"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


domingo, 18 de enero de 2009

Medellín, debatida entre el olvido y el recuerdo.

¿No ves que vengo de un país que está de olvido, siempre gris, tras el alcohol?”, canta a media voz don Carlos* en una cantina del sector de Guayaquil en el centro de Medellín. Su única y humilde compañía: media de aguardiente, sin pasante por favor.

Mientras las putas se pasean por las calles a la espera de un amor de media hora, don Carlos se emborracha evocando sus aventuras e infortunios de una juventud hace años pasada. Tiene una mirada perdida este hombre, un semblante caído y unas sienes repletas de canas, de recuerdos; de olvido con nostalgia.

Se nota que es de esos hombres románticos congelados en la Medellín de antaño, en esa vieja ciudad donde aún se podía tomar un tinto y fumarse un cigarrillo en el parque Bolívar, sin los temores actuales; o concurrir al Salón Versalles, en la calle Junín, y hablar libremente de la prensa matutina.
Fuente del Parque Bolívar
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Es imposible caminar por las calles de esta ciudad sin respirar un denso aire de nostalgia, de tango, piensa don Carlos. Aunque hay una tristeza reinante: la ciudad ha empezado a envejecer y a olvidar. El cemento, como la maleza, ha comenzado a trepar por las laderas verdes, dejando un velo pesado de adoquines y baldosas grisáceas, algunas optimistamente anaranjadas.

La casa de los abuelos, las tertulias en la tiendita de don Rubén Burgos, la iglesia, el burdel... ¿Dónde quedan los lugares comunes de nuestro imaginario?, pareciera que en el abandono, y “uno se muere cuando lo olvidan”, dice don Carlos con unas tragos de más, parafraseando al maestro Mejía Vallejo. Construcciones, como recuerdos, si que se han derribado en esta pequeña villa.

En esos años en que la quebrada Santa Elena corría libre, majestuosos caserones yacían a su orilla con sus tradicionales molduras, sus baldosas adornadas, fuentes de agua, palmeras. Uno a uno fue desapareciendo, reemplazados por edificaciones que sustentaran nuestro acenso, hasta que fue un poco más que tarde para encontrarnos con que estábamos empezando a borrar nuestro pasado.

La quebrada fue ahogada con ríos de carros y una mole de brea renegrida, la avenida La Playa. La ciudad empezó a agrisarse, las costumbres a cambiar, los sombreros se dejaron a los campesinos y a los ancianos. La vieja Medellín fue quedando fragmentada, vedada por nuevas construcciones más modernas que le dieran un aire más cosmopolita. Solamente una casa quedó de aquella época de esplendor cuando todavía se respiraba oxigeno, la casa de los Barrientos.


Antigua Casa Barrientos, actualmente funciona la Casa de la Lectura Infantil.
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A diferencia de lo que se cree, la casa no perteneció en sus inicios a la familia Barrientos. Ha pasado por varios dueños, entre ellos el primero, José Lorenzo Posada, quien la construye para su familia en 1895.

Federico, Miguel, Emilia, Juan e Isabel, los hijos de Alejandro Barrientos Fonnegra y Maria Josefa Uribe Gaviria, son quienes adquieren la propiedad en 1925 por un valor de treinta mil ciento cinco pesos. En diciembre de aquel año muere Isabel, la hermana menor, y la parte que le correspondía pasa a sus hermanos. Lo mismo sucede con Emilia cuando fallece.

Pero los hermanos hombres habían relegado sus partes a acreedores, es así como Casa Barrientos, tras la muerte de su ultimo heredero, Federico, en 1983, comienza una serie de pleitos para encontrar su legatario. Un poco más de diez años duraron los litigios legales, tiempo en el que un albacea toma cargo de la construcción. “Esta persona se aprovechó de muchas cosas, dicen que él se robaba algunos de los muebles de la casa. La alquiló como posada. Le dio un mal uso”, es la historia narrada por Pablo Andrés Monsalve, estudiante de historia y promotor de la Casa de la Lectura Infantil, “Después el albacea huye. De él nunca más se supo nada, la casa se convierte en lo que se podría llamar vulgarmente El Hotel de los Gamines del sector”.

La construcción se fue llenando de huéspedes esporádicos, telarañas, maleza y una que otra leyenda urbana. No faltaron los cazadores de guacas quienes aseguraban que los Barrientos habían dejado su fortuna enterrada en el piso y las paredes de la casa. Cuando en 1995 la casona pasa a manos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, está derruida, abandonada y saqueada; sus detalles han perdido el brillo de otros tiempos. El ICBF destina recursos para la limpieza y algunos arreglos, como el techo provisional de zinc. La casa permanece cerrada.

Pasarían ocho años hasta que finalmente el inmueble quedara al amparo de la Alcaldía de Medellín, que se comprometió a restaurar la edificación y darle uso público. En convenio con Comfenalco y la ayuda de la Fundación Ferrocarril de Antioquia, el municipio regeneró el bien que se convertiría en la actual Casa de la Lectura Infantil, abierta al público desde el siete de diciembre de 2007. “Primero se inauguró: la sala de lectura, la sala de exposición, la Bebeteca y el servicio de información local. En noviembre de 2008 se abrió la última etapa: el auditorio y el cafetín”, afirma Laura Arias, Coordinadora encargada y Gestora de información de la Biblioteca Pública Héctor González Mejía.


Interior Casa de la Lectura Infantil (arriba-abajo: Patio interior, Fuente, Bebeteca y Cafetín)
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De la anterior construcción se conserva cerca del 89%, “hay cosas que se reformaron por modernidad. La casa iba a ser utilizada como bien público y debía tener una reestructuración para sismo resistencia moderna. Igual sigue siendo de tapia. Los materiales casi todos son los mismos, con pequeñas variaciones”, dice Pablo Monsalve.

Pero Barrientos no es la única construcción que ha tenido la suerte de ser recuperada para ventura de la memoria urbana. La reparación de construcciones como el Palacio Bellas Artes, el Teatro Lido, y el mantenimiento de edificaciones como el Museo Teatro Prado, donde funciona actualmente El Águila Descalza, son ejemplos de conservación del patrimonio cultural e histórico de la ciudad.

Don Carlos ha vaciado la botella, tararea el bolero de turno y llama a una de las meseras para que le traiga otra media de aguardiente. “Empecemos por quemar el estomago, ya vendrán las penas”, dice mientras se manda el primer trago de su segunda botella. Luego empieza a relatar el encuentro con su primer amor, una putica diez años menor que él. Me cuenta que la conoció en la antigua Plaza de Cisneros, “esa que ahora es un montón de astillas”, como las que este hombre tiene en el alma.

Cuatro elementos rodeaban la Plaza Cisneros: El edificio Carré, el Vásquez, la estación del ferrocarril y el Pasaje Sucre. Este último “era patrimonio del orden municipal, y el ex alcalde Luis Pérez decidió en su administración que esa edificación había que demolerla para hacer una biblioteca temática y contemporánea (Biblioteca EPM)”, expone Luis Felipe Saldarriaga, Coordinador del Patrimonio de la Gobernación de Antioquia.

Al principio la Alcaldía estaba pensando en un proyecto que conservaría el Pasaje Sucre, la edificación estaba protegida como patrimonio cultural. Después se derogó la declaratoria que amparaba la construcción, lo que habilitó la solicitud de licencia de demolición, acabando con un patrimonio arquitectónico de más de 80 años.

Frente a la actual Biblioteca EPM está el Edificio Vásquez, una obra encargada por el comerciante Eduardo Vásquez en el siglo XIX y diseñada por el arquitecto francés Charles Carré. Se construyó en el sitio formado como punto de desarrollo para la vivienda y el comercio. Es recordado por ser el primer edificio de apartamentos de la creciente Medellín, junto con su vecino el Carré, donde ahora funciona la Secretaría de Educación.

Edificios Carré y Vásquez.
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Declarado Bien de Interés Cultural de carácter nacional en el 2000, El Vásquez fue restaurado gracias a la concertación de la Caja de Compensación Familiar de Antioquia (Comfama), y la Alcaldía de Medellín. Un proyecto que demoró nueve meses y costó dos mil novecientos millones de pesos.

El proceso que se utilizó para la reestructuración del edificio, según un informe de presa del inmueble, fue el de sostenerlo en andamios, desarmar las columnas en que se apoyaba, colocar una estructura más resistente y cubrirla con el ladrillo original. El techo del patio central, inicialmente de caña brava y barro, se reemplazó por una teja transparente que le da un toque moderno e iluminación natural a la casa. La esencia comercial del primer piso se conservó y actualmente el edificio cuenta con varias tiendas, una librería y una cafetería. La fachada fue quizá el cambio más evidente, se retiraron las capas de pintura y cemento para descubrir el adobe original. Se habilitaron cuartos con muros de dry wall que permitieran su retiro posteriormente, donde funcionan algunas oficinas y salones que administra Comfama.

Detalle del techo, escaleras y balcones al interior del Ed. Vásquez.
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Resulta que a don Carlos le mataron a su amor, por eso cuando ha sonado Senderito de Amor se le han llenado los ojos de lagrimas, y la boca de aguardiente. “A mí no se me fue el amor, se me lo llevaron que es distinto”. Medellín se fue llenando de edificios, y de muertos. “Y olvido, sobre todo”, dijo. Después se abstrajo en sus cavilaciones.

“Tenemos una sociedad a la que no le gusta lo viejo, lo miramos mal, es un estorbo, y lo mismo pasa con las edificaciones en Medellín. Por eso no tenemos un centro histórico como en otros lugares”, opina Luis Felipe Saldarriaga, y continua: “El centro lo borran cada una o dos generaciones y son felices reconstruyéndolo con edificaciones nuevas. Por eso son tan importantes los programas de formación en patrimonio”.

Además de su ocupación en el Patrimonio de la Gobernación de Antioquia, Saldarriaga es coordinador de Vigías del Patrimonio Cultural, un programa que adelanta la Dirección de Fomento a la Cultura de Antioquia. Creado con el fin de formar a la comunidad en el reconocimiento, valoración, protección, difusión, apropiación social y desarrollo creativo del patrimonio. El programa ha estado vigente desde 2004.

“Si la comunidad no se forma en los valores de respeto al patrimonio cultural, de nada vale cualquier acción de salvaguarda del mismo”, opina el Coordinador, “el hecho de invertir grandes sumas de dinero en restauración, no tiene el mismo impacto si no hay una comunidad que se responsabilices del sostenimiento, cuidado del patrimonio, y de todo lo que tiene que ver con que permanezca para las generaciones futuras”.

Luis Felipe Saldarriaga considera que la protección al patrimonio no debe quedar solo en cabeza del estado, sino que las localidades deben apoyarlo, acogiéndose a los programas de auxilio a estos bienes. Piensa que es valioso invertir recursos en restauraciones, pues es mucho más grave perder parte de la identidad y el legado cultural que heredó nuestro departamento.

El programa trabaja con aportes presupuestales propios de la Gobernación de Antioquia y los impuestos del I.V.A. celular que el Ministerio de Cultura transfiere al departamento. Aunque estos recursos aparentan ser muchos (en 2008 se transfirieron dos mil doscientos veinte millones), son todavía insuficientes. “Una sola restauración se lleva eso y mucho más”, apunta Saldarriaga, quien ejemplifica la idea con la renovación de la Catedral Metropolitana, que podría costar cerca de siete mil millones de pesos.

Fachada de la Catedral Metropolitana de Medellín.

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Un ciudadano del común que quiera hacerse participe de los Vigías, debe estar adscrito a una entidad (pública o privada), legalmente constituida. En caso de que el organismo al que acuda la persona no tenga una relación con el programa de Vigías del Patrimonio Cultural, puede proponer la creación de un nuevo grupo, de tres o más personas.

En Colombia, desde 1997, se ha creado una jurisprudencia alrededor de los bienes de la nación. A partir de la Ley 397 del 97 (ley de cultura), complementada con la Ley 1185 de 2008 (nueva ley de cultura), y estas a su vez articuladas con la de Desarrollo Territorial (388 del 97), es posible una inclusión y atención al patrimonio cultural en los planes de gobierno.

El Plan de Ordenamiento Territorial (POT) del municipio de Medellín, también dedica uno de sus capítulos a la reglamentación sobre todo lo relacionado con el patrimonio. Incluye además, una listado de los sitios, edificaciones y espacios públicos declarados Patrimonio Cultural de la Nación, entre los que destacan: El Hospital San Vicente de Paúl, el Paraninfo Universidad de Antioquia, la Iglesia de La Veracruz y el Cementerio de San Pedro. Y otra lista de los sitios de interés para el municipio de Medellín.

Pero la comunidad también tiene mecanismos para velar por el patrimonio. En caso de que una persona encuentre un bien que debe ser considerado de interés para el municipio, departamento o nación; está en el deber de demandar, ante las autoridades competentes y organismos asesores, sobre el atropello cometido contra el patrimonio.

Por falta de atención oportuna sobre los inmuebles y por los pocos recursos destinados a este fin, se han perdido importantes sitios de interés histórico y cultural en la ciudad. Fue el caso del Edificio Gonzalo Mejía, demolido a finales de los años 60, y donde funcionaba el teatro Junín y el hotel Europa. “Era muy viejo y de sólo dos niveles –cuenta Saldarriaga- Había que construir una torre que económicamente fuera más rentable. Así fue como un patrimonio que atropello a otro se convirtió en símbolo de Medellín, el Edificio Coltejer”.

“Esta ciudad, como las putas, olvida sus amores con los otros que aparecen”, dijo don Carlos antes de caer dormido sobre la mesa. He pagado su cuenta. Esas viejas pasiones le deben pesar en la cabeza. Cuando anochece en Medellín, un halo frio, fantasmal, antiguo; despierta. Recuerdos que esperan ser evocados.

Palomas en el Parque San Antonio.

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*Don Carlos es un personaje ficticio, cimentado en frases y recuerdos que recolecté de algunos personajes durante el proceso de reportaría. La canción con que inicia el artículo es el tango “La Última Curda”.

Agradecimientos a:
-Luis Felipe Saldarriaga, coordinador del Patrimonio de la Gobernación de Antioquia y del programa Vigías del Patrimonio Cultural.
-Laura Arias, gestora de información y coordinadora encargada de la Biblioteca Pública Héctor Gonzales Mejía.
-Pablo Andrés Monsalve, Historiador en proceso y promotor de la Casa de la Lectura Infantil.

6 comentarios:

  1. Julio Julio Julio Julio, que te dijera. Esta muy bueno tu trabajo, nada que decir, además te salió muy bien lo de Carlos. a propósito, ¿le pusiste así para que Agudelo se sintiera referenciado? jaja, no creo. Bienvenido a reporteria y redacción de noticias II.

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  2. Juanda Juanda Juanda, jeje, que te dijera. Mentiras, Don Carlos es por Gardel y ojala el otro Don Carlos, el Agudelo, le guste. Grax, ojala montes pronto el tuyo, que descubrí que bajo presion es mucho lo que hacemos. ¿Será lo nuestro la reporteria?, Nah!

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  3. "Mas vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria, entre la nieve y el sudor" Joaquín Sabina.
    Brother, massimo.

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  4. Que bonito lo que le agregaste, Jaja Jess siempre nos inspira... Y ya lo decía Héctor Abad Faciolince parafraseando al maestro Borges "Ya somos el olvido que seremos", y sí, tristemente estamos destinados al olvido, aunque mientras alguien nos recuerde en ese instante somos eternos jeje, excelente escrito, espero que le den su merecido reconocimiento, felicidades TVB

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  5. Bueno muchacho Julio y los demás 'Mis muchachos'. Aprovechando que leí el final de Lucas y de Julio les cuento que últimamente estoy feliz junto a ustedes. Aunque no lo notemos, nuestros estilos al momento de escribir se están forjando juntos, ayudándose el uno al otro, aunque todos son distintos. Un aleluya por eso y por los años y los escritos venideros. FELICITACIONES A AMBOS (Por cierto, Julio también te odio =D)

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