Me permitiré ser patético:
“Hoy es un día festivo inventado por las compañías de tarjetas para hacer que la gente se sienta como basura”[1]. Tengo cosas que calcular en un día como hoy: Deberé marcar tu ausencia como un negativo, el día gris se suma a mi alegría, para volver a restarle con la pesadilla que me ha puesto la jornada a un solo color, rutina.
El celular vibrando en la mesa de noche, tu nombre en la pantalla, tu voz en la línea y yo aquí muriéndome porque te me habías ido en sueños. ¿Por qué te fuiste amor?, te fuiste con otro rostro que no era el mío, ya no tenías mis gatos, ni mis gestos –palabras infantiles-, ni mi Ángel era tuyo; los habías desechado.
Al menos me despertaste -como Miguel Ángel despierta a Angelita [2]-, me llamaste para aplacar esa absurda pesadilla, que era peor que si todos los teléfonos de Cali se quedaran mudos y Angelita no pudiera despertar nunca más.
Pero tú si me despertaste… entonces del terror pasé al consuelo de tu voz. ‘Feliz San Valentín’, dijiste; y yo que revivía por dentro. Pero me volví a morir -porque uno siempre se está muriendo- me volví a morir cuando colgaste y supe que no te vería por hoy.
El libro en la mesita, la película que dejé a medias anoche –a media noche-, fueron mi consuelo. Tres invitaciones amistosas rechazadas, y el día insistía en volverse negro.
Luego sobrevino la lluvia.
Llegó mi bendición, pensé.
El concierto comienza a acallar está ciudad. Cuando llueve parece que cayeran pinceles desde arriba, porque todo se va apaciguando, como plasmado en un cuadro. Y todo es tan quieto. Las hojas no se mueven del suelo, los pájaros dejan su berrinche, la gente como que se calma también. Todo en su punto, todo en su mundo. Cada uno es un ser y a la vez somos todos uno mismo, por eso me conforta la lluvia. A pesar de que estés por allá, lejos, el agua nos conduce. Entonces sé que lo que me moja también sos vos.
Cuando llueve todo es estático, pero tan fértil. Lo más estridente son esos goterones que caen de los aleros de los techos y los chorros de los bajantes de las casas. El chapoteo que uno da en los charcos. Entonces uno siente como las botas del pantalón se humedecen y eso me hace más feliz.
La luz es perfecta cuando el cielo es gris, tampoco hay estridencia en los colores, no hay brillo, como si la lluvia fuera desnudándolo todo, quitando cualquier adorno para que no perturbe la belleza, que la deje sencilla, como me gusta.
Mi sombrilla ha perdido utilidad, menos mal, porque me pondría de mal humor no emparamarme. Y digo que ya no es útil porque está llena de huecos que le he hecho con los cigarrillos, porque no me gusta que se encierre el humo, me gusta que fluya. Prefiero empapado pero no ahogado.
“Hoy es un día festivo inventado por las compañías de tarjetas para hacer que la gente se sienta como basura”[1]. Tengo cosas que calcular en un día como hoy: Deberé marcar tu ausencia como un negativo, el día gris se suma a mi alegría, para volver a restarle con la pesadilla que me ha puesto la jornada a un solo color, rutina.
El celular vibrando en la mesa de noche, tu nombre en la pantalla, tu voz en la línea y yo aquí muriéndome porque te me habías ido en sueños. ¿Por qué te fuiste amor?, te fuiste con otro rostro que no era el mío, ya no tenías mis gatos, ni mis gestos –palabras infantiles-, ni mi Ángel era tuyo; los habías desechado.
Al menos me despertaste -como Miguel Ángel despierta a Angelita [2]-, me llamaste para aplacar esa absurda pesadilla, que era peor que si todos los teléfonos de Cali se quedaran mudos y Angelita no pudiera despertar nunca más.
Pero tú si me despertaste… entonces del terror pasé al consuelo de tu voz. ‘Feliz San Valentín’, dijiste; y yo que revivía por dentro. Pero me volví a morir -porque uno siempre se está muriendo- me volví a morir cuando colgaste y supe que no te vería por hoy.
El libro en la mesita, la película que dejé a medias anoche –a media noche-, fueron mi consuelo. Tres invitaciones amistosas rechazadas, y el día insistía en volverse negro.
Luego sobrevino la lluvia.
Llegó mi bendición, pensé.
El concierto comienza a acallar está ciudad. Cuando llueve parece que cayeran pinceles desde arriba, porque todo se va apaciguando, como plasmado en un cuadro. Y todo es tan quieto. Las hojas no se mueven del suelo, los pájaros dejan su berrinche, la gente como que se calma también. Todo en su punto, todo en su mundo. Cada uno es un ser y a la vez somos todos uno mismo, por eso me conforta la lluvia. A pesar de que estés por allá, lejos, el agua nos conduce. Entonces sé que lo que me moja también sos vos.
Cuando llueve todo es estático, pero tan fértil. Lo más estridente son esos goterones que caen de los aleros de los techos y los chorros de los bajantes de las casas. El chapoteo que uno da en los charcos. Entonces uno siente como las botas del pantalón se humedecen y eso me hace más feliz.
La luz es perfecta cuando el cielo es gris, tampoco hay estridencia en los colores, no hay brillo, como si la lluvia fuera desnudándolo todo, quitando cualquier adorno para que no perturbe la belleza, que la deje sencilla, como me gusta.
Mi sombrilla ha perdido utilidad, menos mal, porque me pondría de mal humor no emparamarme. Y digo que ya no es útil porque está llena de huecos que le he hecho con los cigarrillos, porque no me gusta que se encierre el humo, me gusta que fluya. Prefiero empapado pero no ahogado.
Las suelas de los zapatos se van limpiando y no se ven tan mal, pienso yo. El calzado es lo más patético de la ropa, por más arreglado que se esté, ellos siempre dañan la pinta con su suela mugrienta. Toda prenda de vestir es patética en sí, pues no cumple mayores funciones, estorba demasiado - como si ya no bastara con la piel que harto nos separa-, pero los zapatos lo son mucho más.
No hay chismes porque las señoras se han entrado a sus casas, los borrachos están calmados, no hay ni balas ni ladrones… Mierda, pero pienso en los perros callejeros y eso me pone mal, y se me daña el día al recordar que sigues lejos a pesar de la lluvia.
Vuelvo a casa porque el aguacero ya es pasado. Tin tin tin, apenas suenan las ultimas goteras, y la gente otra vez sale de sus tumbas. Tin tin tin, y me miran raro por mi inútil paraguas y mis botas empapadas. Y es que no saben lo feliz que me hace todo esto. Tin tin tin, y el sonido me recuerda “al tintinear de las últimas góticas de sus orines” [3]. Tin… tin… tin... y lo triste que es mojarse con tu ausencia.
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Disculpen los errores que pueda tener este texto, pero lo he escrito con todas las ideas y sentimientos agolpados.
[1] Es una frase de la película Eternal Sunshine of the Spotless Mind.
[2] Angelita y Miguel Ángel son dos personajes del libro Angelitos Empantanados de Andrés Caicedo.
[3] Fragmento del poema Los Sonidos del Amor de Cristina Toro.
Un día de san valentín mojado pero en la ausencia de la persona amada es como mojarse en seco... Hay que llenar esas ausencias con estados de ánimo multicolores... Si se puede =D... tvb
ResponderEliminarPD: No me cuentes angelitos todavia xD para ver si lo puedo acabar antes de ir a verlo
Definitivamente este año lo mejor de San Valentín fue la lluvia. Salud por caminar como un par de idiotas bajo las gotas... ¿Has oído "El Rock'n'roll de los idiotas" de Sabina? Oílo, es bueno.
ResponderEliminarÉxitos compañero
P.D: Lo que son las cosas. Al parecer hoy escribimos de lo mismo.
Muchacho no hay por qué disculparse por los "errores" que decís que pueden existir. Este texto está genial. De repente me sentí como leyendo a un grande de la literatura.
ResponderEliminarAmén por vos.
Hay María como dices eso!, que exagerada... que bien que pegue la entradita, está un poco mojada pero fue bien sentidita.
ResponderEliminarjulio chevere, desde lo patetico que pueda ser asi sos vos ja ja ja, me gustó de veras y super vacano que te apasionés tanto escribiendo, y se ve que lo que escribís lo sentís al maximo, no y estas en todo el cuento.
ResponderEliminarMe encanta
Adiosito y siga asi