Lo que habita entre palabra y palabra son las formas del vacío. La distancia que separa un átomo de otro es un agujero del tamaño del silencio, de la ausencia, del olvido.
Las formas del vacío moran entre parpadeos, en la bocanada de aire antes de invocar o decir lo que apena. Lo que vive en esa ausencia son mil ojos ciegos, orificios donde reposa un dios muerto porque está en el olvido. Son las tumbas de los ausentes, los alaridos de los dolientes, lo que no pronuncia la lengua se queda allí, en las formas del vacío.
Lo que habita entre palabra y palabra: las formas del vacío, la duda al pensar lo que se dice, el impulso de decirlo sin pensarlo, el temblor, el escalofrío, el vahído de un espasmo.
De esas formas del silencio se derraman los gritos que hemos de proferir, es de allí donde se avienta la palabra que vendrá tras la antes pronunciada. Cada palabra trae su silencio del que se arroja la siguiente. Cada palabra y su ventana, cada palabra y su vagina, pariéndose en sucesión de gritos y afonías.
Invirtiendo la formula, lo que habita entre silencio y silencio son entonces palabras mal dichas, palabras perforadas, vocablos agrietados. Ante la imposibilidad del habla, del intento del más pequeño poema, queda el consuelo del vértigo al aventarse de un vacío, pronunciarse y tropezar con otra brecha por la que aventarse nuevamente, para volver a ser mencionado, y así hasta caer de bruces al punto último del escrito y encontrar que también este tiene cara de ser un hueco.
Las formas del vacío moran entre parpadeos, en la bocanada de aire antes de invocar o decir lo que apena. Lo que vive en esa ausencia son mil ojos ciegos, orificios donde reposa un dios muerto porque está en el olvido. Son las tumbas de los ausentes, los alaridos de los dolientes, lo que no pronuncia la lengua se queda allí, en las formas del vacío.
Lo que habita entre palabra y palabra: las formas del vacío, la duda al pensar lo que se dice, el impulso de decirlo sin pensarlo, el temblor, el escalofrío, el vahído de un espasmo.
De esas formas del silencio se derraman los gritos que hemos de proferir, es de allí donde se avienta la palabra que vendrá tras la antes pronunciada. Cada palabra trae su silencio del que se arroja la siguiente. Cada palabra y su ventana, cada palabra y su vagina, pariéndose en sucesión de gritos y afonías.
Invirtiendo la formula, lo que habita entre silencio y silencio son entonces palabras mal dichas, palabras perforadas, vocablos agrietados. Ante la imposibilidad del habla, del intento del más pequeño poema, queda el consuelo del vértigo al aventarse de un vacío, pronunciarse y tropezar con otra brecha por la que aventarse nuevamente, para volver a ser mencionado, y así hasta caer de bruces al punto último del escrito y encontrar que también este tiene cara de ser un hueco.
Lo que habita entre silencio y silencio es otro silencio más profundo, solo que no lo sentimos porque lo llenamos con palabras, este escrito me puso de nuevo un poco triste, pero es muy bello, tvb
ResponderEliminarEl silencio no siempre es malo.
ResponderEliminarA veces nos permite pensar de la manera adecuada
pero el vacio es algo inútil,inservible... muerto
el vacio duele
buen escrito
Un Abrazo!