En la era del zapping es difícil no entrar en la moda de aquel deporte de ejercitar el pulgar mientras se desbordan por la pantalla una cantidad de imágenes, cada una más parecida a la anterior. Es lamentable la falta de ingenio de los productores y la costumbre de recurrir al "copiado" –o remake, como lo prefieran- de series de otros países. Éste es el caso de la tan exitosa serie Aquí No Hay Quien Viva de RCN.
Pero a lo que voy no es exactamente a la crítica de esta nueva tendencia en la televisión, quiero referirme a algo aún más preocupante: En pleno siglo XXI, seguimos en una época de inquisición, criticando actitudes y estilos de vida que deberían haber dejado de ser tema de escándalo hace ya mucho tiempo.
Es sorprendente encontrar que todavía hay quienes se toman el espacio y el tiempo para escribir diatribas contra un programa de televisión por mostrar personajes diferentes en su forma de actuar. No soy un seguidor de la serie –prefiero la versión original-, pero observé atónito La Defensoría del Televidente de RCN, donde reciben quejas y sugerencias sobre la programación del canal. La mayoría de los espectadores entrevistados –por no decir todos- se referían tímidamente, casi sin pronunciarlo, a una temática que les molestaba –quizá la única-, La Homosexualidad.
Excusándose en la educación de los niños y en el horario prime en el que se presenta la serie, escondían una notable aversión al tema. Muchos fueron los que dijeron que los infantes no deberían saber "esas cosas" a una edad tan temprana, otros añadían el factor de los desnudos y el trauma que podría causar en los chicos.
Personalmente no estoy de acuerdo con la forma jocosa, y a veces ridícula, como se muestran los personajes homosexuales en la televisión colombiana, pero por lo menos se le está dando cierto protagonismo a una comunidad que había estado relegada al silencio. No se debe ocultar una realidad, en Colombia hace falta educar y parecería que se debe empezar por los padres. A veces los hijos parecen más sensatos, incluso ven con cariño a aquellos personajes que para ellos ya empiezan a ser comunes.
Siempre he pensado que el papel de la televisión es uno muy diferente al de educar, su fin principal es entretener. Claro que lo anterior podría prestarse de excusa para malas interpretaciones, pero debemos ser consientes de que se trata de un negocio y lo que vale es unos puntos de más en el rating. No estoy hablando de una tv libertina y netamente comercial, sino de entender que la educación de los hijos debe ser dirigida por los padres, y es a ellos a quienes les corresponde abrirse al mundo y no vender una imagen ilusoria, sublimada de un país desangrado.
Me pregunto si hay esa avalancha de quejas cuando los hijos ven programas donde se les "enseña" a no ser sapos porque podrían terminar mal y donde los "héroes" son aquellos modelos obesos repletos de dinero y polvos ilícitos; ¿Qué tanto han aprendido las niñas de la teoría de que sin tetas no hay paraíso?, y ni hablar de las tantas novelas criollas donde la venganza es factor fundamental en su desarrollo.
Estoy de acuerdo en que se debe reevaluar la calidad de la programación en la televisión, pero lo que nos incumbe ahora es renovar el pensamiento desvencijado que tiene Colombia, no podemos quedarnos en el siglo pasado, no podremos hablar de una paz sin respeto por el otro.
Recuerde que usted es el otro del otro, no se fije en esa maraña de condiciones que nos ponemos encima tantas veces. Si su color de piel es diferente, si le sobran o le faltan kilos, si tiene un lunar de más o una uña de menos, si le gusta el jamón o la mortadela, el hombre o la mujer, el cerdo, el pollo o la res, si su dios es Alá o el mismísimo Satán; eso es sólo cuestión de gusto, personalidad y diversidad.