"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


domingo, 1 de febrero de 2009

Romance Sideral

Otro Cuento Cósmico
°oOoOo°


No recuerdo cual era tu nombre, pero estoy seguro que no era Rumpelstiltskin.

Anoche me la pasé en vela, a la espera de una estrella fugaz. Pasó una que cargué con mis deseos, pero a los segundos sentí el ruido del motor, era un avión. El grito de los insectos era insoportable, me reclamaban el pedazo de pasto que les robaba, sobre el que estaba recostado; también añoraban mi cadáver, y yo me estaba muriendo de realidad, desangrándome.

El firmamento estaba pesado, repleto de punticos brillantes, tanto que pensé que ya era de día y yo aún vivo. Pero solo un punto capto mi atención… y estabas tú.

Un astro parpadeando en lo alto, te imaginé allí sentado, un selenita ciclope guiñándome su único ojo. Y yo acá desangrándome entre tanta mierda, y vos allá congelándote entre tanto polvo cósmico. Y me mirabas desde esa estrella y me decías algo que desde mi lontananza no escuchaba.

Te acercaste un poco más a mi mundo y te asustaste por las bombas que sonaban al oriente, por la sangre y la gangrena del África olvidada –que desde el espacio sí se ve-, pegaste un grito cuando viste quitar a los pobres para hacer cruces y hostias, cuando escuchaste el llanto de un niño que nacía en el instante que caía a esta tierra; dijiste que en tu mundo las cosas era muy distintas.

Ahí si fue que repetiste tu nombre, que aún no lo recuerdo. Me invitaste a tu estrella, me dijiste que dejara todo eso atrás, que la parara con este mundo. Pero yo estaba demasiado cargado: por eso de la gravedad, por eso de la humanidad y por eso del alma que sí pesa.

Y yo seguía vaciándome y era cada vez más de plomo, más pegado a esta tierra. Al fin te decidiste a bajar del todo, en puntillas por una montaña muy alta, mirando a lado y lado; no fuera y te descalabrara esta realidad.

Te dije mi nombre, volviste a repetir el tuyo, que aun no lo recuerdo. Lo pronunciabas con algo más que tus labios, por eso yo no puedo nombrarlo.

Me viste todo rojo y me preguntaste que era eso que brotaba de mi cuerpo. Sangre dije, realidad. La probaste e hiciste cara de pimienta, me dijiste que tanto amargo te haría daño al corazón. Y yo que pensaba que los del espacio no tenían de esas vainas que tiene uno por dentro, y yo que pensaba que la sangre era buena para el corazón. Y llegás vos y me decís que te hace mal, que te sabe a amargo, que tanto amargo no es bueno para uno y que en la tierra estamos llenos de mierda. Pero no fue mi sangre lo que te supo así, te dije que me estaba vaciando de realidad.

Me contaste que allá, al otro lado del ozono, no eran como aquí, que todo era más… ¿Fluido, dijiste?... Bueno, el caso es que a mí esa palabra me sonó a otra cosa y ahí sí fue que te pregunté cómo era el sexo en Venus, o en un anillo de Saturno. ¿En Urano lo harían enojados?, porque a mí me suena a huraño. Y en Plutón sí que congelados deben estar.

Ya yo estaba pálido y a vos como que te gustó mi color, porque me miraste y con esos labios tuyos de otra parte me besaste. Ahí si quedé desparramado. Tomaste mi cara entre tus manos, estaban hirviendo, y me apretaste tanto que de seguro mis neuronas llevaron lo sentido a tu cerebro.

Esa noche pinté estrellas a tu espalda sin que te dieras cuenta, todavía las tienes ahí colgadas.

Comenzó a amanecer y me dijiste que no te gustaba eso, que el cielo se te iba destiñendo, los astros se despegaban y vos quedabas todo iluminado, ¿Qué gracia tiene el cielo cuando el telón del día llega?

Me dijiste que te ibas y yo te dije que no, que me llevaras, que ya se me había ido la vida, que ya no sabía yo tan amargo y no tenía nada más que regar en este mundo. Que estaba vacío. Entonces vos, con esas cosas raras que tenés en la cabeza, con tus antenas asentiste y me llevaste al otro lado de la atmósfera.

Fue así como nos le escapamos a la madrugada, a este mundo y su podrida realidad. Y seguimos visitando otros planetas, algunos más desgraciados, otros no tanto. Me llevaste a desayunar a Plutón, vimos como anochecía en Neptuno y nos emborrachamos en un bar de Europa -la luna de Jupiter-.

Me llevaste a tu galaxia, y si que era diferente: Todos tenían el mismo nombre, todos eran distintos, todos se llamaban como vos pero lo decían a su modo. No habían escaleras en tu mundo, ni edades, ni colores, si tenías un ojo de más eso qué más daba.

Cuando caminábamos por una nebulosa nos fuimos a un agujero negro y ahí si fue que el universo no supo más de nosotros. Al menos te pegué esas estrellas a la espalda para no estar tan oscuros.

Hace ya tanto tiempo que fue anoche, tanto tiempo que no es de día y que estamos felices en este hueco, con todas las estrellas para nosotros y sin telón que dañe el momento.

Y es que aún no recuerdo tu nombre, pero estoy seguro que no era Rumpelstiltskin.

4 comentarios:

  1. Carajo! Será ésta realidad está llena de galaxias? O será mas bien que esta galaxia esta llena de realidad, nosotros la llenamos de realidad... Carajo, vamonos a otra galaxia, que ésta realidad ya me hastió jeje tvb

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  2. "seamos realistas, pidamos imposibles"

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  3. Benditos sean los hijos bobos... y los escapes siderales

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  4. Yo que no soy de viajar entre estrellas porque prefiero caminar entre árboles. Pero sacas de mi ese adicto a los textos de Sagan... Ojalá pudieras ganarte una beca en la Nasa, y que te validaran tanta física con lo sideral de tus letras

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