La mujer tiene una infección en sus labios. La mujer se lleva el índice derecho a sus labios. El índice derecho infectado viaja hasta mi boca con un beso emponzoñado.
Los sueños están hechos de una materia tan flexible que te permite traspasar paredes y segundos.
Ahora subo en un ascensor que más bien parece un tren. Al frente de mi vagón ascendiente hay otro idéntico, me acompaña una mujer y el del frente lo ocupa otra diferente. Ambos ascensores ascienden como serpientes cortejándose por las paredes del edificio. Todo gira, somos parte de una espiral en los intestinos de las bestias que nos cargan a nuestro destino final –que en los sueños nunca se consuma-.
La mujer que me acompañaba se ha bajado en el piso tres y el ascensor debía hacer parada en el cuarto también, pues ese era el botón que marcaba mi llegada.
Ahora la mujer de enfrente se ve aterrada, nuestros vagones han comenzado a avanzar más rápido, ahora el edificio no tiene fondo, somos dos extraños relatándose su última memoria.
El aire casi corta por la velocidad de los aparatos. La mujer grita desesperada y yo no puedo hacer nada, que la salve, que yo puedo hacerlo –es aquí donde escucho lo más patético que pude haber escuchado, no sé qué neurona de mi cerebro ha dicho tan absurda frase-: Es que ustedes los hombres lo pueden todo, sálveme, ustedes tienen la fuerza, el poder.
Esta vez no se me permite traspasar paredes y cambiar al vagón donde ella viaja, esta vez no se me permite regresar donde la mujer de los labios infectados, el sueño se ha vuelto pesado y ha perdido su consistencia etérea, su condición maleable.
La cuenta de los pisos la he perdido. La imagen siguiente es la de la mujer abandonando el vagón y cayendo sobre los rieles. No la vuelvo a ver, sólo unas miserables manchas de sangre, no las suficientes como supone expulsar un cuerpo triturado en la realidad, pero el sueño ahora hace lo que quiere. No les relato mi sueño, les relato el sueño, no soy su amo, yo le pertenezco, no él a mí.
Ahora mi ascensor es el único que avanza, fiel a las ordenes de mis deseos más profundos pero que no me pertenecen, ya lo dije. Tengo dos salidas: O me arrojo como la mujer o llego al final.
Tres, dos, uno… el techo que se acerca, tengo la certeza que seré aplastado por un cielo de oníricos adobes. La espiral se hace más estrecha, todo se estremece como en el cine cuando mueven la cámara para simular temblor.
Sé que morí en ese sueño, lo sé. Tres, dos, uno y de repente los ladrillos eran madera, y el vagón un aglomerado de algodón y resortes.
Los sueños están hechos de una materia tan flexible que te permite traspasar paredes y segundos.
Ahora subo en un ascensor que más bien parece un tren. Al frente de mi vagón ascendiente hay otro idéntico, me acompaña una mujer y el del frente lo ocupa otra diferente. Ambos ascensores ascienden como serpientes cortejándose por las paredes del edificio. Todo gira, somos parte de una espiral en los intestinos de las bestias que nos cargan a nuestro destino final –que en los sueños nunca se consuma-.
La mujer que me acompañaba se ha bajado en el piso tres y el ascensor debía hacer parada en el cuarto también, pues ese era el botón que marcaba mi llegada.
Ahora la mujer de enfrente se ve aterrada, nuestros vagones han comenzado a avanzar más rápido, ahora el edificio no tiene fondo, somos dos extraños relatándose su última memoria.
El aire casi corta por la velocidad de los aparatos. La mujer grita desesperada y yo no puedo hacer nada, que la salve, que yo puedo hacerlo –es aquí donde escucho lo más patético que pude haber escuchado, no sé qué neurona de mi cerebro ha dicho tan absurda frase-: Es que ustedes los hombres lo pueden todo, sálveme, ustedes tienen la fuerza, el poder.
Esta vez no se me permite traspasar paredes y cambiar al vagón donde ella viaja, esta vez no se me permite regresar donde la mujer de los labios infectados, el sueño se ha vuelto pesado y ha perdido su consistencia etérea, su condición maleable.
La cuenta de los pisos la he perdido. La imagen siguiente es la de la mujer abandonando el vagón y cayendo sobre los rieles. No la vuelvo a ver, sólo unas miserables manchas de sangre, no las suficientes como supone expulsar un cuerpo triturado en la realidad, pero el sueño ahora hace lo que quiere. No les relato mi sueño, les relato el sueño, no soy su amo, yo le pertenezco, no él a mí.
Ahora mi ascensor es el único que avanza, fiel a las ordenes de mis deseos más profundos pero que no me pertenecen, ya lo dije. Tengo dos salidas: O me arrojo como la mujer o llego al final.
Tres, dos, uno… el techo que se acerca, tengo la certeza que seré aplastado por un cielo de oníricos adobes. La espiral se hace más estrecha, todo se estremece como en el cine cuando mueven la cámara para simular temblor.
Sé que morí en ese sueño, lo sé. Tres, dos, uno y de repente los ladrillos eran madera, y el vagón un aglomerado de algodón y resortes.
Últimamente sueño todo en espiral y despierto con ese mareo perpetuo de la realidad existencial.
Por eso comienzo ahora la serie ‘Miedo’, para ir exorcizando algunas pesadillas que se han quedado atrancadas en mi atrapa sueños y de vez en cuando les da por caerse y pegarme en la cara.
Si alguien desea relatar sus terrores está abierto el espacio.
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La imagen la encuentran en http://photoaddicted.deviantart.com/art/Humo-22351666
Wow, que psicodelia tan extrema... Es impresionante el grado de miedos que puede acumular una persona, y como estos miedos por irreales que parezcan pueden hacerse realidad... Aunque espero que baste con exorcisarlos mediante la palabra para poder vivir fuera de la espiral... Tvb
ResponderEliminarCarajo, hasta hoy lo vine a leer... Imaginate que mi pesadilla más grande es un hombre lobo que me pide guayabas... Es terrorífico: ¡Un licántropo vegetariano!
ResponderEliminarEstaré pendiente desta serie.
Un abrazo
Pelao. Aunque me identifico con la pesadilla, me pareció igualmente pesada la lectura, algo monocromática, repetitiva.
ResponderEliminarEspero que te sirva de algo mi primer comentario negativo a tus textos.
Buen destino
Hombres lobo que comen guayabas, carajo creo que así me orinaría en la cama.
ResponderEliminarVilla gracias, claro que me sirve la critica, a quien no. Aunque el sueño fue un poco monocromático y un fractal -se repetía se repetía se repetía- si creo que pudo haber una mejor escritura. No fue que me tomara mucho tiempo, lo escribí y lo monté al instante aún con la sensación de la pesadilla. Gracias.
Algunas cosas, como los sueños, merecen ser tratados al tener la sensación y no pasarlos por la guillotina de la edición.
ResponderEliminarYo gusto de Miedo (I)
Me gustaron las imágenes que llegaron a mi mente, rápidas y sin anestesia.
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