"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


domingo, 8 de marzo de 2009

Tres Compañías vs. Tu Ausencia

Debías llegar para ponerme alas. Tenías que partir para que aprendiera a volar.

Mi saco con tus sudores, una goma de mascar bajo el zapato izquierdo, el poema en mi bolsillo que olvidé entregarte ayer, y yo, nos dirigimos a algún lugar. El día está a mi antojo, lo he programado según mi estado de ánimo. Hace sol, sí, pero también llueve, y pienso en cuando mi mamá me dice: ‘lloviendo y haciendo sol son las gracias del señor’. Pero cuales gracias, si ella supiera que tengo el alma a jirones ni diría eso. Esas locuras de madre, una vez también me dijo que para las penas de amor lo mejor era la canela, así me ardería más la lengua que el corazón.

Llegamos a la primera esquina –mi saco, la goma, el poema y yo-, y encontramos a uno de esos parientes que sólo se dejan ver en los entierros o para pedir ayuda cuando se cambian de casa. Es una de esas tías jala cachetes, que lo saludan a uno y uno ve como se acerca todo ese carmín de labios hacia la mejilla y en cámara lenta te la babea y te la pone toda roja y aceitosa. Me pregunto por qué me la habré encontrado hoy, ¿Será por qué nos morimos?

Es posible que este muerto. Comienzo a deshacer los pasos y a visitar lugares comunes. ¡Mierda!, había olvidado que te hice el amor por toda esta ciudad. Sí, de seguro he muerto, no hay sino cuervos en las calles y un retrato que se repite en cada esquina. A la soledad la descubro alimentando a esos cuervos desde un balcón, y me habla. Me dice que los alimenta con alpiste y con ese arroz que no es puntudo para que no se les descosa el estomago. ‘No son negros, son negro azules, n e g r o a z u l e s’ me indica, y yo aguzo mi vista y sí, efectivamente lo son, son todos n e g r o a z u l e s. Me despido de ella pero la pobre me pone tema para usar mi compañía, entonces doy tres pasos atrás y le sigo la corriente. Cinco pasos adelante, mi segundo adiós y ella en el balcón con las manos agitándolas ‘A veces vienen dos canarios, hermosísimos y todos amarillos’, dos pasos atrás, una sonrisa, el tercer adiós y ella siente mi afán de salir volando, entonces mueve su mano en despedida.

Me dieron ganas de enterrar el anillo que marcó nuestra estadía en nuestro mundo y ponerle una semilla de guayacán en la mitad. Que las raíces quedaran anilladas por él. Seríamos ramas del mismo árbol. Un árbol tan amarillo como los canarios que espera la señora en la ventana.

Aquí es cuando mis tres compañías y yo llegamos a tu ausencia de tres cigarrillos y una cerveza. Entonces la goma en el zapato me retiene a la tierra y yo que intento salir volando tras de vos. Y vos más que te desvaneces con la modorra y el sopor del licor y la nicotina. Y el frio por dentro a pesar del saco con tus olores que me ahogan, una muerte doble.

Me salva el poema que se derrama de mi bolsillo y va en tu búsqueda. Las alas que duelen al salir y desgarran la espalda. El aletear torpe ensayando vuelo. Los golpes contra los edificios, ventanas en mi cara, carros que me revuelven, el cielo debajo, nubes de asfalto, los insultos… y vos allá me esperas con ese gato que espanta a los cuervos y que no se decide a morir.

6 comentarios:

  1. Para aprender a volar hay que echarse al vacío... Me recuerda a cierto personaje que hace poco me dijo un dato curioso de las abejas =D... Let's fly... Vení, volá, vení... tvb

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  2. qué usted dijo sea verdad.

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  3. Perdón Joanarca, no entiendo tu comentario, ¿Me lo explícas?

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  4. Se me antoja tan a mi día, solo que yo suplo todos esos males que te acompañan con dos trensas y una nariz sangrante.

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