"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


martes, 15 de diciembre de 2009

Dedontanes

“-¿Entonces, de quién es esta boca?
-Pues suya mijo.
-Y para qué me la dieron, pues para hablar.
-¡Pa’ comer!
-Mamá, por eso mismo, para comer y no tragar entero.

Comenzaron por los labios y, como es bien sabido, no hay Mujer ni Muerto que se deje pronunciar faltando estos, que al ser cercenados desaparecieron el Blanco bajo el rojo que brotaba de la boca ya incompleta. La Palabra misma junto a la de Pueblo también quedó mutilada, ya el silencio y el olvido se tomaban la vereda.

Luego arrancaron de tajo la lengua y la oquedad inundada hacía ecos. La Letra se borró, la Libertad naufragó y junto a ella la Resistencia; la Derrota se escapó comisura abajo. Un sonido gutural se ayudaba de la sangre, ¡GR, GR!, GRuñidos, GRitos, GRitos liquidados, licuados, agolpados garganta abajo.

Letra a letra, cada diente fue profanado de su fosa, palabras huérfanas sin quien las pronunciara, vocablos indecibles para la maquina hueca. Exiliado el lenguaje de aquella boca.

Pero cuando rasgaron la camisa del ya acallado personaje los gritos emergían entre llagas, las palabras habitaban cada parte. Libertad, Mujer, Venganza, Verdad, Me Duele Amor…; caminaban sobre los huesos y se escondían entre las vísceras burlando la voluntad de su perseguidor”.

°oOo°

Dudo enormemente de mi rigor periodístico, no me da pena decirlo, y no por eso dejo de ser creíble. Lo que sucede es que tengo serios problemas, no con el oficio de hacer periodismo, sino con lo que la academia intenta contener. Pero esto es un dilema personal que me llevará toda una vida resolver.

El caso concreto de esta entrada es la siguiente:

Debía realizarse un trabajo para una asignatura llamada Periodismo Judicial, el trabajo final consistía en un caso correspondiente a la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005). Lo que comenzó como un simple trabajo académico, terminó perturbando gravemente mi manera de comprender la lógica de este país (que no es la misma del café).

Conocer una historia de segunda mano es una cosa, leerlo en los periódicos, escuchar a alguien ajeno relatarla, que las noticias del medio día se tomen sus segundos para contarla (si lo hacen, y si lo hacen bien)…; pero tener en frente al protagonista de esta, es algo muy diferente.

Jamás una entrevista se me había convertido en una carga, más allá de pensar en que debía convertirla en pequeñas citas para acomodarlas a algún artículo. Pero haber tenido enfrente a varias mujeres víctimas del conflicto armado, cada una de ellas relatando su pedazo de país, con el dolor que no les cabe en esas carnes ya pesadas, me produjo otro dilema personal.

Resulta que en una de tantas mi compañero de trabajo y yo debíamos entrevistar a una de estas mujeres junto a un reportero de El Colombiano. Y no es que quiera criticar la manera en que cada quien desarrolla su trabajo, pero la actitud de el entrevistador me dejó desahuciado.

-Doña Rosalba ¿Qué se siente que a uno le desaparezcan una hija?

Esa fue una de las preguntas que el periodista le hizo a la mujer, sin siquiera mirarla a los ojos y entretenido en su libreta de apuntes intentando recordar el apellido de Rosalba para anotarlo, justo al lado de ‘lo que se siente que a uno le desaparezcan una hija’.

Fue en ese preciso instante que me pregunté si algún día yo también tendría aquel callo grueso que tuvo ese hombre para hacer semejante pregunta (¡sin respuesta!), y además para no mirar siquiera a los ojos a su interlocutora, como interesado tan solo en su nota periodística y en obtener un poco de sufrimiento para que su escrito quede más llamativo, con un titular de esos que venden.

Bueno, pero aparte de todo esto, debo ser honesto y decir que definitivamente me será imposible seguir en esta carrera sin que las pasiones se salgan de su jaula, sin que la subjetividad se me riegue por la boca.

El haber conocido a estas mujeres, sin miedo a contar lo que en este país no se quiere contar, me ha llevado a tener un tanto de orgullo por la gente que habita aquí. Mujeres que tuvieron que abandonar su labor de cuidar gallinas, recoger huevos, arrancar hiervas; para venirse a la ciudad a luchar con un monstruo más grande que la maleza: la impunidad (o la justicia colombiana). Mujeres que dejaron sus cucharones y el calambombo en la sopa hervida, para sacar lupa, lápiz y libreta y aprender a caminar por los edificios de la Alpujarra, de la Personería, para sentir siquiera que algo hacen por sus familiares desaparecidos.

“A mí no me da miedo hablar, para eso tengo la funeraria al día”, nos dijo una de tantas, y vi en aquella frase un pedido a los que ejercen este oficio: no saberse héroes (el mundo no cambiará, estoy seguro), pero tampoco por eso resignarse a vivir conforme al entorno.

Palabras del señor Eduardo Galeano citando a Fernando Birri: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”. ¡Para eso, y nada más!

Sin ser más, poco a poco aparecerán en este blog algunas historias de aquellas mujeres. Mientras tanto, los invito a la página en que está el trabajo final:


Dedontanes, si al derecho no comprende, al revés verá que entiende:

Y su visión ¿20/20?

3 comentarios:

  1. Estoy seguro que hay mucho más "rigor periodístico" en tu sensibilidad y subjetividad que en los titulares tan llamativos y bonitos que se ven en los periodicos nacionales... Lo que al periodismo le hace falta, ya sea porque lo perdió o porque nunca lo tuvo, es la capacidad de dejarse influenciar por aquello a lo que hace seguimiento, pues la labor periodística no es como la de un cientifico que observa al mundo tras sus lentes y anota los comportamientos, sino que es la de una persona que es capaz de dejarse tocar por aquello a lo que quiere "estudiar"

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  2. Sabe que Julio, tal vez necesitamos periodistas que hagan sentir, que no dejen cerrar las cicatrices de esta guerra estúpida en nuestra Patria Boba. Un saludo, recargado de buena energía, le deseo una muy feliz navidad... espero que la academia no lo contenga, aunque sinceramente no creo que eso pase.

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  3. Y a veces -sólo a veces, en lo que podría llamarse chispazos de estupidez, de claridad o de atrevimiento- me pongo a pensar que hay cosas más importantes que la verdad.

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