"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


martes, 7 de abril de 2009

La Historia del Primer Ferrocarril de los Cuentos de Hadas

Había una vez como muchas tantas, en un reino como suele ser ubicado todo cuento fantástico, un monarca con gran poder y riqueza, así como son los grandes monarcas. Resulta que este rey no sabía en qué derrochar su fortuna. Tenía un palacio de grandes torres, una cocina surtida de las delicias más excelsas del mundo y vajillas de oro, un comedor de dieciséis puestos, siete sirvientes. Una esposa inteligente, bella y sumisa. También tenía un hijo quien se preparaba arduamente para reemplazarlo, un hombre hermoso, un príncipe azul como es digno que haya en este tipo de historias.

Este príncipe era tan hermoso que su padre no permitía que los sirvientes lo vieran, a menos que tuviesen los ojos vendados. El rey usaba unos enormes lentes opacos, para que este príncipe no se reflejara en sus ojos y se perdiera en su belleza. Era algo así como el Narciso de la edad media.

Cuentan que cuando la madre dio a luz a esta hermosa criatura, divina en esencia, no soportó la sorpresa al verlo y cayó sumida en un sueño que duró una semana.

Bueno, se supone que este príncipe debía encontrar a su doncella, que correspondería con algo de belleza. Por eso el rey convoco a todos sus mensajeros, envió palomas, caravanas enteras salieron del poblado para invitar a todas las mujeres hermosas que existieran en reinos aledaños, a una reunión sin precedentes. Fueron tantas las mujeres que aceptaron ir al banquete que se ofrecía, todas delirantes por los mitos creados alrededor de la belleza del príncipe, que el monarca se vio obligado a construir un medio de transporte rápido y así todas llegarían a tiempo.

Mandó a construir entonces el primer tren en la historia de los cuentos fantásticos: Rieles de oro solido, tan brillante como el sol; con vapor olorizado para que las damitas no llegaran al carbón; comedores internos, habitaciones con bañeras y cuanto lujo se pudiera acomodar.

Los días pasaban, la construcción ya terminada, las mujeres emocionadas por conocer al príncipe, y el príncipe que no salía de su cuarto se sorprendió un día al ver desde su ventana el brillo de ese innovador invento.

Algo salió como no debía aquel día. Las mujeres blanquecinas del pavor que les produjo el estruendo del aparato al detenerse en la estación del castillo. La reina que grita desde las compuertas del palacio y el príncipe que ha estado mirándose a los rieles de oro, por horas, guillotinado por las filosas ruedas del invento de su avaro padre; por su propia belleza.

Es así como termina el primer cuento de hadas sin príncipe azul que asista a su boda, sin beso alguno que justifique la magia de lo narrado y como muere por segunda vez un Narciso gracias al primer ferrocarril de las historias fantásticas.

6 comentarios:

  1. Siempre son buenas las reescrituras, si son ingeniosas, muy bueno. Tanto mejor si son geniales. El príncipe medieval que se pierde en su reflejo en las ruedas de un tren (paradigma casi de la modernidad), alguna significación profunda tiene que tener eso. O puede que esté especulando más de la cuenta. Muy bueno el cuento. Asumo que van a ver más por esta línea.

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  2. No especulas más de la cuenta, es eso en esencia -Avaricia y Vanidad fue un pretitulo muy malo-, aunque prefiero que sea simplemente un principe muerto por un ferrocarril, sin dar tantas vueltas. Esperemos que el mundo de más para hablar y que la tinta alcance. Saludos.

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  3. Mierda... Imagínate a un decapitado por el Metro... No me vuelvo a mirar en unos rieles, no lo vuelvo a hacer nunca jamás hasta pasado mañana.

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  4. Es cierto Esteban, todo es una mentira, por eso yo escribo de mentiritas, para que nadie se de cuenta que digo la verdad, soy un pinocho sincero.

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  5. Hola,

    Por acá conociendo.... muy buena historia, con cierto paralelismo con muchos sucesos de nuestros días.

    Saludos,

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