘designaciones divinas’ y la virilidad.

Si bien he criticado los condicionamientos a la sexualidad, son evidentes las preferencias que cada quien pueda tener. Cuestión de sazón, de gusto, ya lo dije. Pero esta fijación, por más que insistan en encontrar sus orígenes, no se debe a un error ni a una mala decisión; comenzando porque es una decisión que nadie recuerda haber tomado, ¿o alguien se acuerda cuándo decidió si enamorarse de una Viviana o de un Manuel?

“Dios, ¿en donde tienen el veneno los muchachos?” Pregunta Fernando Molano, me pregunto yo. Porque morder a un muchacho es una labor de alto riesgo. Se carga con tanto apodo; las identidades y las condiciones a veces pesan. Además de las lecciones apostólicas y los sermones maternos que retumban en la cabeza con sólo tocarle la mano a un muchacho.

Así que pienso que la única manera de desear o amar a un muchacho -o muchacha- sin culpas ni latigazos porque sea mal visto o ‘indebido’, es comprarse un perchero para prejuicios, un cartelito en la puerta para advertir a los evangelistas y sacarse a si mismo del armario –tanto encierro no es bueno-. A veces pienso que la mejor y más básica forma de medir el bien y el mal es por el placer y el dolor o el número de muertes que se puedan provocar; y hasta donde recuerdo no he matado a nadie. Que no suene a hedonismo, aunque en el fondo guarde el olor, pero, como diría Janis Joplin refiriéndose a las drogas, y yo refiriéndome a los muchachos: “Lo que te hace sentir bien no te puede causar ningún daño”.

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte IV)

MEDIO ROJO, TRES CUARTOS O BIEN COCIDO
La carne, carne será.


“Los vicios de sexo, no son vicios”
Joaquín Sabina


Tras haber definido Orientación e Identidad sexual y de género y todas sus diversificaciones, doy ahora mi diatriba con aires de utopía, escandalosa quizás para los defensores de las ‘buenas costumbres’ que aún no han colgado sus obsesiones en el PERCHERO, y que siguen leyendo porque, como dice Millôr Fernandes: "Pornografía es todo aquello que excita a los moralistas".

Mi sermón va para los dos bandos en disputa, por un lado los reaccionarios contra las manifestaciones de la sexualidad, por otro a los defensores acérrimos de la diversidad.

Un día escuché a alguien decir, no recuerdo quien, una frase que se quedó en mi memoria y que está en mi colección de frases celebres: “La naturaleza no se desvía, se diversifica”. Siendo así, como las raíces de un árbol que cada año tiene más, la sexualidad, apéndice de la naturaleza, también se expande como dicen que lo hace el universo. Ella agrandándose y nosotros conteniéndola, dividiéndola, partiéndola y reprimiéndola. Un día de estos, el universo va a estallar de tanta sexualidad y no habrá rincón en donde esconderla.

Decía entonces que estoy en desacuerdo con los fanáticos de lado y lado. Los que la quieren reducir a su mínima expresión, con sus ajados y desvencijados pretextos por defender ‘la sagrada institución de la familia’, y los que por defenderla, terminan definiéndola y redefiniéndola, tratando de contenerla en frascos diferentes.

Pienso en el humano y su complejidad, y más que en el humano en la naturaleza en general. "Llamamos perversa a una práctica sexual cuando se ha renunciado a la meta de la reproducción y se persigue la ganancia del placer como meta autónoma", dice Freud. Castigamos con amenaza de iniciar cruzadas y escalfar a los indecentes, sólo por apelar a su derecho al libre goce.

Antinatural es la primera palabra que aparece en el diccionario de los que se alborotan ante el vocablo homoerotismo. Antinatural y contra la voluntad de Dios todo poderoso. A lo de antinatural tengo una respuesta sencilla: científicamente comprobado que los delfines tienen sexo por placer y que en más de mil especies animales se han encontrado comportamientos homosexuales. Para el segundo argumento, el de la voluntad de Dios, me gustaría que el escrito de José Saramago, El Factor Dios, fuera masivamente leído.

En 2004 una noticia recorrió la internet, invadió la blogósfera y páginas dedicadas a la comunidad LGBT; dos pingüinos del zoológico de New York, Roy y Silo, habían seguido el ritual de apareamiento normal en estos animales. Lo particular de la historia es que eran dos pingüinos macho. Reunían piedras para similar huevos y los empollaban como lo hacen todos los pingüinos. Un celador, al ver esto, tomó un huevo abandonado del que salió Tango. Algunos opinaron que este comportamiento al igual que el infanticidio, era común en el reino animal y no por eso deseable en los humanos. Otros apreciaron la noticia como muestra de la sexualidad dentro de los animales, que no tiene como fin único la reproducción.

Si bien es cierto que nadie desea que se maten niños porque tenemos la capacidad de razonar y pensar que son criaturas indefensas, tampoco se puede comparar un infanticidio con un acto homosexual. Siempre debe haber límites, una normatividad más de convivencia que de restricción. Un acto sexual, siempre que sea acordado por las partes y disfrutado por ambas, será tan permisible como que un suicida renuncie a su vida –guardando diferencias-.

Ahora hablaba de mi planteamiento utópico, porque aunque a veces me parece que vamos en esa dirección, siento que nos faltan terrenos por dejar atrás, y más percheros para colgar las condiciones que se nos van pegando en el camino. Pienso que una sexualidad responsable, concibiéndonos como sujetos con responsabilidad social, y con el respeto, la libertad y la admiración que merecen las obras de arte y el sexo, sería el clímax al que podemos esperar llegar. No hablo de un mundo donde en la calle, en los postes y en las aceras se vean personas copulando, ni de un Jardín de las Delicias como el cuadro de Bosch. Hablo de la eliminación de barreras en el sexo, una liberalización sexual, y una quema masiva de los condicionamientos.

El sexo, lo decía, debe ser un acuerdo. Por esto no defiendo prácticas como la zoofilia ni la pedofilia, o los accesos carnales violentos. No hay un acuerdo justo, las partes no están en iguales circunstancias.

Doy por terminada mi perorata contra los mutiladores de la sexualidad. Ahora la inicio contra los del otro lado.

LGBT, son las siglas con las que se suelen clasificarse las manifestaciones sexuales diferentes a la heterosexualidad. Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero. Pero esta clasificación se queda corta para las variantes y las mixturas que puede presentar el universo del Eros. Aparece entonces una discusión que obliga a la adición de nuevas siglas al término original y a reformar muchas de las clasificaciones preestablecidas. Surgen variantes como los Queer, Usure o inseguros-indefinidos, Aliados o heterosexuales “entendidos”-“gayfriendly”, Intersexuales, y hasta los Fetiche. Pido disculpas a quien se sienta discriminado, si la sigla con la que se identifica se me ha pasado por alto.

Con tanta diversidad, no alcanzarían las letras y sería tan engorroso como nombrarlos uno a uno en una nota breve de trescientas palabras. Pero hay quienes insisten en encontrar nuevos nombres, nuevas ramas y nuevas siglas para nombrar lo innombrable. Entonces, se encuentran artículos noticiosos que no se ponen deacuerdo si la G debe estar antes que la L, o si colocar las tres T para cada uno de los Trans; otros añaden una Q para no olvidar a los ‘raritos’ o la H o la S, porque no se debe discriminar a los heterosexuales o straights.

El Sociólogo, filósofo, educador, investigador, activista, entre otros títulos, Manuel Antonio Velandia, escribe en un correo a varios de sus lectores, refiriéndose a las diferentes marchas de la comunidad LGBT: “Si los establecimientos se llaman de “homosocialización”, debe ser porque no atienden lesbianas, ni bisexuales, ni transexuales, ni travestis, ni transformistas, ni intersexuales, y mucho menos queers y tampoco aceptan heterosexuales o aquellos que no son homosexuales sino gay, maricas, maricones, loquitas, etc”.

A mi parecer, sería molesto -pido disculpas si me equivoco-, decir algo así como: los establecimientos de lesbo-gay-bis-trans-drag-queer-inter-hetero…-socialización. Y no quiero decir que no debemos llamar las cosas por su nombre, pero con lo que disido, es con esa costumbre de especificar, clasificar, particularizar, con una asepsia de cirujano; cometiendo el error que he repetido durante el texto: la mutilación y especificación de la sexualidad.

No voy a entrar en el área del llamado Análisis Crítico de Discurso, pero a veces al defender tan fanáticamente algo, se termina por agredirlo. Eso es lo que sucede con la diversidad y la diferencia, pedimos respeto e igualdad, que se nos trate igual pero seguimos creyéndonos los diferentes. Ojalá comprendiéramos que las identidades y las orientaciones son una prenda más a vestir. Hoy puedo querer llevar una camisa y un jean, mañana quizá quiera usar corbata o una peluca roja, rímel en los ojos y carmesí en los labios. Si comprendiéramos la sexualidad como un accesorio más en el perchero, podríamos combinarla y, quien sabe, hasta algunos muertos podríamos evitar.

Ser o estar, que dilema más utilizado, tan eterno, nadie se ha decidido. Pero, para cerrar este escrito, diré que el Ser crea cierta condición: SOY HETEROSEXUAL, y tremendo problema si cambias de opinión. Pienso entonces que sería correcto utilizar el Estar, sonaría como: Hoy ESTOY COMO GAY, y no habría inconveniente si al día siguiente te despiertas diferente.

Por eso hoy Estoy, mañana “ya veremos” me dice la parca al oído...

martes, 7 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte II)

SALTEAR, FREIR U HORNEAR
Al Baño con María o sofreído en las duchas con algún muchacho… Sexualidad, cuestión de condimentos.


“La sexualidad es tan insondable como el más allá”
Melodrama – Jorge Franco


La sexualidad y la muerte, Eros y Thanatos, placer y dolor… No rosaré los terrenos del psicoanálisis y pecar de ignorante, pero comienzo mis diatribas disfrazadas de ensayo con esta idea de dos cabezas. El sexo y la muerte, placer y dolor, “tanto tango, tanto dolor”, “primero hay que saber sufrir, después amar, después partir, y al fin, andar sin pensamiento; me gusta el tango”, dice la muerte en el Lado Oscuro del Corazón II.

Insondable, inescrutable, indescifrable, incognoscible…, me atrevo a decir también que la sexualidad es indefinible, inclasificable. No me es posible concebir al ser humano sin sus dos condiciones fundamentales: Sexualidad y Mortalidad. El arma para construir y prolongar la existencia es el sexo, y en respuesta, para mantener un equilibrio y dinamizar la vida está la muerte, la destrucción. Dos pulsiones, como diría cualquier psicoanalista, por las que el ser se mueve, de lo contrario vendríamos siendo lo mismo o poco menos que una piedra.

A esto reduzco entonces al ser humano: sexo y muerte. En las simples ventas de los periódicos se puede comprobar cómo respondemos a estas dos ideas, por eso la crónica roja, el sensacionalismo y el amarillismo, los cadáveres expuestos en primera página y una contraportada de senos prominentes, venden más que el hambre en algún lejano continente y la noticia de otro extrajudicial más –a menos que se adjunten fotos de cuerpos famélicos y torturados-.

Escribiré aquí la palabra perchero: PERCHERO. En mayúscula, así será lo bastante grande para colgar el resto de prendas que le pueda quitar al humano: cuelgo la moral, los tratados de ética, los libros sagrados, los ismos, las doctrinas y los dogmas; ojalá pudiera colgar también en lo más alto la psiquis, la mente, los monólogos internos; pero dejaría demasiado desnudo al hombre. Nada estorbará entonces, he talado el pedestal donde está montada la humanidad. Ya, sin tanto adorno es más fácil comprenderlo todo.

Sin todos esos atavíos, seguimos siendo sexo y muerte. Planteo entonces el punto central por el que escribo todo esto: Si la sexualidad es tan insondable, inclasificable como la muerte; ¿por qué insistimos en tratar de entenderla, especificarla, dividirla y hasta polarizarla, dándole mayor o menor validez a ciertas expresiones que la contienen?

Los gustos eróticos y las afinidades afectivas son una cuestión de condimentos. Digo esto y pienso que es lo mismo preparar distintos platos con iguales ingredientes, a ir a la cama sin distinciones o condiciones, pero con iguales sentimientos. Recuerdo mi primer amor… mis dos primeros amores debería decir, porque me es imposible colocar a uno antes que el otro: Viviana, era una nenita de labiecitos gruesos, ojitos de pez globo, ojeras color remolacha, con un olor dulzón, una carita sacarosa, dulcificada con mocos chillones, unas pestañas de vaca y cachetes de fresa. La confusión vino cuando, casi al mismo tiempo, me enamoré de Manuel, con sus labiecitos delgaditos, ojos de tortuga, ojeras berenjena, con un olor brusco, una carita angulosa, una cortadita en la ceja izquierda…, los veía y puedo jurar que las rodillas hacían el mismo sonido que los dientes cuando hace frio. Una mezcolanza de bichos me inundaban el estomago y un sudor frio las manos. Ambos me gustaban por razones diferentes, cuestión de sazón, supongo.

Era lo uno o lo otro, y debía ser más la una que él otro, me recordaban en todas partes. En un colegio católico, donde está mal visto no ser otra oveja más del rebaño, yo opté por ser de las negras por las que el arte de la escultura, según Augusto Monterroso, ha progresado (Léase La Oveja Negra – Augusto Monterroso). Entonces allí estaba yo, con Manuel, dentro de un confesionario y muriéndome del miedo por lo que estaba sintiendo. Él jamás lo supo, seguro lo sospechó, pero nunca se lo dije... a Viviana tampoco.

Un tiempo después y gracias a mi madre, estaría sentado en algo menos que un diván, en una oficina empapelada con libros de Lacan y Freud, y frente a mí, con los pelos desparpajados, una mujer diciéndome: ‘¿Sabés cuál es el problema de la humanidad?: El Con-di-ciona-miento’. Y me dije: Sí, el problema de la humanidad no es más que eso, esa maldita costumbre de andar por ahí encasillándolo todo: Que los Judios, los Cristianos, los Negros, los Blancos, el Futbol, que Stalin y Musolini, que el norte y el sur, que el rojo es rojo y el negro la nada…

Gracias a las condiciones, en especial las sexuales, es que escribo este texto. Nací enredado y la sociedad no ha podido desenmarañarme. ‘Unos dicen que aquí otros dicen que allá’ y yo, pues… debo partirme en dos.

lunes, 6 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte I)

“La sexualidad es tan insondable como el más allá”
Melodrama – Jorge Franco.


Este escrito hace parte de un ensayo en proceso sobre lo absurdo que puede ser encasillar la sexualidad, dividirla y polarizarla; dándole mayor o menor valides a algunas de sus manifestaciones. Esta es sólo la introducción al texto completo que aún no he terminado. Posiblemente lo vean fragmentado en el blog en unos días. Si desean una copia completa en cuanto esté terminado, con gusto se los enviaré. Pueden dejar sus correos electrónicos en la caja de chat, en un comentario o enviándome un correo electrónico. Espero lo disfruten y si tienen algo que comentar, añadir u opinar estaré agradecido. La primera parte -en comillas-, es un fragmento del libro Un Beso de Dick de Fernando Molano.


ENTREMÉS
Sobre lo que es estar con un muchacho… y media sociedad en la cama.


(…)
-Es que no se puede ser feliz con quien no se debe.
-¿Pero por… por qué no se debe, pá?
-¡Porque todo tiene un orden, Felipe!... Un pájaro no se puede enamorar de un gato: ¿cómo puede ser feliz con un gato?

¿Un pájaro?: ¡por Dios!
-…
-…
-Los pájaros no son felices ni tristes. Sólo son pájaros.
-Eso no es lo que cuenta… Él puede creer que es feliz y estar equivocado, ¿no ha pensado en eso?
-¿Y…?- maldición: ¿por qué tendría yo que pensar en eso?
-Puede estar equivocado y no darse cuenta, Felipe. Él es muy joven y puede no darse cuenta.

Sí, claro: es tan jovencito que ni siquiera ha aprendido a caminar… ¡Y por eso se la pasa en cuatro: me da risa!
-…
-Vea, Felipe: a su edad hay cosas que todavía no se pueden entender. Y a su edad se es muy ingenuo, y este mundo está lleno de gente depravada que se aprovecha de eso para hacer daño…

¿’Gente depravada’? ¡Maldición!: ¿Leonardo?, ¡¿está hablando de Leonardo?!... ¡Dios mío!...
-…

Ah, es mejor callarse, Felipe…
-Nadie le está diciendo a ese muchacho que no sea feliz- ‘a ese muchacho’: por qué no le ponemos nombre de una vez a ese muchacho-… Él puede ser feliz todo lo que quiera, Felipe; pero no haciendo daño…
-…
-…
-Él no le está haciendo daño a nadie. El no está haciendo nada malo. Yo sólo sé que se enamoró.
-¡Por Dios!
-Pero, pá, ¿cómo puede hacerle daño a nadie, si sólo se ha enamorado? Yo no entiendo, pá.
-¡Hay mil cosas que usted no entiende!

Maldición: ¿por qué tiene que gritar?
-…
-A su edad no se puede entender… Además, uno no se enamora a esa edad: enamorarse es algo serio.
-Pero usted y má…
-¡Sí, ya sé! Pero es distinto. Además, teníamos veinte años cuando nos casamos.

¡Casarse!: qué chiste…
-Ustedes eran novios desde niños…
-¡Es distinto, Felipe: entiendalo! Gabriela y yo… Yo podía amarla a ella porque… ¡porque es natural! Pero… ¡Dios!... ¡¿Usted sabe de quién se enamoró ese muchacho?!

¿Pero por qué tiene que gritar, pá?... Ya no grite más-ya no grite más…
-…
-¿Usted se ha puesto a pensar en eso, Felipe?
-…
-¿Usted sabe…?
-…
-¿Usted-sabe-de quién-se enamoró él?
-…
-…
-…
-…
-Él no se enamoró de un gato.

Un Beso de Dick - Fernando Molano

¿De un gato?, si me hubiese enamorado de un gato no habría tanto problema. Pero como me enamoré de un muchacho, el cuento fue otro.

Sodomita, enfermo, aberrado, pervertido, desviado, invertido, amanerado, torcido, raro, anormal, degradado, de ambiente, del otro lado/bando/equipo -para otros disfemismos consultar foros virtuales de grupos cristianos o el diccionario de la Iglesia Bautista de Westboro-, mariposa, mariposo, mariposón, marica, mariquita, maricón, puto, rosquete, muerdealmohada, loca, maniquebrado, soplanucas, galleta, pirobo, cacorro… Uno a uno de los niños del salón de clases soltaban una palabrota a la ‘loquíta’ del centro del aula.

¿Cómo puedo cargar con tanto apodo?, si basta con la confusión que uno tiene a sus doce años como para que le estén cambiando el mote cada cinco segundos, desde las cuatro esquinas del salón, durante las tres horas del acto cívico, las dos de recreo, y un timbre que suena me salva la vida.

Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡Mamá, soy gay!

Luego vinieron los estigmas: “Lo único que le pido es que no me monte una peluquería”. Fue la respuesta de mamá.

Tanto problema por querer a un muchacho, como si mamá y papá, o los compañeros de clase y profesores, o las instituciones religiosas y gubernamentales fueran con uno de la mano hasta la cama. Tanta gente metiéndose en el lecho, cuando uno sólo quiere estar tranquilo con un muchacho.

viernes, 19 de diciembre de 2008

DEO GRATIAS por la diversidad

"Donde se haya establecido que es vergonzoso
estar implicado en relaciones sexuales con hombres,
eso se debe a maldad por parte de los gobernantes,
y cobardía por parte de los gobernados"
Platón.

Dos figuras públicas captaron la atención de los militantes LGBT y quienes apoyan su lucha. El primero, el senador Víctor Velásquez del partido Colombia Viva en Unidad Cristiana provocó un revuelo por una serie de televisión argumentado que las temáticas homosexuales no debían ser tratadas en horario prime y presentó un proyecto de ley que “moderaría” el actuar de esta comunidad. El segundo, por sus conocidas posturas ultraconservadoras y su discutida llegada al puesto de Procurador General de la Nación, el señor Alejandro Ordóñez.

Me encargaré esta vez del honorable senador quien lanzó una afrenta contra el programa Aquí No Hay Quien Viva, el cual –a su parecer- presentaba personajes perjudiciales en el proceso de formación de los niños. “Las opciones sexuales se ofrecen al público, yo no creo que este tema se pueda ofrecer”, opina Velásquez y después añade que esta temática afecta el libre desarrollo de la personalidad de los jóvenes. Una idea algo contradictoria si se tiene en cuenta que el libre desarrollo consiste en una toma de decisiones autónoma frente a realidades propuestas. El senador pretende que los homosexuales sean escondidos y que los niños jamás sepan de su existencia, lo que para él traduciría en “valores” sociales hasta ahora olvidados. Pero son mentalidades como las de Velásquez las que castran el libre albedrío, no porque esas “conductas” no se muestren van a desaparecer.

La posición homofóbica del senador se evidencia en comentarios como: “La verdad es que si, tienen sentimientos, tienen emociones pero no significa que tengan el mismo comportamiento que yo tengo” o “¿Cuándo dos hombres proyectan vida? ¿Cuándo dos homosexuales reproducen la vida?”. Sería bueno senador que se paseara algún día por los parques de Medellín y admirara a las parejas de ancianos del mismo sexo sentados en las bancas alimentando a las palomas y dedujera de eso historias dignas de ser contadas. ¿Desde cuándo la existencia humana se reduce a la simple reproducción?, de ser así, dios debe estar muy aburrido allí arriba viendo a sus criaturas repetir la misma rutina siglo tras siglo.

La miopía e ignorancia de muchos de nuestros dirigentes puede hacer sentir vergüenza a todo un país, ¿Qué dirán en la ONU, donde avanza una lucha por la despenalización de la homosexualidad en varios países?, señores de las Naciones Unidas, pongan el ojo en Colombia que hay parlamentarios que nos quieren exigir hasta como vestirnos y cuando besar a nuestras parejas.

Hace ya varias décadas de aquella Revolución Sexual y aquel 17 de mayo del 90 que se relegó a la Homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Se hacen insoportables estos pensamientos retardados dignos del Medioevo y de fanáticos inquisidores. Debates tan innecesarios develan una antipatía profunda por la diferencia y un amor predicado –no sentido- por el otro.

El partido al que pertenece Víctor Velásquez, de notable filiación religiosa, ha sido seriamente cuestionado por los escándalos de otros miembros investigados por parapolítica.
Roguemos que dios juegue en el bando de la diversidad, porque el senador se calme y se digne a ver la serie; la que no ve por falta de tiempo y ocupaciones varias. Asimismo imploremos al nuevo Pro-Cura-dor que no le dé tanto madero a las minorías y que deje sus prejuicios de lado. A los señores del Polo que estuvieron a su favor, esperamos no hayan perdido su votico.

“Si la homosexualidad es una enfermedad, declarémonos todos maricas en el trabajo:
-Hola, no puedo trabajar hoy. Sigo siendo marica” Robin Tyler.
Amen

viernes, 12 de diciembre de 2008

De la Capucha al Anonimato Virtual

Tras la saturación del tema en los medios de comunicación se puso sobre la mesa un asunto que había salido del ruedo hace algún tiempo: La protesta académica y el movimiento estudiantil. Con informaciones poco puntuales y un escándalo suscitado por una cuestión que ha estado latente en las universidades de Colombia desde hace más de setenta años, los medios informaron acerca de la insurgencia en las instituciones educativas y la intimidación que originaban los estudiantes que recurrían al anonimato para expresar su opinión.

El despliegue mediático, cualquiera haya sido su objetivo, dejó un sabor a inconformismo entre los estudiantes, quienes reaccionaron contra la desinformación y la malinterpretación que se estaban reflejando. Diversas manifestaciones fueron organizadas y no tardó el debate en llegar al lugar de encuentro de las nuevas generaciones, el Facebook.

Estudiantes de distintas universidades, diferentes ideas y posiciones, se dieron a la tarea de continuar la polémica, con la facilidad que da la Internet para desplegar argumentos, pero con el mismo anonimato que emana la capucha. Desde grupos que apoyan las ideas de los encapuchados como La capucha no es terrorista y los que opinan que “el problema no son las capuchas… Es la apología al delito”; hasta el pronunciamiento libre de los estudiantes que no apoyan estas ideas, el caso de CCC Contra los cobardes capuchos.

Es que hacen falta cosas en este país: democracia, libre albedrio y derecho a la protesta; que como las buenas ideas, se queda en la teoría. El internet da la garantía de opinar sin ser físicamente recriminado. Sin ese contacto personal, sin esa intimidación que nos representa el otro, se hace más llevadero el ejercicio de la democracia. Por eso estos grupos develan lo que en las universidades poco se trata: la posición sobre los encapuchados, la insurgencia y la protesta estudiantil.

Los foros cibernéticos poco se parecen a los reales, pero irónicamente es posible encontrar más verdades. La dinámica de la democracia radica en el debate, en la confrontación de ideas y estos lugares virtuales lo permiten. “Creo que a punta de papasos y otros métodos de lucha hacen que no pueda oírse nunca lo que argumentan. Por aferrarse a un método de lucha que se ha comprobado inútil y perjudicial, sus ideales están siendo satanizados”, opina una integrante del grupo Capuchos Universidades Públicas Colombianas, al cuestionamiento sobre su posición sobre los encapuchados; a lo que otro participante del foro responde, “Mira mujer, no creo que ninguna persona ame la violencia o le encante estar arriesgándose y chupando gas, lo que pasa es que cuando un estado o gobierno como el que tenemos ahora es tan cerrado en su pensamiento y cree tener la razón en todo, sabiendo que este estado controla los medios de comunicación privados y que a los independientes nadie en este país los ve o lee, una de las pocas formas de hacerse sentir es por medio de estos actos”.

Sin el temor a ser rechazados o reprendidos, los estudiantes ejercen su derecho a opinar, lo que evidencia la falta de comunicación que existe en las Alma Máter y la necesidad de una unidad plural en el movimiento estudiantil que valide este ejercicio no solo en el ciberespacio, también en los planteles educativos. “Creo que el fin de estos movimientos se ha empezado a desviar, además últimamente se ha demostrado (al menos en mi universidad) que la voz de los estudiantes que creemos en otros métodos de protesta ha sido callada, por así decirlo, pues se han hecho actos que atentan contra la integridad del estudiantado, con razones no muy claras” expone un personaje en otro de estos foros. Y es que aunque se protesta porque se haya dicho que las capuchas deberían ser exiliadas de las universidades, también se debe reclamar el derecho a la diversidad de pensamiento, de expresar sin miedo –y sin camuflajes- los propios enfoques, no se puede cometer el error de las grandes esferas, el de acallar las voces de las minorías y de los disidentes.

Una observación que a resaltar es la tendencia de estos grupos a discrepar con estos enmascarados y con sus ideas. Al buscar las palabras Capuchos o Encapuchados, se encuentra una cantidad de estas organizaciones, en su mayoría fastidiadas por la figura de estos personajes y apenas una minoría que apoya sus causas y les agradece su presencia en las universidades.

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Este artículo hace parte de un trabajo periodístico colectivo requerido para la clase de Periodismo Político en U de A, sobre la insurgencia en la universidad pública.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Tele-vicio Placebo

"Creo que la televisión es muy educativa.
Cuando alguien la enciende me voy a leer un libro"
Groucho Marx


¿Qué sería del hombre sin el control? Pero no ese que se ejerce sobre otros sino el que verdaderamente te hace sentir poderoso. Un botón y tienes el mundo a tus pies, dispuesto a cambiar ante tus inestables estados de ánimo. Ese control que sentimos nuestro, aunque pertenezca a los expendedores de imágenes al otro lado de la pantalla, esos que están allí con más botones aun, con cámaras y lucecitas deslumbrantes. Son ellos, los que estiran la realidad y la mano para entregarte el placebo y saciar tus ansias de matar la cotidianidad, los verdaderos dueños del control y de la conciencia.

El control sobre la mente colectiva, sobre la tele, ese deslumbrante invento que comenzó con el planteamiento sobre la fotoelectricidad y ahora es una cajita llena de gasecitos mágicos. “El hombre, con cierta razón, le teme a la oscuridad, al silencio y a la soledad […] La televisión, creo, debe su éxito a que nos libera de una sola vez tanto de la oscuridad, como del silencio, como de la soledad” [1], el éxito de la televisión radica en el sedentarismo mental de los consumidores, quienes encuentran en ella una compañía inerte y casi manejable, y sobre todo, de menos cuidado que una mascota. Héctor Abad Faciolince la compara exactamente con un canario, expresando que “a un canario se le puede pedir que sea amarillo, que cante y que se mueva, pero a nadie se le ocurre exigirle que sea inteligente” [1].

No se ha dicho que los buenos inventos sean útiles, o que suplan una necesidad. Si practicamos por cinco minutos el deporte de los tiempos contemporáneos -zapping-, fácilmente deducimos que no hay muchos nutrientes en la bandeja de programación que dispone la agenda televisiva; por lo que es mejor tomar un buen libro y sentarse a leer, lo que para muchos supone una actividad ardua, si se tiene en cuenta que para ver tele no hay que digerir demasiado.

Desde un comercial, pasando por los lánguidos noticieros y llegando a los remojados melodramas, encontramos un libro sin letras, una caja resonante y emitente de realidades relatadas, sesgadas.


Televicio Placebo: La telenovela.

En una sociedad exagerada, de matices tan variantes, el espectáculo no tiene sentido porque todo es ya particular; así que toca inventarse la magia. Es así como nace, entonces, la telenovela, el género televisivo latinoamericano por excelencia.

Jesús M. Barbero y Germán Rey, opinan que la telenovela es el lugar donde se hace posible representar, mínimamente, la historia que no presentan los noticieros, “mientras los noticieros se llenan de fantasías tecnológicas, y se espectacularizan a sí mismos, es en las telenovelas y dramatizados donde el país se relata y se deja ver” [2]. Opinan además, que el avance en este género televisivo es visible en la mutación que sufrió desde los setentas hasta los noventa. De los dramatizados semanales como El cuento del domingo, donde la experimentación estética y narrativa es notable debido a la dirección por parte de personajes dedicados al teatro, se pasa a las producciones diarias, el caso de Café donde se comienza a definir un lenguaje particular de la televisión, distinto al cine y al teatro. Estos dos académicos consideran que la telenovela no es tan mala como muchos creen, por el contrario, es el espejo de la sociedad, es el género necesario para crear identidades y pulirlas al tiempo; la telenovela como medio de expresión popular.

Por otro lado, personajes como Claudia Ruiz Arriola y Héctor Abad Faciolince, consideran la televisión, hablando específicamente de la telenovela, como una aversión cultural, un sedante cerebral. Abad apunta a que nuestra modorra mental se ha alimentado de pésimas telenovelas, convirtiéndose en un mal casi necesario. A los cultos los banaliza la tele, mientras a la masa al menos les suple sus carencias académicas. De fondo, en la gloria de estos programas, se esconden varias cosas. Podríamos decir que son el reflejo de realidades que los noticieros no abarcan, o no se atreven a hacerlo; también podríamos suponer que es la manera en que los medios crean imaginarios para homogeneizar la identidad nacional, un tipo de control de algún modo útil para intereses particulares.

En el escrito La telenovela o el bienestar en la incultura, Abad supone el triunfo de la telenovela como el triunfo de los ideales burgueses, “El triunfo de las expectativas, la moral y las perspectivas vitales de la pequeña burguesía”. Lo anterior lo explica con un ejemplo puntual: En la Rusia pre Gorbachov, las amas de casa veían atentamente las importadas telenovelas latinoamericanas, lo que para Abad significaba la victoria de un cambio de mentalidad. El éxito de estas producciones era muestra de que los sueños burgueses seguían vigentes a pesar de los sometimientos marxistas. La identificación de las rusas con estos cuenticos criollos recae en que la pequeña burguesía es una clase idéntica en todas partes, la telenovela es entonces una “epopeyita pequeñoburguesita”, define Abad Faciolince.

Pero, ¿Cuál es la causa del éxito en estos programas, si son todas iguales? Umberto Eco explica que el televidente encuentra dinamismo en ver que lo que él había previsto se cumple, esto se debe no necesariamente a una mente astuta, sino a los imaginarios ya desarrollados por historias anteriores, por la repetición en la estructura y las acciones en estas narraciones.

Así es como la historia nacional se ha llenado de relatos inventados y de estereotipos malogrados, nuestros héroes nunca serán reales, nunca lo fueron, tenemos la condición de las sociedades pequeñas, la exageración. Pasamos de aquellos híper exaltados personajes de la independencia, los mismos de la patria boba, a los que cada noche vemos triunfar, sin castigo, gracias a sus polvos ilícitos; y ni hablar de las teorías que noche a noche aprendemos: sin tetas no hay paraíso; el que reza y mata, empata; la plata es un aceite que cualquier tornillo afloja…



Medios de Des-Información

El papel del periodismo no ha sido uno distinto que inspeccionar, fiscalizar los estamentos públicos. Por algo se le ha denominado muchas veces como el cuarto poder de un estado. El periodismo debe velar por mostrar a los nacionales los movimientos políticos y la corrupción.

Es rebatible el decir que la corrupción es un tema de hoy, como lo expresan Jesús M. Barbero y Germán Rey, pues es una temática tratada a lo largo de la historia del periodismo, cualquiera que sea su presentación (Prensa, Radio o Televisión). En el libro Los ejercicios del ver se expresa: “Si en el pasado su fortaleza estaba en cuidar a cualquier precio su privacidad ahora lo está en acomodarse con cinismo a la visibilidad”. La corrupción siempre ha estado allí en la agenda mediática, sólo que se vale de los mecanismos de estos para lograr sus fines. Basta con revisar los periódicos de 1928 para encontrar la anémica información sobre la Masacre de las Bananeras. Ni que decir de los tantos sesgos que se le han hecho a los medios por parte de políticos corruptos, actores paraestatales, amenazas subversivas e intereses de lo privado.

La televisión informativa ha sufrido grandes cambios. Si comparamos un noticiero de la década de los ochenta con uno de la actualidad, es evidente, obviamente la tecnificación, y más aun el manejo parcial de la información. En décadas pasadas la televisión informaba mas cuidadosamente de los hechos, sin valerse del lenguaje televisivo para editarlos. Ahora encontramos un panorama muy diferente, los medios han apelado a sus intereses privados, lo que convierte a la noticia en un bien particular que imposibilita el acceso a una información amplia y poco contaminados.

Puntualizo al ilustrar con el caso de la senadora Piedad Córdoba y el tratamiento que se le da en los medios, especialmente en RCN. Alguna vez esta senadora denuncio el atropello mediático que se le había dado a ella por su postura antiuribista y planteamientos con visos socialistas. En cierta ocasión la senadora pronunció unas palabras que rezaban algo como que ella estaba de acuerdo con el proyecto expansionista de la solidaridad, el amor y los derechos; a lo que el medio editó dejando las palabras a medias, dando a entender que la senadora estaba de acuerdo con el proyecto expansionista que promulga el presidente Chávez en Venezuela. Lo anterior es prueba del trato a la información y la conveniencia que tiene para intereses particulares. Luego del incidente la senadora respondería con diatribas hacia el canal y al grupo Ardila Lülle.

Como este hay otros ejemplos claros, como los ya enunciados en el texto de Rey y Barbero: El proceso 8000 y la confrontación en Las Delicias. Ellos apuntan también a que “La visibilidad que ofrecen medios como la televisión es casi siempre paradójica: no responde a un ideal de total transparencia sino que es el resultado más o menos ambiguo de la intersección entre información y desinformación, verdad y artificio, montajes ritualizados y espontaneidad”. La guerra narrada como un gran relato, pues así no pierde actualidad, el relato no se agota, mientras la noticia se desecha cuando deja de ser nueva. Una sociedad hecha relato se convierte en un gran melodrama, la telenovela latinoamericana.

¿Y si armamos una guerra? Una guerra mediática. Seria genial hablar de “La Revolución de los Botones”, todos al tiempo tecleando directo a la caja, pidiendo por más anestesia. Así los del otro lado perderían la cordura -y el control-, ya no nos divertirían mas, seriamos animales hambrientos de propaganda y nueva tv, y ellos ciervos indefensos corriendo por refugio.

Sin embargo la vida sigue igual, es incomodo entenderla en negativo. Por esto, por esa condición de seres conformes ¡Nada Haremos! Todo seguirá igual, nosotros con nuestros botones y ellos con el control…
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[1] Héctor Abad Faciolince: La Telenovela o el Bienestar en la Incultura. Revista Número 9 (1996), 63 - 68.

[2] Jesús Martín-Barbero, Germán Rey: Los Ejercicios del Ver (2000), Capitulos 4 - 6.