"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


martes, 31 de marzo de 2009

Acto Suicida

No sé por qué nací. No sé por qué me dejaron caer en este mundo cuando les había advertido que no me apetecía. Se los demostré cuando me amarré el cordón umbilical al cuello, cuando mordí el vientre de mi madre, lo desgarré, lo escupí, resbalé antes de tiempo de su cuerpo.

Si desde antes de llegar ya les estaba trayendo problemas, si mi madre de milagro se recuperó de la infección que le dejé por dentro. Es que yo no quería nacer, yo no lo había pedido, ni solicitaron mi consentimiento.

Mi madre y sus pezones erguidos, lactantes, mis encías sin dientes se afilaban sobre ellos. Terminaban supurando una leche sangrienta, hasta que se cansaron de alimentar a una criatura que nunca tuvo hambre.

De niño evitaba el aire, lo llamaban asma, lo defino ahogo.

Luego el loquero, el sacerdote, el chaman. No entendían que este niño quería morir. La misión del suicida es vivir muriendo, eso lo comprendí tras la soga, la jeringa, las venas... Ya vendría el amor, ese acto suicida.

Llega ella con toda su belleza, y con ella mis ganas de no morir. Los desequilibrados también amamos. Mi nena psicópata. Ella con 7 y yo con 10.

Era tenerla un momento o vivir para contar su existencia. Matarme o que me mate.

Pude haber sobrevivido si no fuera por sus labiecitos carmesí, sus ojitos de pez globo, sus ojeras berenjena. Si no hubiera olido sus pies húmedos de niña, su sudor dulzón. Pero se quedó plasmada en mi cerebro su carita sacarosa, dulcificada con mocos chillones, sus pestañas de vaca, sus cachetes de fresa.

Entre la vida y un beso hay cuatro letras distintas que semejan un espejo. Alicia del otro lado te muestra el premio, en sus manos un libro con poemas reversados, sobre él tu corazón traspasado: ¡Jaque mate!, dice Alicia sin recatos.

El veneno en sus labios impartió la orden que yo ya no quería cumplir, si no fuera por sus ansias locas de verme todo blanco, todo quieto, todo… muerto.
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Despues de muchos días vuelvo al ruedo. No es el mejor escrito del mundo, pero era hora de desempolvar un poco este blog. Opinen por favor, si tienen algo que decir sobre este escrito sería muy bueno, tengo ganas de corregirlo, de agregarle.

jueves, 19 de marzo de 2009

Sigaretta

La humareda del incienso asciende lineal,
La vida tranquila, en paz, sin historia que valga un relato.

Ahora una piel rugosa, la cerilla,
Se arrastra contra una caricia de lija.

Nace la llama, la pasión, el deseo.

¡Fuego!, pide el que espera en mis labios,
¡Fuego!, grita.

El otro que se acerca y lo enciende.
El mismo tacto incinerado de antes,
Ahora se acerca al otro,
Al que se desvanece en hilos de humo anudados, perturbados.

Se extingue el uno, se esfuma el otro.

Y la vida humo asciende intoxicada por la hierba,
La historia que ahora cuento, que lo merece.

Y el que se malgasta en cada aspiración,
El que incinera las penas, se aplasta luego con ellas.

El que muere con las palabras que quemó,
Con los días que restó.
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La imagen la encontré en http://www.deviantart.com/

domingo, 8 de marzo de 2009

Tres Compañías vs. Tu Ausencia

Debías llegar para ponerme alas. Tenías que partir para que aprendiera a volar.

Mi saco con tus sudores, una goma de mascar bajo el zapato izquierdo, el poema en mi bolsillo que olvidé entregarte ayer, y yo, nos dirigimos a algún lugar. El día está a mi antojo, lo he programado según mi estado de ánimo. Hace sol, sí, pero también llueve, y pienso en cuando mi mamá me dice: ‘lloviendo y haciendo sol son las gracias del señor’. Pero cuales gracias, si ella supiera que tengo el alma a jirones ni diría eso. Esas locuras de madre, una vez también me dijo que para las penas de amor lo mejor era la canela, así me ardería más la lengua que el corazón.

Llegamos a la primera esquina –mi saco, la goma, el poema y yo-, y encontramos a uno de esos parientes que sólo se dejan ver en los entierros o para pedir ayuda cuando se cambian de casa. Es una de esas tías jala cachetes, que lo saludan a uno y uno ve como se acerca todo ese carmín de labios hacia la mejilla y en cámara lenta te la babea y te la pone toda roja y aceitosa. Me pregunto por qué me la habré encontrado hoy, ¿Será por qué nos morimos?

Es posible que este muerto. Comienzo a deshacer los pasos y a visitar lugares comunes. ¡Mierda!, había olvidado que te hice el amor por toda esta ciudad. Sí, de seguro he muerto, no hay sino cuervos en las calles y un retrato que se repite en cada esquina. A la soledad la descubro alimentando a esos cuervos desde un balcón, y me habla. Me dice que los alimenta con alpiste y con ese arroz que no es puntudo para que no se les descosa el estomago. ‘No son negros, son negro azules, n e g r o a z u l e s’ me indica, y yo aguzo mi vista y sí, efectivamente lo son, son todos n e g r o a z u l e s. Me despido de ella pero la pobre me pone tema para usar mi compañía, entonces doy tres pasos atrás y le sigo la corriente. Cinco pasos adelante, mi segundo adiós y ella en el balcón con las manos agitándolas ‘A veces vienen dos canarios, hermosísimos y todos amarillos’, dos pasos atrás, una sonrisa, el tercer adiós y ella siente mi afán de salir volando, entonces mueve su mano en despedida.

Me dieron ganas de enterrar el anillo que marcó nuestra estadía en nuestro mundo y ponerle una semilla de guayacán en la mitad. Que las raíces quedaran anilladas por él. Seríamos ramas del mismo árbol. Un árbol tan amarillo como los canarios que espera la señora en la ventana.

Aquí es cuando mis tres compañías y yo llegamos a tu ausencia de tres cigarrillos y una cerveza. Entonces la goma en el zapato me retiene a la tierra y yo que intento salir volando tras de vos. Y vos más que te desvaneces con la modorra y el sopor del licor y la nicotina. Y el frio por dentro a pesar del saco con tus olores que me ahogan, una muerte doble.

Me salva el poema que se derrama de mi bolsillo y va en tu búsqueda. Las alas que duelen al salir y desgarran la espalda. El aletear torpe ensayando vuelo. Los golpes contra los edificios, ventanas en mi cara, carros que me revuelven, el cielo debajo, nubes de asfalto, los insultos… y vos allá me esperas con ese gato que espanta a los cuervos y que no se decide a morir.

sábado, 7 de marzo de 2009

Escapismo

¿Qué se puede esperar de un hombre como yo,
Que geográficamente está mal ubicado?

Frente a mi casa, un muro de ladrillos coarta sueños.

De mi terraza, diviso montañas rojas,
Y una ciudad que es un hueco.
Una ciudad cansada de parir muertos.
Vivo en otro agujero sin ventanas.

Soy un hombre que si decidiera escapar
Sería por un camino en loma,
Cuya cima obliga a mirar los mismos montes,
La misma urbe.

Salvo que huya por carreteras que llevan a lugares comunes.

Me queda mirar arriba,
Me queda la muerte como única salida.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Caperucita Roja

Por Maria Clara Calle, Julio C. Londoño,
Juan David Ortiz, Lucas Vargas y Sierra,
Juan Sebastián Villa.

Era imposible no acudir a la cita. El lugar: El Bosque, once de la noche.
Espectáculo Escarlata. Bajo el rojo de las luces el rojo del satín, y bajo el satín, el blanco de la piel.

Mujer maleva, maleada al frío metal de una barra.
Ayer era otra, con otro nombre, otro disfraz.
De Blanca Nieves a Cenicienta, de Rapunzel a Campanita.
Hoy entra en mi cuento.

Veinte pares de ojos hambrientos conteniendo ansias descarnadas.
Los villanos esperaban, pero ella sólo salió para mí.
¿Cómo sabes Caperuza que el rojo es mi color favorito?

¿Podrías cambiar el frio del escenario por el candor de mi lecho?
Solos los dos para arrancarte la ropa y devorarte entera.
Besarte las entrañas, romperte los sueños.

Se apagan las luces y se calla la música.
Una banda sonora “Canción Animal”.


...Cambiaste mi cuento. Esta vez tomaste el camino más corto…

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Este escrito nació en una clase de Lenguaje y Géneros Periodísticos, en la U de A. Gracias compañeros, un placer siempre 'coprolaliar' con ustedes.

La imagen es la pintura 'La Fruta Prohibida' del artista rumano Mihai Criste, que algún día encontré por casualidad en Internet.