"Yo no sé hablar como todos, mis palabras suenan extrañas y vienen de lejos,

de donde no es, de los encuentros con nadie.

¿Qué artículos de consumo fabricar con mi melancolía a perpetuidad?"

Alejandra Pizarnik


lunes, 28 de diciembre de 2009

Patio Trasero

Desprendido el patio trasero del mundo, nuestro destino estará dedicado al tedio cotidiano, a la suciedad perpetua eterno aburrimiento, o quizá a una inmortal sensación de nunca estar secos.

Estuve soñando –yo siempre lo hago-, que el patio trasero del mundo era desaparecido, y la gente ya no tenía donde extender sus trapos, entonces ya no estaba el grito en la casa de entrar las ropas cuando lloviera, del viento que sopla sobre las telas. Los niños ya no tenían paredes de lino para plasmar sus manos sucias en mariposas de diez dedos que olían a tierra y estiércol.

Estuve soñado –y a veces no paro-, que el mundo usaba siempre el mismo atuendo, sus zapatos raídos. Cuán aburrido y sucio. Y la gente ya se conocía las camisas, los amantes ya aburridos de saberse viejos atavíos, sin bragas nuevas que romper y los mismos botones que remendar después del sexo.

Y algunos con sus ropas mojadas porque no soportaban el hedor a día eterno, salían a cazar alguna gripe y terminaban arropados por sudarios reciclados. Eran tiempos de inconformes y ya nadie estaba demasiado seco sin el patio trasero del mundo.

Entonces fue cuando sucedió, que en el sueño todos se despojaron de sus vestidos y los tiraron al gran vacío que había en el mundo, sábanas empantanadas por niños traviesos y tirantes que cuajaban el gran lienzo, colocaron un cierre para que no se desbordara tanto paño y almidonaron la superficie para marcar las arrugas simulando las que antes existían. Pusieron botones donde antes solía haber jardines de flores y colgaron las cuerdas del nuevo patio trasero del mundo…

Cuando desperté –siempre hay que hacerlo-, el planeta también lo hizo, y todos iban vestidos como el día lunes es debido y yo andaba empapado buscando un sitio donde extender tanto mojado.

Alguien debería inventarle un tendedero a este mundo.

Postal de 1904, Tendederos en New York City

martes, 22 de diciembre de 2009

Pececillos de Plata, Avioncitos de Papel

Caballitos de felpa con las costuras visibles en los bordes, para afilar las uñas en sus lomos cabalgantes. Un parque en París donde una loca les da arroz a las palomas. Un barco pesquero cargado de atún…

Anoche soñé que unos pececillos de plata se comían las mejores frases de los libros, pero no eran pececillos de esos que nadan en los lagos o en el mar, no, eran Lepismas saccharina, unos insectos escamosos y brillantes que han sobrevivido más de cuatrocientos millones de años merendando letras, pegamento y almidón.

Contaba pues mi sueño: los insectos nadaban en su océano erudito, recitaban las mejores citas que habré escuchado, las arrancaban de la hoja y se las engullían y de repente ya nunca más se repetían en la historia. Cuando ya no les quedó nada de su banquete de todos los libros del mundo, se acercaron arrastrando sus acorazados y lustrosos cuerpos hacia mi mesa de noche donde reposaba, ¡con espectacular portada!, el último ejemplar de toda la historia de La Condesa Sangrienta de Pizarnik.

Imaginarán ustedes el terror del sueño y el cuadro de aquellos monstruos minúsculos, con sus nano-colmillos ensangrentados y sedientos por las últimas palabras bien impresas que quedaran en el mundo onírico.

Bien fue que desperté y allí estaba mi gato, maullando por su bocado matutino y salvándome de las garras de aquellos alucinados comepapeles.

De niño siempre quise un gato, mi abuela tenía uno que nunca tuvo nombre, porque según ella un gato se llamaba como quería y nada más, jamás atendería a un mote impuesto.

La odisea de traer un felino a casa fue toda una epopeya, fue de sorpresa y asegurándome un hotel por si no me aceptaban con él en casa. Cuando lo vieron admitieron su estadía con fingido recelo. Al momento ya todos estaban en carrera por el nombre: Ángel, Miau, Champiñón, Salmón, Panzerotti… lo llamaron de todas las formas como libros se comieron los pececillos plateados, sin embargo él aún no responde, ni lo hará. La abuela tenía razón.

Quesito lo llamo, a disgusto de muchos el nombre, pero es cómodo a la hora de sacar canciones mientras preparo el desayuno.

Quesito… a Quesito le gustan las polillas que se comen la ropa, le hace compañía al monstruo en mi armario cuando no estoy, y escucha Janis Joplin. Los aviones de papel lo divierten más que los ratones de peluche y esos artilugios que se inventan más para los dueños que para los gatos.

-Queso Amargo –así también lo llamo-, esto es un avión, un avión de papel; y ese de allá arriba es uno pero de metal. Este que tengo en mi mano lo podría fabricar un niño de cuatro años y pintarle personitas; ese en el cielo no es origami y es tan complicado como la gente que los hace. Además de personitas de verdad que viajan en el maletero como polizones, en algunos casos también carga polizontes que vendrán a defender la democracia- y a falta de gesto para burlarse de mi, Quesito voltea la cabeza, mira el pájaro de alambre y gruñe.

Y por eso es que le gustan los aviones de papel al felino lácteo, y no los de metal. Y los peces: el atún, el salmón y los pececillos de plata que no son peces ni viven en el agua ni vienen enlatados.

…Una finca lechera donde las vacas lo llaman para que las ordeñe. Un móvil de aviones, grullas y barquitos de papel. Las últimas gotas de vodka olvidadas en los vasos después de una fiesta. Una Nepeta cataria germinando súbitamente por entre los rincones de la casa…

Creo que con eso sueña mi gato, y con peces también yo.

______________________________________
Cuento Cósmico para Gatos Lunáticos:

martes, 15 de diciembre de 2009

Dedontanes

“-¿Entonces, de quién es esta boca?
-Pues suya mijo.
-Y para qué me la dieron, pues para hablar.
-¡Pa’ comer!
-Mamá, por eso mismo, para comer y no tragar entero.

Comenzaron por los labios y, como es bien sabido, no hay Mujer ni Muerto que se deje pronunciar faltando estos, que al ser cercenados desaparecieron el Blanco bajo el rojo que brotaba de la boca ya incompleta. La Palabra misma junto a la de Pueblo también quedó mutilada, ya el silencio y el olvido se tomaban la vereda.

Luego arrancaron de tajo la lengua y la oquedad inundada hacía ecos. La Letra se borró, la Libertad naufragó y junto a ella la Resistencia; la Derrota se escapó comisura abajo. Un sonido gutural se ayudaba de la sangre, ¡GR, GR!, GRuñidos, GRitos, GRitos liquidados, licuados, agolpados garganta abajo.

Letra a letra, cada diente fue profanado de su fosa, palabras huérfanas sin quien las pronunciara, vocablos indecibles para la maquina hueca. Exiliado el lenguaje de aquella boca.

Pero cuando rasgaron la camisa del ya acallado personaje los gritos emergían entre llagas, las palabras habitaban cada parte. Libertad, Mujer, Venganza, Verdad, Me Duele Amor…; caminaban sobre los huesos y se escondían entre las vísceras burlando la voluntad de su perseguidor”.

°oOo°

Dudo enormemente de mi rigor periodístico, no me da pena decirlo, y no por eso dejo de ser creíble. Lo que sucede es que tengo serios problemas, no con el oficio de hacer periodismo, sino con lo que la academia intenta contener. Pero esto es un dilema personal que me llevará toda una vida resolver.

El caso concreto de esta entrada es la siguiente:

Debía realizarse un trabajo para una asignatura llamada Periodismo Judicial, el trabajo final consistía en un caso correspondiente a la Ley de Justicia y Paz (Ley 975 de 2005). Lo que comenzó como un simple trabajo académico, terminó perturbando gravemente mi manera de comprender la lógica de este país (que no es la misma del café).

Conocer una historia de segunda mano es una cosa, leerlo en los periódicos, escuchar a alguien ajeno relatarla, que las noticias del medio día se tomen sus segundos para contarla (si lo hacen, y si lo hacen bien)…; pero tener en frente al protagonista de esta, es algo muy diferente.

Jamás una entrevista se me había convertido en una carga, más allá de pensar en que debía convertirla en pequeñas citas para acomodarlas a algún artículo. Pero haber tenido enfrente a varias mujeres víctimas del conflicto armado, cada una de ellas relatando su pedazo de país, con el dolor que no les cabe en esas carnes ya pesadas, me produjo otro dilema personal.

Resulta que en una de tantas mi compañero de trabajo y yo debíamos entrevistar a una de estas mujeres junto a un reportero de El Colombiano. Y no es que quiera criticar la manera en que cada quien desarrolla su trabajo, pero la actitud de el entrevistador me dejó desahuciado.

-Doña Rosalba ¿Qué se siente que a uno le desaparezcan una hija?

Esa fue una de las preguntas que el periodista le hizo a la mujer, sin siquiera mirarla a los ojos y entretenido en su libreta de apuntes intentando recordar el apellido de Rosalba para anotarlo, justo al lado de ‘lo que se siente que a uno le desaparezcan una hija’.

Fue en ese preciso instante que me pregunté si algún día yo también tendría aquel callo grueso que tuvo ese hombre para hacer semejante pregunta (¡sin respuesta!), y además para no mirar siquiera a los ojos a su interlocutora, como interesado tan solo en su nota periodística y en obtener un poco de sufrimiento para que su escrito quede más llamativo, con un titular de esos que venden.

Bueno, pero aparte de todo esto, debo ser honesto y decir que definitivamente me será imposible seguir en esta carrera sin que las pasiones se salgan de su jaula, sin que la subjetividad se me riegue por la boca.

El haber conocido a estas mujeres, sin miedo a contar lo que en este país no se quiere contar, me ha llevado a tener un tanto de orgullo por la gente que habita aquí. Mujeres que tuvieron que abandonar su labor de cuidar gallinas, recoger huevos, arrancar hiervas; para venirse a la ciudad a luchar con un monstruo más grande que la maleza: la impunidad (o la justicia colombiana). Mujeres que dejaron sus cucharones y el calambombo en la sopa hervida, para sacar lupa, lápiz y libreta y aprender a caminar por los edificios de la Alpujarra, de la Personería, para sentir siquiera que algo hacen por sus familiares desaparecidos.

“A mí no me da miedo hablar, para eso tengo la funeraria al día”, nos dijo una de tantas, y vi en aquella frase un pedido a los que ejercen este oficio: no saberse héroes (el mundo no cambiará, estoy seguro), pero tampoco por eso resignarse a vivir conforme al entorno.

Palabras del señor Eduardo Galeano citando a Fernando Birri: “Ella está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”. ¡Para eso, y nada más!

Sin ser más, poco a poco aparecerán en este blog algunas historias de aquellas mujeres. Mientras tanto, los invito a la página en que está el trabajo final:


Dedontanes, si al derecho no comprende, al revés verá que entiende:

Y su visión ¿20/20?

jueves, 10 de diciembre de 2009

Epístola de los miedos

A Esteban, por su-puesto...
“Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
Recibe este amor que te pido.
Recibe lo que hay en mí que eres tú.”
Alejandra Pizarnik

Lo que me inspira el papel, el puro hostigamiento de su olor, es el miedo a dejarlo impoluto, virgen. Tengo miedo, y como Alejandra, me oculto en el lenguaje para poder aquietarme, para encontrar el silencio que con la palabra llega.

De pronto frente al papel el miedo se escurre, o al menos se arropa debajo de los bordes filosos de alguna palabra oportuna.

Lo que me inspira tu tacto, el mismo acoso, el mismo miedo de no atreverme a temblarla.

“En la noche a tu lado
las palabras son claves, son llaves.
El deseo de morir es rey.

Que tu cuerpo sea siempre
un amado espacio de revelaciones.”


Así que no huyas, muchacho, no corras, no te le escapes a mi lenguaje, ya te lo dije: tu lógica es la de la palabra misma, y la mía la de quien se atreve a redundarte en un intento de invocarte.

Tantas veces la jaula se hace pájaro y no sé qué hacer con el miedo que se vuela, el miedo de intentar re-encarnarte en esta carne de palabras tan desprovista de tacto, cómo dibujarte “con estos dibujos malos”. Tantas veces el miedo, la "niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia". Tantas veces el del grito en ascenso de un niño que ha desasido su globo.

“¡oh quédate un poco más entre nosotros!”

Esta verdad mal dibujada con la mentira de la palabra, hoy, tómala, tuya en tu aniversario.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Mercedes

Mercedes, su nombre es Mercedes y es actriz, pero no actriz porque sí, sino de teatro. Mercedes tiene un gato llamado Delilah, y sí, le puso así por Freddie Mercury. Mercedes ya alcanzó los cuarenta, no tiene hijos ni esposo, dejó a su último novio porque sólo le regalaba rosas y olvidaba fácilmente el nombre de su gato: Delilah, Delilah, oh my, oh my, oh my.

Mercedes mueve los labios como si hablara en silencio, lo hace mirando su reflejo en la ventana del metro y lo que dice lo sé, es el guión de su siguiente obra, su primer monólogo.

Mercedes piensa que es demasiado alta para su nacionalidad, tiene porte de señora inglesa, pero a diferencia de esta no toma el té ni cruza las piernas mientras orina.

Mercedes tiene el cabello negro y la piel muy clara, unas cuantas arrugas en la frente revelan que todo le sorprende.

Mercedes va al cine tres veces al mes, no come popcorn porque le deshace el nudo en la garganta cuando le da por llorar en las escenas dramáticas. Nunca ve una película completa, abandona la sala antes del final para dedicar el resto de día en desenredar la trama a su antojo; así se deshace de los debate políticos y religiosos.

Mercedes, imagino tu llegada a casa: abres la puerta y al primer paso tu chaqueta vuela, tus tacones por los rincones, tu pantalón sobre la tele, tu ropa interior servida en el comedor y finalmente caes con todo tu día, escurrida y desnuda sobre el sofá de cuadros, con una botella de vodka entre las piernas. Luego riegas la matera donde hace un tiempo sembraste una semilla y aún esperas que florezca. Lavas los platos con la radio encendida hostigando a los vecinos. Tomas un baño con la puerta abierta y los ojos cerrados, imaginando que algún muchacho se inmiscuye en tu apartamento y te observa. En la mañana, frente al ascensor, le guiñas el ojo al del cuatrocientos dos para que piense en ti mientras se coge a su novia.

Mercedes abandona el vagón en la misma estación en que yo lo hago y se mezcla entre la gente pero aún sobre sale. Ya en la calle la veo alzar su mano, tomar un taxi que la llevará a su verdadero destino de posibles hijos, esposo y perro, de ingeniera administrativa o secretaria ocho a seis, de guardería, entrega de notas y visitas al psicólogo, de piernas cerradas en su sofá a rayas, de ‘no andes desnuda por toda la casa’, de visitas y señoras muy formales que llegan puntuales a tomar el té.

Mercedes, y junto a mí su nombre y la vida que le he inventado.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Lo que es la vida

-Es algo así como un libro al que debes repasar con tus dedos, porque eres ciego. Tantear letra a letra, como si presionaras botones que terminan por encender o, en la mayoría de los casos, apagar algo.

-¿Te sostengo el cigarrillo?- me pregunta y lo toma de mi boca mientras libero el humo. Luego lo coloca en su sitio, de nuevo.

-Después te das cuenta que las hojas eran unas cuchillas enormes y las palabras filosas hendiduras, como un rallador gigante. Pero igual sigues leyendo con tus dedos convertidos en incipientes muñones, hasta que no queda más remedio que utilizar todo tu tacto.

-Ah, ahora entiendo- vuelve a retirarme el cigarrillo al aviso de mis ojos enrojecidos, bocanada afuera y lo devuelve.

-Cuando llegas al último verso -o llega lo que queda de uno, el esqueleto-, justo al oprimir el gran botón, el punto final que en definitiva detonará al circuito entero, el libro se cierra como una trampa para osos que se engulle lo que queda de ti.

-Con que así es como sucede.

-Sí, así exactamente.

-Lo que es la vida, ¿te apago el cigarrillo?- es lo último que dice, antes de apartarlo de los que solían ser mis labios y tirarlo. Luego, me cambia las vendas.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Guardarropa

Hay quienes guardan el vestido de matrimonio, las joyas de la abuela o el diente que nunca se llevo el Ratón Pérez. Otros, un monstruo noctívago o una fotografía de algún amor secreto, que vienen siendo lo mismo.

Los fetiches están bien escondidos en los rincones, allá, tras otras prendas menos indecorosas. Escondemos viejos tiempos, por si una noche nos da por almidonar la memoria.

No faltará el extraño que llegue a despojarnos de pretextos, recatos y esos accesorios necios, entonces descolgamos el goce para hacer espacio a los que tanto estorban entre sábanas, los escrúpulos que se escurren ensopados.

Hay días en que nos encerramos para hacerle compañía al engendro solitario y cuando salimos, todos húmedos y oscuros, no soportamos el aire limpio y la luz que hostiga en los ojos.

Habitan corazones que van quedando en desuso, o terminan devorados por los insectos que se deleitan con los harapos que vamos guardando; y por eso el amor huele a polilla estrellada contra parabrisas.

Es importante entonces, no olvidar colocar las bolitas de naftalina en el armario, sacar los trapos al sol, darle un baño a nuestro monstruo una vez al año.

martes, 17 de noviembre de 2009

Sex-soft-on


Sexsofton es correr al edificio de enfrente, pagar unos cuantos centavos a un músico decadente para que toque su saxofón toda la noche desde su apartamento, mientras tú crees que es una perfecta casualidad.

Sexsofton es incendiarte con las luces que se duermen.

Sexsofton es descoser tu vestido, como deshace el músico vecino el corsé de su instrumento.

Sexsofton es la melodía fluida por la ventana, los fluidos melódicos por las sabanas, los gemidos espasmódicos que se riegan de tus labios, los del saxo.

Sexsofton, el compás de tu vientre.

Sexsofton, el blues del músico al saberse solo.

Sexsofton, absorber el jazz que llevas dentro, escucharte cantar How High the Moon, verte partir a otro mundo mientras te vienes en este.

domingo, 8 de noviembre de 2009

B Movie

Lo nuestro era un amor de culto, no apto para todo público, una relación de película porque lo tuyo era el cine. Soñabas con tener el Garbo de Greta y la Gracia de Kelly. Y no es que fueras exactamente una femme fatale, ni yo Marlon Brando. Pero no había nada que reprochar, los productores de esta historia no tenían para más. Algún guionista decadente te dictaba sus ideas. Tú hacías las veces de directora mientras me acompañabas en el plató, y yo me defendía como podía, sin extra alguno que me respaldara en las maromas que el libretista loco en tu cabeza me obligaba hacer.

Odiabas las comedias románticas, por eso cuando llegué a tocar a tu puerta, con la conocida excusa de la taza de azúcar, gritaste: ¡Corten! Y la escena se repitió.

Allí estaba yo, saliendo por la ventana de mi apartamento a siete pisos del mundo. El trato era que yo debía entrar por la ventana de tu habitación y pedirte que me ocultaras de unos agentes del F.B.I. que querían investigarme por presuntos nexos con extraterrestres o Al Qaeda. Sin poleas ni arnés alcancé tu ventana…

¡Corten!

…La ventana estaba atascada, yo a siete pisos de mi integridad y tú en mi apartamento animándome a que hiciera el recorrido de vuelta, con un té de manzanilla en las manos.

Por lo menos nos entendíamos en la cama, o eso creo. Siempre lo dudé por tu notable habilidad en las artes escénicas. A veces te inventabas algún pretexto para llegar tarde a casa e intentar conseguir un traje como el de Liza Minelli cantando Mein Herr, o el de la Hayworth en Gilda. Y mientras te quitabas el guante soñando ser Rita, yo le echaba la culpa a la Madre Naturaleza por el terremoto de San Francisco, por Rita Hayworth y por tu striptease. ‘Put the blame on Mame, boys, put the blame on Mame'; cantabas.

No logré entender que tenías en la cabeza. Siempre te veía por ahí, tranquila y de repente se te antojaba algo. Así fue como llenamos un cuarto de canarios para que tú pudieras sentir el horror de Tippi Hedren. Fue una lástima que terminaran revolando por toda la casa mientras cerrábamos las ventanas.

-Algo de espontaneidad no vendría mal- te propuse y…

¡Acción!

El florero estrellado contra el muro, un sofá volcado en la sala, a la vez que tú recitabas las líneas premeditadas: que lo tuyo era el cine, que te dejara vivir en tu película, que qué sucedía con todo el mundo que querían convertirte en lo que tanto odiabas. Yo, en un intento de salvar mi pellejo de tu histeria, salí corriendo del apartamento rumbo incierto. Grave error, el melodrama apenas comenzaba: mi ropa lloviendo desde el balcón, los cigarros esparcidos al viento, tus frases aventadas por la calle y los vecinos señalando al pobre desgraciado que yo representaba.

-¡Mujer, la tele no!- te grité- entiende que lo nuestro no es más que una B-Movie, una pareja de bajo presupuesto.

Y así es como salgo de tu película, con sangre de la de verdad porque no había para más. Tú sin tele, yo sin ti.

Te ves bien en pantalla grande dando vuelcos por los balcones, escapando de los policías que ahora van a tu encuentro. El enfoque a tus pantorrillas para desorientar al cerdo portero es casi tan impresionante como el brazo descubierto de la Haythworth. Corre mujer, corre. Haz autostop por las carreteras. Yo entretanto iré por algún refresco. Cuando vengas trae una antena nueva para la tele y popcorn que ya no tengo. En los créditos nos vemos.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Pensamientos inútiles a las 3:33 de la madrugada

1.

Tres y treinta y tres en verde fluorescente titila el despertador. El despertador fluorescente titila en verde: tres y treinta y tres. Titila fluorescente el despertador las tres y treinta y tres en verde. Tengo una amiga quien gritaría si viera ese número, sufre algo así como una triscaidecafobia pero con el número trescientos treinta y tres; o más bien una triplehexafobia dividida por dos. Sí, seguro moriría en este momento con el tráfico de tic-tac en los relojes del cuarto contiguo, el del relojero. También sé de un niño que cuando tiene pesadillas en la noche corre al cuarto de sus padres, se detiene ante la puerta y prefiere dormir allí en el suelo; lo espantan esos pasos acompasados del reloj al otro lado.

2.

Cuántas escaleras habré escalado para confirmar que si el menguante de la luna no es más que la sombra proyectada por la tierra, y si yo -habitante de este mundo, terrícola escapista, humano orbitando la locura- lograse alzarme lo suficiente para que el sol recayera sobre mí, también mi sombra se reflejaría en la luna.

3.

Qué gran avance ha representado para la literatura la máquina de escribir y, posteriormente, el teclado de computador. Antes, la costumbre era la de redactar a una sola mano, bienaventurados los onanistas ambidiestros. Pero ahora todos podemos pertenecer a ese excelso grupo que ha logrado una economía estable en sus dos manos: de a tres teclas por dedo, el comunismo del teclado. Sí, en definitiva la producción literaria pudo haber aumentado; su calidad… dejémoslo en que ha entrado a eso que llaman producción a gran escala. Por eso, aunque ahora se escriba a dos manos por hombre, la muy condenada seguirá incompleta.

4.

¿Que por qué era tan grande Mercedes Sosa? Imagínese usted, tener que cargar con toda la voz de Latinoamérica. Se debe ser robusto, fuerte y grande, con la piel gruesa y bien puesta para no romperse con esos gritos, gruñidos y llantos.

5.

Para sobrevivir en Medellín se deben dejar los escrúpulos de lado, aprender a tratar con las putas y poco a poco desmontarles las cuchillas que llevan entre las piernas. Mejor dicho, hay que saber alzarle la falda a las montañas.

6.

Tres y treinta y tres de la madrugada. Se fue la luz. Ya no titila el despertador. Tres y treinta y tres rezaba en verde fluorescente. Y como a esa hora se fue la luz, entonces esa hora seguirá siendo hasta que vuelva. Pero la luz no se va, se fue la energía, porque la luz la tengo en esta vela. Mejor dicho, se trasformó la luz como la energía, que tampoco se va, sólo que el lenguaje no es suficientemente explicito para decir algo como que se apagó el bombillo a causa de que los impuestos no han sido pagados. Pero la vela me es suficiente. Se refleja mi sombra en la pared, como lo haría en la luna si me alzara lo suficiente. También está la sombra de mi cigarrillo y de pronto me pregunto por qué cuando lo aspiro, el de mi sombra también se consume pero no se enciende como el mío. Concluyo entonces que no soy el único oscuro esta noche, también el pobre quema su pena sin hacer mucho ruido.

jueves, 29 de octubre de 2009

Des(cas)Carado

Oh, respetable lector, permitidme un momento de sublime idiotez:



Sucedió un día cualquiera de la semana -quizás un lunes, tal vez un jueves-, que encontré un pobre huevo solitario en la canasta de los huevos, ya resignado a su agrietado destino.


Pobre huevo hijo de gallina flaca y de mal corral. Descalcificado además el miserable. Entonces yo, representando al verdugo salvador, lo acojo entre mis misericordiosas -villanescas, miseras-, manitos y descascaro al futuro huevo descarado.


Pobre, pobre y descalsificado, descascarado y descarado huevito; ya sin su alma clara y yema, quiero decir llena.


Pobre y miserable huevo que terminó convirtiendose en mi desayuno y en otro absurdo montaje excusado bajo la etiqueta de 'Arte Conceptual'.

Una producción de (izq-der): Elessar, Angelunático y Darkbantha.
Muchas gracias por su atención, favor reclamar el tiempo perdido a la salida del blog.

lunes, 26 de octubre de 2009

Re-membranza

Te le ibas escapando a mi lenguaje, y es que tu lógica es la de la palabra misma. Escribirte sería re-nombrarte, quizá re-cubrirte, un atrevimiento de redundarte. Pero ya ves, aquí me encuentras pretendiendo inventarte, si acaso re-membrarte no es el riesgo de desmembrarte.

Rehúyes a mi vocablo por no ser uno que me pertenezca, pero de los míos me valgo tejiendo cadenas para alcanzarte, sin correr peligro de ar-restarte. Y abandono la tarea de invocarte por miedo a repetirte, imposibilidad de re-encarnarte en esta carne de palabras tan desprovista de tacto.

sábado, 24 de octubre de 2009

En Buenas Manos

“Oh mis muertos
Me los comí me atraganté
No puedo más de no poder más”
En Esta Noche, En Este Mundo – Alejandra Pizarnik


-Abuela, los perros no bailan, los que bailamos por la plata somos nosotros.
-Pero un perro bien entrenado baila porque baila.
-Igual que un hombre bien remunerado.

Pobre de mi abuela, se fue engañada. Creyó que todo iba a cambiar, que quedaríamos en buenas manos. Seguramente el día que se fue pensaba que la nevera estaba llena, que la leche no se vinagraba hervida. Que todo mejoraría, que quedábamos en buenas manos, creyó que todo iba a cambiar. Se fue engañada, pobre de mi abuela que en paz descanse.

-Papá, me sabe mal este café. Le digo que la leche está vinagre.
-La leche hervida no se vinagra.
-Pero si lleva una semana ahí puesta.
-Todo está bien, mijo, impresiones suyas.

Papá, yo le advertí lo de la leche. De seguro la vaca estaba enferma, tendría la ubre infectada, la leche cortada. Sí ve, papá. Yo se lo dije. La abuela dejó la leche ahí puesta, pero ya estaba vinagre desde antes, por eso la hirvió, para intentar arreglarla. Pero ya ve, papá, lo mal que le ha caído el café de esta mañana, por eso yo no lo tomé.

-Mamá, no lloré. Mire, deje toda la ropa de mi abuela ahí en el armario. No hay necesidad de hacer eso ahora.
-Es mejor ventilar la pena, mandarla a quemar. A alguien le servirán estas prendas.
-Sí, mamá, pero no hace una semana que la abuela murió. Venga, no se ponga en esas. Tómese este cafecito para que llene el estomago.

Sí ve, mamá. Lo confirmamos. Son las vacas las que están dañando la leche antes de darla. Vea que ya papá y usted están en cama. Lo mejor será dejar de tomarla, por lo menos hasta que las vacas dejen de dañarla.

-Ay, mamá, la leche no deja de llegar cortada. Algo les pasa a las vacas. Pero mientras tanto, coma algo y páselo con agua. Dele a papá.
-Comamos los cuatro, llame a su hermano.
-No, mamá, ya me han traído a mí el alimento. No les guardé porque no me lo permitieron. Tuvieron que cambiarme las sabanas, les había escondido unos bocados a ustedes bajo la almohada.
-¿Usted ya comió?
-Sí, una mujer entró al cuarto y me dio de comer. Yo le pedí para ustedes, pero fue como si no me escuchara. ¿Dónde está Martín, mamá?
-En el cuarto de la abuela, encerrado.

Martín está como raro. De pronto sus rasgos están perturbados. No creo que sea la leche. Tal vez el agua también ha llegado envenenada. Nos van a dejar morir de hambre, que alguien haga algo.

(-Tranquilo, tranquilo, va a sentir una picadura y…
-Pero mire, que es Martín, está muy raro, como desfigurado. Hace tanto no come…
-Tranquilo, duérmase).

-¡Mamá!, mamá despierte. Papá esta vomitando. ¡Mamá! vístase que nos vamos. Vaya póngase la chaqueta, voy a despertar a mi hermano. Escuche allá afuera lo que está sonando. ¡Despierte, mamá!

Qué le pasa a Martín que de pronto se ha puesto morado. Que son esos ojos tan extraños. No parece mi hermano. Y papá se ha quedado encerrado en el baño. Todo está vuelto mierda, los trastos no se han lavado. La alcoba de mi abuela desordenada, que extraño. Esta mañana estaba todo arreglado. Oigo pasos.

-¡Mamá!

Fue el agua que les hizo daño. ¿Pero por qué Martín está amoratado?

(-¡Quién es usted, qué me está inyectando! Le digo que yo no los maté, fueron las vacas, el agua y los que entraron rompiendo la puerta y disparando a todos lados. Nada es muy claro.
-Shh… tranquilo, sólo es un delirio).

Sé que mamá ya estaba muerta, yo lo sé, antes que ellos irrumpieran. Se estaba allí quietica. Sin embargo uno de ellos se acercó y le asestó un disparo entre sus parpados. A papá no lo vi, pero no salió del escusado. Al pobre Martín sí, lo vi todo, yo estaba escondido entre el armario del cuarto de la abuela, él recostado en la cama. Ellos entraron, mi hermano apenas alcanzó a detallarlos. Estaba gritando porque lo había despertado el disparo en la habitación de mis padres. Pobre Martín, yo lo vi, el me miró también sin delatarme.

-Abuela, que los perros no bailan. La leche está vinagre. El agua sabe raro. Abuela, le desordenaron la cama, no se enoje conmigo. Qué hago con Martín que lo veo desmadejado. Abuela, Martín se ha escurrido entre las sabanas y mamá no puede venir a consolarlo. Papá aún no sale de ese baño. Yo me he escondido, cobardemente, en el armario. Abuela, ¡los pasos! Fueron ellos, pero nadie lo cree, me toman por perturbado.

No sé de haber gritado que me habría pasado. Pero sé que no estaría aquí amarrado. Yo no estoy loco, no me lo digan, que no estoy loco. Ustedes no se creen la pesadilla, porque suena a cuento inventado. Pero les digo, les digo que pasó y ya ha pasado.

(-Enfermera, por favor, suelte un poco más las correas que me están asfixiando.
-Tranquilo, tranquilo. Está en buenas manos).

sábado, 17 de octubre de 2009

Ni en un bosque, ni en la China

Los peces se me tragaron la fiebre, lo juro. El dolor en el oído desapareció como tantos cuerpos lo harían por esa misma corriente poco tiempo después. Pero en ese entonces eran unas aguas cristalinas, llenas de unos pececitos negros que le rozaban a uno todo el cuerpo.

(-Mamá, ¿cómo se llamaba la quebradita de los peces sanadores?
-La Santa… ¿santa qué? ¿Inés?
-Teresita- responde papá).

Y no exagero cuando digo que la quebrada en ese entonces era transparente, si hasta los pies se veían chapoteando por allá en el fondo junto a los pececitos de agua dulce que se sorbían la fiebre. Mis aleticas de cuatro años sacudiéndose para que la corriente no me arrastrara rio abajo hacia el océano, ese charco salado que tienen por mar allá en Turbo, el mismo que me había inflamado los oídos.

-Mamá, este mar no es el mismo de la otra vez.
-No, hijo. Es que estamos en otra parte, este no es el mismo mar.

Cómo no iba a ser el mismo, si el mar siempre es el mismo. Lo que pasa es que allá se comenzó a concentrar algo que lo hizo saber y oler distinto. Ese algo que se metió por mi oído y me puso a hervir a casi treintainueve grados.

Habíamos viajado mamá, papá y yo en el Renault 4 naranja hacia Apartadó, para visitar a mi tio Jairo, a su esposa y a mi prima Sandra. Mi hermana y mi prima Marce se habían ido en avioneta. Antes de llegar a la casa de mi tío hicimos un mercado para llevárselo, porque los tiempos no eran los mejores. Yo aproveché e hice mi berrinche habitual para que me compraran el tarrito amarillo de leche en polvo Klim porque traía un cassette con coplas infantiles.

Ya mis papás estaban hasta la coronilla de la bendita chinita que se había perdido en un bosque de la China y yo que sí y ella que no; y ellos que no y yo que sí. Y al cabo llegamos a casa de mi tío sin más discusión, con el cassette dando vueltas en el pasacintas.

(-Sandra, ¿por qué fue que les tocó venirse para Medellín?
-Por lo de la Chinita.
-¿La que se perdió?
-No, por la masacre).

Nos tocaba dormir a cuatro por cama, la casa no era muy grande y había que dejar el menor espacio posible a las culebras. ‘Mucho cuidado que por las noches se van bajando del techo, sobre todo les gusta el sanitario’, nos había dicho Luz Dary la esposa de mi tío. Y a mí poco me importó lo de las culebras, dormí pensando en que al otro día iríamos todos al mar.

Pero que culebras las de ese lugar. Disparaban un veneno que mataba a conciencia. Y atacaban porque sí y porque también. Entonces supe que había que dormir juntos no fuera y nos tocara morir por separado, no estaba de más ahorrarles tiempo a los bichos que entraran a matar. Aunque igual ellos se tomaban su tiempo.

Días antes de que llegáramos, a Luz Dary le había tocado ver como uno de esos bichos atacaba a un fiscal que pasaba cerca a ella, y de pronto la culebra se lo dejó bien tendido a los pies. Quizá por eso fue que la vi llorando cuando al otro día hablaba con mamá. Nos mandaron a Sandrita y a mí para el carro a escuchar el cassette de la chinita, porque disque tenían que tratar asuntos de mayores. Pero yo sé que fue lo del fiscal, mi prima me lo contó dentro del Renault 4 naranja.

(-Esos tiempos fueron muy horribles, de pronto uno salía y le tocaba empujar la puerta porque se la habían dejado trancada por fuera con algún muerto. Acordate lo de mi mamá que apenas iba saliendo de la papelería donde trabajaba le dejaron al fiscal ahí tirado.
-¿Y quién fue?
-Lo único cierto es que no fue de las que se arrastran).

Mi prima y yo esperamos en el carro hasta que todos nos acomodamos en él para ir a la playa. Se sentía diferente el aire cuando uno se alejaba de Apartadó. Más liviano, aunque esa pesadez de allí se comenzara a extender por toda la región, Turbo se pudría también.

(-Pueblo Nuevo se llamaba el barrio donde vivíamos. Eso quedaba ahí pegadito a La Chinita.
-No había bosque, ¿cierto?
-No.
-Con razón no se perdieron los que vinieron a encontrarse con lo que sí salieron perdiendo.
-Ay, primo, vos estás loco).

Nos tocó devolvernos de Turbo por mi dolor de oído. Cuando llegamos de nuevo a Apartadó me llevaron al hospital para que me revisaran. Cómo odio el sonido que hace la jeringa cuando le sacan las burbujas de aire que quedan adentro. Y el dolorcito que se prolonga por horas y lo deja a uno cojo.

-Mañana va estar bien, va a ver.

Y estar bien fue la subida de temperatura, los escalofríos con nauseas y el dolor de cabeza con esas palpitaciones acompasadas dentro de mi cerebro. Fue doña Consuelo, la suegra de mi tío Jairo, la que nos recomendó ir a la Santa Teresita, que porque era bendita.

Luego fue que desaparecieron los peces de la quebrada entonces no hubo quien se tragara las fiebres y el dolor. Como en otros tantos pueblos, hubo masacres. En uno mataron a varios travestis y los desmembraron, los tiraron al río y le advirtieron a la gente que si tomaban agua durante esa semana se infectarían de sida. En otros lugares envenenaron los arroyos y dejaron a los niños deshidratarse. Todas las vertientes eran canales de cuerpos mutilados que terminaban en el mar. No había tren como en Ciénaga cuando la masacre de las bananeras, entonces utilizaron los ríos para deshacerse de sus pecados. Todos estaban manchados, mataron campesinos con la excusa de ser colaboradores de la guerrilla; los paramilitares se estaban tomando el control de la zona con la ayuda del Ejército y de las empresas privadas que explotaban la región.

Lo de la Chinita fue que la guerrilla se entró a acabar con los desmovilizados del Ejército Popular de Liberación; querían vengarse disque por traición a los ideales. Pero fue una maniobra doble, donde el Ejército también sacó su tajada del manjar y aprovechó para culpar a miembros de la Unión Patriótica y del Partido Comunista de ser los ‘autores intelectuales’ de la masacre, una piedra más para debilitar a estos partidos políticos perseguidos desde la década anterior.

Y es que esa ha sido la ley en estos pueblos. A penas cae el muerto, llegan los carroñeros a separar su pedazo. Todos quedaron untados. Hasta el mar, el banano y la palma de cera que germinó entre las manchas.

Mi tío Jairo y la familia se vinieron de esos lados en busca de vientos menos agitados. Cosa que no era cierta, pero algo era algo. Tenían miedo, miedo tenían y quién no. Llegaron a Medellín, donde aún temblaba la tierra por los estruendos de los años del ‘Patrón’.

(-Mamá, ese mar de allá es como café.
-Es por el río Atrato que se ve así.
-Yo creo más bien que le echaron tierra al asunto).

jueves, 15 de octubre de 2009

¡Blog del Día!


Qué grata sorpresa me he llevado al leer el siguiente comentario en la entrada Firma/Frag mento:

“Vinimos dando una vuelta y encontramos tu blog. Decidimos otorgarte, tras un minucioso estudio, el prestigioso galardón al MEJOR BLOG DEL DÍA correspondiente al viernes 16 de octubre de 2009 en No sin mi cámara por los contenidos y matices”

Ahora hago parte de la Orden del Stultifer de Oro.

Quiero agradecer a Stultifer y a su blog por el reconocimiento. A los lectores de Ángel Lunático que se toman el tiempito de leer las entradas, de verdad que aprecio su atención y sus comentarios.

Espero se den la pasadita por el blog No sin mi cámara y si tienen fotografías de escaleras pueden enviarla al correo: edusiete@gmail.com

Julio C. Londoño A.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Firma/Frag mento

Los atardeceres en Medellín siempre están incompletos. Las montañas a contraluz por el sol que se esconde son un pedazo que le han tajado al cielo. Como las hojas del periódico cuando se rasga un aparte, o el pedazo de papel que queda cuando se han robado una página del libro. Picos irregulares, un electrocardiograma de todos los corazones de la ciudad, la gráfica de los que suben a los barrios para bajarse unos cuantos. Así se ven las montañas, todas oscuras porque el cielo está más claro y acá abajo todo es penumbra, todo.

Tenemos un cielo, roto, pero al fin de cuentas cielo.

Al menos instiga a imaginar el otro retazo, a dibujarlo tal vez, o a escribirlo.

Los atardeceres en Medellín siempre están incompletos. Las montañas a contraluz por el sol que se esconde esbozan el cuerpo de una mujer que se dispone a dormir, pero no puede, se queda en vela. Reza tal vez acompañando a las madres que repasan camándulas a la salud de sus hijos. O es quizá una puta que se recuesta cansada por su faena. O una mujer que da a luz a plena sombra.

Pero tenemos un cielo, como sabana rota, pero es un consuelo.

Al menos incita a meter la mano entre los pliegues y buscarle un rincón en el cual esconderse.

Los atardeceres en Medellín siempre están incompletos. Las montañas a contraluz por el sol que se esconde se parecen a este escrito que queda pendiente. A falta de imaginación o tal vez por miedo a forzarla, dejo descansar las metáforas que me han pedido una tregua.

Tenemos un cielo, como bombilla que explota, pero alumbró un momento.

Al menos obliga a entregarse a la noche, que aguarda con sueños, poluciones, malos versos.

domingo, 4 de octubre de 2009

Mercedes, a secas.

Yo no tenía idea alguna de quien había sido Alfonsina. Sólo sabía que cinco sirenitas se la habían llevado por caminos de algas y de coral. También supe que había dejado un recado para algún amante: ‘Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido’, y no volvió.

Yo me recostaba en el piso del balcón de mi casa, le pedía a mamá que me pusiera el cassette con la canción del negrito que se lo comería El Coco si no se dormía. Cuando terminaba esa canción de cuna comenzaba la historia de Alfonsina. Entonces yo me abrazaba a una almohada que me había llevado para el balcón, me aferraba fuerte como quien naufraga, como quien se deja llevar por caballos marinos, como quien se arrulla con la canción que canta en el fondo oscuro del mar la caracola, como quien muere o se suicida.

Tendría yo seis o siete años cuando un día mi tía Ángela, la ‘comunista’ de la familia, llegó diciendo que Mercedes Sosa vendría a Medellín acompañada por un señor, un tal Pablo Milanés. El día del concierto lloré y pataleé y me le aferré a mamá de las piernas para que me llevara. Y ya estaba yo allí, en plena Plaza de Toros esperando que saliera la voz ronca que me contaba la historia de Alfonsina y me arrullaba amenazándome con El Coco Blanco. Y salió toda esa masa -debería decir toda esa Maza-, Mercedes era muchas, y era única a la vez. En algún momento me dormí, qué torpeza de niño, me dormí y desperté con la bendita canción marina. Y Pablo cantaba con ella y ella con Pablo.

‘Imaginen ustedes a un gigante coro de América Latina’, imagínenlo, ella lo pidió y se lo merece. Imagínenlo simplemente. ‘Todas las voces, todas’, gritaríamos en coro y ella respondería: ‘toda la sangre puede ser canción en el viento’.

Imagínenlo, sólo imagínenlo.

Aún imaginándolo tengan miedo al pensar que alguien para la pista y saca el cassette, o le baja al volumen, o la cinta se enreda, o se va la luz y el escenario queda en penumbra.

Hoy a muerto la ‘Voz de América Latina’, qué tenebroso suena eso en los titulares de noticias. Claro que desde antes venía enmudeciendo, y no hablo de Mercedes, ella seguirá cantando.

La Negra Sosa es sólo una cuerda del instrumento, pero se rompió, de tanto ladrar y llorar se rompió. Queda el consuelo de tontos de saber que personas como ella, de alguna manera, se eternizan. Uno sabe que en cualquier lugar alguien podrá escuchar a Sosa en algún disco o cassette que quedó olvidado en un rincón, o por alguna tía rebelde de las que no faltan en las familias godas, o porque cantó con Shakira sabiéndose que fue Shakira la que cantó con Mercedes. O porque sí, porque tiene que ser así, debería ser así.

Se murió, ‘morir también es ley de vida’ dice Jorge Drexler. Se murió y alguno que otro estará diciendo que se debió haber muerto desde antes, otros como mi tía Ángela, deben tener sordos a los vecinos por el volumen de la música.

A veces pienso qué sería de Mercedes si fuera colombiana y… mejor me callo. Duró más en Argentina a pesar de su oposición hacia la dictadura. Si tuviéramos una Sosa aquí no sé qué tan peligrosa sería para la Seguridad Nacional. Porque sí, tenemos orgullos patrios, tenemos a Shakira y Juanes, y digo qué bien suena la primera, sobre todo al lado de Mercedes cantando La Maza; del segundo me alegra que haya pisado Cuba sin los prejuicios que tienen muchos aquí en Colombia. Tenemos a Andrea Echeverri gritando en los conciertos ‘no señor, ninguna mata mata’, las matas no matan, dejemos la pendejada. Pero no tenemos una voz como la de la Sosa en Argentina, o la de tantos otros que formaron parte de esa Voz Latinoamericana, de los que algún día pusieron pecho al plomo porque les dolía lo que pasaba en este territorio donde los cuenticos de García Marques se van volviendo realidad.

Gracias a la vida por Mercedes, a Argentina por parirla y no desaparecerla ni apagarla. Hoy seguramente la velarán con todos los honores nacionales y esas cosas.

Ojalá el cassette no se borre, ni los hongos lo corroan. Sólo le pido a Dios que esa epidemia amnésica que sufrimos los latinoamericanos no se siga extendiendo. Aunque peco de optimista, tantas veces hemos cometido el mismo error, ya no duele el olvido.

Sobreviviendo, esperemos, sobreviviendo. Mercedes, Mercedes Sosa. ¿Sosa?, esas cosas de la vida, sosa es algo sin gracia, sin sal, y eso era lo que le sobraba a Mercedes. Mercedes, simplemente Mercedes, a secas.

Ahora sí, mujer, te bajamos la lámpara un poco más, ¿qué constelación se te antoja?

Duerme, duerme, Negrita.

sábado, 3 de octubre de 2009

Dionaea Muscipula

Como la eclosión de una flor ella desenreda sus piernas, las desenvuelve como pétalos y de pronto allí esta su sexo dispuesto a la polinización. De mi estambre a su estigma.

Y entonces ya no es más una orquídea inocente, su sexo se transforma en Dionaea Muscipula, para engullirme y descomponerme con sus ácidos sexuales. Una flor carnívora que aguarda por su presa, alguna abeja que pretenda aguijonearla y consiga una muerte espasmódica, o quizás una mosca que relama sus labios nocivos y quede extinta.

Un sexo botánico es lo que aguarda allí tras el follaje de su falda. Sexo verde, de Mantis Religiosa alistándose para volver el cuello y decapitar al forastero que la subyugue.

Le digo que es como una flor, de las carnívoras, venenosa además. Sorbe cada gota de vida que pueda uno tener.

Y vaya que si se inunda esa mujer.

-Para, mujer, que las ventanas están cerradas. Detenté ya que podemos naufragar.

Y es ella que no puede más cuando ya el barco está hundido. Cuando no hay más que hacer, sin el remo ni el apetito de buscar un pedazo de cama al que aferrarse para no ahogarse en la habitación encharcada.

lunes, 28 de septiembre de 2009

El Asesino de Abejas

“Amor antiguo, cuya remembranza
cada amorosa perspectiva cierra,
eres esa emoción que sólo alcanza
quien se acuerda del mar desde la tierra”
Amor Antiguo – Francisco Luis Bernárdez

El olor del Croissant caliente a las 9:45 de la mañana siempre me hace recordarlo.

Manuel.

La historia es bastante extraña. Cursábamos el mismo grado, en el mismo grupo: 6°-D. Desde tercero de primaria mi lista de amigos había sido reducida, por orden de la directora de grupo debía salir al recreo con gente diferente, “para que aprenda a integrarse”, había dicho doña Dora, la profesora de tercero.

Y yo que hacía, si eso de hacer amistad no se me daba fácil y prefería andar siempre con los ‘raritos’ que buscábamos la manera de sacar al Titanic de las profundidades del Pacífico norte.

El caso es que había entrado en el bachillerato… y allí estaba yo sentado en un murito en clase de Educación Física, mirando volar una abeja a ras de suelo.

¡Pam, pam, pam! Un zapato sobre las diminutas rayas negras y amarillas.

-Hey, no la mate, no la mate.
-Por qué, y si nos pica.
-Ellas no pican, no ve que no tienen pico.

El asesino de mi protegida era Manuel, un muchachito delgado, pálido, unos ojos castaños bien puestos a lado y lado de una nariz que se me daba mal recordar.

-Manuel Alejandro.
-Julio César.

Rara vez me presento completo, pero en vista de que Manuel presentaba su duplo, yo coloqué sobre la mesa ese par que yo llevo adentro; para que no quedáramos incompletos.

Lo que pasó después fue lo que ya habían previsto los profesores de primaría, me había echado a perder. Ya no quería ‘aprender a intégrame’ a nadie más, me bastaba sentarme en los recreos con Manuel a contarnos las tramas de las películas que queríamos que el otro viera algún día.

-… entonces él se asoma por una de las vitrinas del centro comercial y ¡Buh!, aparece uno de los muertos vivientes, sin un ojo y sin la mano izquierda…

-… entonces la profesora llama a la mamá del niño porque ha estado dibujando unos garabatos todos raros, con unos círculos y sangre…

-…entonces el niño se ha quedado congelado en un carro en el fondo del mar, con su oso de peluche. Muchos años después unos seres, como extraterrestres, lo descongelan…

-… entonces ella no sabe como decirle que la ama, porque su amiga jamás lo va a entender y ella sabe que no es debido…

El ultimo día de clases de ese año llegué a mi casa muy enfermo, algo se estaba fraguando en mis vísceras, algo muy extraño. Pasé una semana entera en la cama, los juicios médicos no eran alarmantes, mi autodiagnóstico sí que lo era. Fue entonces cuando supe que el nombre científico para el amor debía ser Gastritis Erosiva.

Para enero del año siguiente la molestia había desaparecido. Tiempo de alistarse para mi segundo año de bachillerato. Pero, ¡oh, sorpresa!, fue sólo cuestión de pensar en el regreso a clases para que aparecieran otra vez ese ardor y ese temblor en la barriga. Podría jurar que caería nuevamente a la cama sino es porque el malestar se correspondía con la imagen del asesino de abejas en mi cabeza.

Para mi fortuna en un principio y mi desgracia meses después, los años que siguieron los cursamos en grupos diferentes. 7°-H él, 7°-E yo.

-A las 9:45 en el murito de siempre- Me atajó una mano a las siete de la mañana cuando buscaba mi salón el primer día de clases del nuevo año.

Hice de tripas corazón para no vomitarme en ese instante. Qué dicho más adecuado: ‘de tripas corazón’. Claro Manuel, en el recreo nos vemos.

Y en el recreo era que me moría cada mañana. Croissant de queso, gaseosa de ochocientos y vamos Manolito para el murito nuestro a contarnos cuentos.

Yo no podía con mis intestinos, ellos querían irse volando. Aunque era peor a la salida del colegio cuando ya no había nada que hacer, el día que se ha ido y esperar al otro que trajera su tortuosa pero placentera hora del descanso.

Para mitad de año, cuando logré controlar mis ácidos estomacales y el chasquear de mis rodillas, ya el miedo de haberme enamorado de un muchacho era cuento viejo. Veía crucifijos por todas partes, pero en la capilla lo único que pensaba era en la carita de Manuel: Los labiecitos delgados y rojos, muy rojos. La cicatriz en mitad de las cejas de cuando era un niño y se había golpeado contra la barra de una de esas tiendas de lata con publicidad de Coca-Cola. Los ojos a lado y lado de esa nariz que me costaba tanto recordar.

¿Qué carajos tendría su nariz que se me hacía imposible de evocar? Llegaba a mi casa apurado, en esos afanes adolescentes, y esa nariz me hacía zancadilla cuando intentaba rememorarla. Era como si entre el vapor de la tina y mis ansias puberales se tragaran los rasgos de Manuel, y me juraba aprendérmelo de memoria al otro día.

Lo mejor comenzó con la llegada de los celulares a nuestra generación. Prometimos en cada recreo que conseguiríamos uno con cámara y que lo intercambiaríamos cada semana; nunca lo hicimos.

Pero teníamos nuestros humildes aparatos celulares que servían para mandar mensajes de texto a cualquier hora, entre clases:

Has recibido un SMS de Manuel:
Hola, a las 8:25 en la capilla. Llevá tu celular para que juguemos.

¡Ah!, las escapadas de clase para ir a ver a Manuel a la capilla. Tan espirituales estos muchachos, debían pensar los que pasaban a echarse la bendición a esas horas de la mañana. Todo estaba fríamente calculado: pedíamos una cita médica en la recepción por si algún profesor nos encontraba desprevenidos fuera de los salones, y nos íbamos a la capilla con la excusa de esperar la hora indicada de ir a la enfermería. A veces nos encerrábamos en el confesionario y… bueno, me tocaba morderme la lengua y agarrarme las manos para no ir a saltarle a Manuel encima, que jugaba frente a mí con mi celular, que tenía el juego que a él le gustaba.

-Manuel…
-¿Qué?
-Nada, era una bobada.
-¿Qué pasó?
-No, no, nada, olvídelo.

Bueno, al menos en esos momentos aprovechaba para aprendérmelo, no fuera que esa nariz se me borrara otra vez. ¡Ay, Dios!, si hubiesen visto la manera como se movía su labio inferior cuando jugaba en el celular, le daba pequeños brinquitos nerviosos, y yo me hacía a la idea de que era porque estaba sintiendo lo que yo estaba pensando.

-Manuel, a vos te tiembla el labio de abajo, ¿por qué?
-No sé, no me doy cuenta… vos sí te fijás en esas cosas.
-Es que es muy gracioso, como sí yo… pues, como si estuvieras rezando para que no se callera el muñequito del juego.
-No, es que… yo quiero…

Mierda, y entra el de Religión y nos dice que qué hacemos en el confesionario, que nos salgamos. Entonces le explicamos que tenemos cita a la enfermería y nos hace salir e irnos para la sala de espera… sí claro, cómo no, nos íbamos era para el preescolar donde había un arrume de sillas plásticas blancas y nos podíamos esconder y seguir… jugando en el celular.

Cuando llegó Octavo tuve el impulso de decirle lo de mis entrañas. Pero no me daban los cojones. En cambio inicié una serie de actos subliminales para que él los interpretara. Aunque, no sé qué tan subliminal se pueda considerar la caricatura que pegué a mi carpeta de artística de dos muchachos tomados de las manos, o el libro de Jaime Bayly, o las respuestas que daba a todos los que pretendían joderme la vida:

-¿Es verdad que sos gay?
-No, el gay es mi novio.
-Ah, ¿Manuel?
-No, él…

Y bastaba ese nombre para que en realidad me jodieran la vida.

Sí, Manuel, ¿novio?, no, ¿qué carajos es eso? Aunque… no es disonante. ¡Ah!

Todo comienza a joderse a partir de aquí. Rumores, que no faltan en un colegio moralista y mojigato. Eso le molestó a él, también que otros llegaran a nuestro círculo íntimo del recreo para enfriar el Croissant de queso, para interrumpir el relato de la película en la mejor secuencia.

-Parecés una perra en calor. Todos andan detrás de vos. Y el resto cree que él marica soy yo.

Fue lo último que me dijo. De ahí en adelante el juego no cambió mucho, antes fue más confuso. Miradas vienen, miradas van.

-Natalia, dígale a Manuel que él sabe que yo lo aprecio y que él es mi mejor amigo.
-Mafe, dígale a Julio que él sabe… no, no le diga nada.

El día de la graduación prometí entregarle una carta, pero me pudo el miedo. Sabía que esta historia no sería la misma de haberlo hecho porque tendría un colofón. Aunque, también pienso en esa canción que dice que ‘los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí’. No sé que tendrá de particular esta historia, quizás nada y sólo la disfrute yo al escribirla, la primera puñalada que el amor nos da es la que nunca se olvida. Pero heme aquí, contradiciendo al señor Rodríguez y su canción, cómo le parece: la ha salvado el recuerdo, la ha narrado un zopenco.

Qué cosa más extraña, lo pienso ahora y su nariz no era tan difícil de recordar. Será porque me robé una de las fotos que estaban expuestas en la graduación, a la salida del colegio, de esas que toman los fotógrafos callejeros. Alguno de ellos tomó la única imagen que guardo de Manuel, y que me costó tantos años conseguir para que no se me olvidara su nariz, y me la vengo a encontrar fuera del colegio, precisamente el mismo día que supuse no lo volvería a ver.

Si tan sólo hubiese aparecido antes esa fotografía, o si yo hubiese…

Creo que así está bien. Yo le dije que estudiaría teatro, seguro se quedó creyendo en eso. Supongo que estudia algo con química, aunque sé que me miento: ‘nosotros, los de entonces, no somos los mismos’.

Mis planes por extraer al Trasatlántico del océano no transcendieron, las profecías de mis mentores se cumplieron al pie de la letra, el periodismo vino a reemplazar el vacío de talento para las artes escénicas, ya me inventaré un corcho para rellenar el agujero que me abra el periodismo. No todo está tan mal, al menos me acompañan esa fotografía y el golpe en la cara que me doy cada vez que huelo un Croissant de queso, o cuando veo una caseta con aviso de Coca-Cola en alguna carretera, o cuando los nervios me hacen temblar los labios, o las abejas vuelan a ras de suelo, o los muchachos que...

Huellas mnémicas, una duda y la gastritis erosiva; lo que me queda de Manuel, el asesino de abejas.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Nano-dramas

¿Tuviste un mal día? Medellín también amaneció jodida. La leche estaba cortada en la mañana. Un tiro recibió a la salida. Hay una puta parada en la esquina de este martes. Un alcohólico no bebe hace diez días. El desayuno se enfría y la mosca lo descompone con su saliva. La pelota aún no cae del tejado. Un camioncito de juguete ha rodado por el barranco. El recién nacido le conoce el hedor a la vida. La canilla ha llorado en la cocina. Una hoja ha quedado en blanco sin su tinta…

…Alguien hizo con la leche un quesito. El del tiro ha pagado su destino. A la puta de la esquina le ha llegado un amante. El borracho ha empeñado su vestido. El café de la mañana se ha regado y la mosca se ahoga en su festín. La pelota ha caído del tejado desinflada. El camión se ha ido a la quebrada. El neonato se acostumbra a la pestilencia. Un vaso ya consuela al grifo. Un poeta onanista ha teñido el papel con su tinta. Medellín sigue jodida. Y tú crees que tuviste un mal día.




Hasta el cielo

-Alto, más alto.
-¿Hasta dónde?

Hasta el cielo, pienso, mientras mi hermana empuja más y más fuerte el columpio.

-¡Más alto!

Ella fue por helados, yo me fui deteniendo lentamente.

Hasta el cielo.

Estático permanezco aún sobre mi columpio, diez años después, cuando sé que es imposible arañar el cielo. Ya no espero el helado, en cambio tengo un cigarrillo por sonrisa y una cerveza en la mano izquierda.

Hasta el…

lunes, 14 de septiembre de 2009

Cabaret

“Comienza por admitir que de la cuna
a la tumba no hay un largo camino,
la vida, amigo mío, la vida es un cabaret,
¡y yo amo el cabaret!”
Cabaret (1971)



La escena es la siguiente:

Mi madre sentada en el sofá de la sala de mi casa, toma una cajetilla de cigarrillos que pertenece a mi tio Luis, la abre, apresa un purillo en sus deditos regordetes, hace una manera cómo las de Catherine Zeta-Jones en Chicago, un movimiento complejo, algo así como: El cuello se estira, quedan los labios encaramados en un mentón que da sensación de seguridad, el cigarrillo entre los dedos índice y corazón es movido por una oscilación de la muñeca, similar al de las geishas con sus abanicos o las venias de los actores de teatro pero al revés, pues no es de humilde agradecimiento sino de insolente irreverencia…

¡Corten, corten! Para no complicar más las cosas voy al centro del asunto:

Mi madre sentada con el cigarrillo –aún sin encender, jamás se encenderá-, con aire de Femme Fatale dice:

-Ah, esa es mi gran frustración, no aprendí nunca a fumar. Yo, con veinte añitos menos, no me volvería a casar. Me pintaría las uñas rojo sangre toro, que combinen con los labios. Unos tacones bien altos, un vestido negro. Así toda desparpajada, toda… Cabaretera.

Y pronuncia la última palabra como si supiera a arrabal, a tango, and all that jazz!:

-Cabaretera- remojar los labios, cruzar las piernas. Combinación de Scarlett Johansson y Sharon Stone.

El Cabaret… Cabaré, dice la R.A.E., es un lugar de esparcimiento donde se bebe y se baila y en el que se ofrecen espectáculos de variedades, habitualmente de noche.

Ahora entiendo, difiere del Burdel con el que tantas veces se le ha confundido.

Entonces, lo que mi madre quería era ser mujer de taberna, cigarrillos, lápiz labial. De esas a las que las señoras camanduleras no les pierden el rastro, más por envidia que por cualquier hostigamiento a la moral o a la entre pierna de sus maridos.

La imagino como Liza Minnelli cantando ‘You have to understand the way I am, Mein Herr. A tiger is a tiger, not a lamb. Mein Herr. You'll never turn the vinegar to jam, Mein Herr’.

Ah, ‘qué cosas hermano, que tiene la vida’ dice un tango, ‘qué cosas tener que llorar’ responde otro. Qué cosas. Pero con los años no queda tiempo para lamentarse. Cabaretera es un sueño, la vida es otra cosa. La Vida, ¿Qué cosa más extraña, qué carajos es La Vida?

Me basta la definición de la Minnelli cuando interpreta a Sally Bowles en Cabaret (1972): “La vida es un Cabaret, viejo amigo”.

Cabaret, ¡ah!, seguro Emily Dickinson diría que es una de esas palabras a las que hay que quitárseles el sombrero. Cabaret: una silla iluminada con un reflector en mitad de un escenario, corsés negros, encajes, piernas largas y delgadas, humo, cigarrillo, alcohol, pastillas antidepresivas…; no encuentro otro cliché para añadir.

Meine Damen und Herren. Mesdames et Messieurs, Ladies and Gentlemen, Damas y Caballeros, con ustedes la internacional, la sensacional: Sally Bowles.

Y en mitad del escenario, Liza Minelli, los ojos más tristes que puedan existir en el mundo, ¡no exagero!, interpretando a Sally Bowles y bajo la dirección de Bob Fosse, guionista original del musical Chicago, adaptado al cine en 2002.

No quiero hablar mucho del argumento de la película, prefiero que la vean. Para eso fue todo este escándalo. Recuerden: CABARET de 1972. Aquí un numerito que puede antojarlos más:

Mein Herr - Lizza Minnelli

domingo, 13 de septiembre de 2009

Vulnerable

“Todo me cambia, todo me vulnera”
Cristina Toro


Cuatro milímetros de carne es lo que me separa del mundo. Yo, a diferencia de Rosario Tijeras, no tengo un chaleco antibalas bajo la piel. Con tan insipiente membrana, cómo pretender que nada me vulnere, si hasta las palabras rasgan poros para abrirse paso y corromperme.

Me piden que trague piedras para endurecer el carácter, que beba plomo para atarme a la tierra. Ellos no conocen las contraindicaciones: de ingerir su remedio sanaría ese deleite masoquista que encuentro en las palabras, esa insistencia autoflagelante de releer un poema, el ardorcito que queda después de la cortada.

jueves, 20 de agosto de 2009

Pluma, plomo… polvo.

En memoria de los hombres, de los sinónimos que han ido reproduciéndose, dejando papelitos para evitar el olvido perpetuo.

Pluma, plomo… polvo.

“La vida es un hueco, Dalila. Nacemos por un hueco, respiramos por dos huecos, vemos por dos huecos, oímos por dos huecos, comemos por un hueco y luego botamos lo que comemos por otro hueco, esta ciudad es un hueco lleno de huecos, el alma esta hueca, el sexo es otro hueco, o dos, qué más da, y nos morimos, Dalila, ¿Y dónde nos meten?...” Mala Noche – Jorge Franco.

Esta ciudad es un polvo, de los más baratos. Una puta asequible, un mal chiste.

Una ramera hecha de polvos, vuelta polvo. Eso sos y a eso estás condenada: con la humedad de tus pechos, de tu sexo, con el olor de tu pubis, con el sudor de tu rostro conseguirás tu pan, “hasta que vuelvas a confundirte con la tierra” de la que fuiste formada. “Con dolor parirás los hijos”, largas filas harás para matricularlos en escuela pública, “y estarás bajo la potestad o mando de tu marido; y él te dominará”. Mujer, “polvo eres, y a ser polvo retornaras”.

Polvo aquí, polvo allá, “el que no tiene untado el bolsillo tiene untada la nariz”[1], dijo un hombre y… plomo aquí, plomo allá; se esfumó, lo esfumaron. El responsable: Algún mago dedicado a “anularles el cerebro a los que de verdad actuaban como subversivos de ciudad”[2].

Polvo somos, polvo seremos, polvo lo que tenemos en los sesos. En el rincón de la memoria no hay sino pelusas, bolas de pelo, polvo compacto.

“Me van a matar. Mañana volvemos a Colombia y me toca enfrentar la realidad”[3]. Se apagan las luces, el aire se hace plomo, de entre la masa resalta la vara del mago. “La ciudad se desbarata, pero aquí no hablan sino de fútbol"[4]. ¡Gol!, grita el pueblo extasiado, y enterrado queda el muerto al otro día. Uno más para la lista.

Y así, poco a poco, los maguitos van reproduciéndose.

“Aparecieron unos hombres en las regiones que cometían una serie de tropelías y asesinatos y hábilmente desaparecían de la zona (…) Los campesinos caían asesinados (…) Y nuestros ríos históricos fueron testigos de los cadáveres arrojados”, demandó un hombre. “Aparecían fuerzas oscuras que reemplazaban al alcalde… los comandantes”, los magos, efectivamente, con su discurso de convivencia, con sus labores sanitarias de fregado social, trazando “el meridiano de la violencia”[5].

Abracadabra, las palabras mágicas: "Usted para nosotros es muy importante, pero también es un problema"[6], soplo aquí, polvo allá, lentejuelas, maromas, mucho brillo, abracadabra… Jesús y María te acompañen en este Valle de lágrimas. Ahora polvo es y pocos lo recuerdan.

Como se nos olvidan los muertos en este país. Pero es que Colombia, ¡Colombia, amigo mio!, Colombia es Fashion, pasión por el futbol, ¡Gol, gol, gol Caracol! Bang, bang, bang. Adelante presidente que los buenos si son más, todos llenitos de polvo, con la viruela del insomnio. Ya vendrá Melquíades a sanar la enfermedad, o lo eliminarán por ser peligro a la seguridad.

Dame un besito, putita, antes de ir a dormir, de pronto mañana deba partir.

Condenada al polvo, mujer, condenada a que antes de que Aureliano Babilonia lea los últimos versos del pergamino ya te hayas esfumado, “ciudad de los espejos (o los espejismos)”[7]. Condenada a repetir y sin segunda oportunidad en la tierra.

Mientras tanto, mientras tus últimos versos son escritos, seguirán apareciendo sinónimos a las palabras que otro van borrando, cercenando, empolvando. Plomo y sangre, pluma y tinta.

__________________________________
[1] Jaime Garzón.
[2] Frase de Carlos Castaño en el libro Mi Confesión.
[3] Luis Carlos Galán.
[4] Frase de Héctor Abad Gómez, consignada en el libro El Olvido que Seremos de Abad Faciolince.
[5] Fragmentos del discurso que Jesús María Valle presentó en la conmemoración del decimo aniversario de los homicidios de Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur.
[6] Presuntas palabras de los asesinos de Jesús María Valle, momentos antes de su asesinato.
[7] Frase de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez.

sábado, 15 de agosto de 2009

Hijos de la Noche (II)

Nosotros, los seres que corremos la cortina al día, los engendros noctívagos, los exiliados del mundo diurno, los fotofóbicos, los trasnochados; nos componemos de átomos embriagados, un polvo que supura de cada antro y se extiende de la botella al vaso, del vaso a los labios, irriga por las comisuras y de allí a la mano que lo esparce al cabello, a la ropa… llega a las suelas.

Como los Muiscas y su Dorado, es oro líquido lo que nos baña. Es la cerveza el Ápeiron, El Fuego, la sustancia primaria del universo nocturno, la esencia creadora de toda existencia pagana e insomne.

Nosotros, dueños del Bacanal nocturno, invocando a nuestro Dionisio, que emana reinventado de la cebada.

lunes, 3 de agosto de 2009

Carta Alucinada

Destrípame los pensamientos, arráncame los sesos, cercéname los sueños, apaga un momento el generador de ideas. Me duele la cabeza con todos esos caballos de tela cabalgándome en la testa, esos gatos arañándome el cerebro, ¡No soporto el aleteo de esos cuervos!

Bad trip, bad trip.

Pon un cartel de Silencio por favor, otro más cercano de Zona de fumadores. El verdugo en mi cabeza cerrará su hocico, fumará un cigarrillo.

Pulling the trigger, pulling the trigger.

Tiéndeme la cama, limpia ese reguero. Péiname, desenrédame el cabello para aclarar tanto revuelco. Alcánzame la barbera, borra mi incipiente vello, acaricia la carótida, luego dame un beso.

Open veins, roses in bloom.

Cuéntame ese cuento de los selenitas atrapados en agujeros negros, ¿cómo es eso de los gatos callejeros?, los regueros que han dejado los amantes que ya han muerto, los ceniceros: cementerios de las penas calcinadas.

Give me a kiss, until my last breath has leave.

Cuenta hasta trece, dime que sientes. Une las líneas de la carretera con los hilitos rojos que voy regando.

I see the sea, there is my ship.

Sopla mi velero, corazón, este agónico gotereo teñirá el océano carmesí fuego. Cuando me haya secado arráncame los dientes, remójalos en el piélago, tendrás un collar de rubís ebrios. Aviéntame al mar, dame buenos deseos.

See you soon, at the moon.

Pd/ Te quiero, cuando hagas el camino que te traerá aquí, no olvides traerme las pantuflas, no me hace bien el frío de la luna en los pies.

sábado, 1 de agosto de 2009

Aviso Clasificado de Arlecchino

Il mio nome è Arlecchino,
But call me Marionetta,
Soy un Garabato de nadie,

¿Serías tú mi saltimbanqui?
¿Do you know how to touch my strings?
¿Vuoi manovrare i miei fili?

But don’t be naive
Ten cuidado
In un batter d'occhio
Podrían desangrar tus venas.


_______________________________________
Si hay algún error les agradecería corregírmelo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Obsesiones I

“Doctor, doctor won’t you
please prescribe me something”
Don’t let me get me - P!nk

Doctor, doctor: Anoche soñé con caballos de corduroy, terciopelo y gamuza. Llevaban botones rojos por ojos. Doctor, no me explico cómo era posible su parpadeo ¡si no tenían ojal! ¡¡¡No tenían ojal!!!

Doctor, doctor: Intenté dormir nuevamente, pero no lo conseguí. El ruido de mi pelo contra la almohada me hace pensar que llevo crispetas en la cabeza y que se las comen en medio de una película muy triste los caballos de corduroy, terciopelo y gamuza, que llevan botones por ojos y parpadean sin ojal.

sábado, 11 de julio de 2009

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte V)

CREDITOS FINALES: EL POSTRE
Como comerse al muchacho... y no morir de indigestión.


“-“En aquel momento se acercaron los discípulos a Jesús para preguntarle: “¿Y quién es mayor en el reino de los cielos?”. Y llamando junto a si a un niño, lo puso delante de ellos y dijo…”

¿Y este de donde sacaría que Jorgito era un niño? Si lo hubiera visto con su penecito tieso, buscando afanosamente meterlo entre mis piernas. Si supiera que la razón para colgarse fue esta carne vestida de luto, este par de tetas que comienzan a hacer caso omiso del sostén, esta piel asesina y mis besos, que en lugar de enamorar, envenenan, como la mordedura de la serpiente más brava.

(…)

-“Y quien acoge en mi nombre a un niño como este, es a mí a quien acoge”.

Y dale con el niño. Como si estos no supieran de niños, si es lo único que comen. Ellos y yo comemos niños, no como en los cuentos de hadas con tenedor y cuchillo, no, los comemos como nos comemos los adultos, con el puñal y la guillotina que nos pusieron abajo, con maldad y alevosía, que después llamamos amor. Que confundidos estamos los humanos. Nos sabemos que nos estamos destruyendo con el bendito tema del amor, con sus falsas reglas, con sus expectativas. No, no creo estar tan loca si puedo ver lo que nadie ve. Tal vez soy como Román: Otro gato en la oscuridad”
Mala Noche – Jorge Franco

Hay que ser valiente para entregarse al amor de los muchachos. Y no lo digo porque sea un amor peligroso o salvaje, sino que toca desenvolverse en terrenos expuestos al ojo malevo de las vecinas camanduleras y los machos de escopeta, para quienes besar a un muchacho se ha convertido en un atropello a las ‘designaciones divinas’ y la virilidad.

Si bien he criticado los condicionamientos a la sexualidad, son evidentes las preferencias que cada quien pueda tener. Cuestión de sazón, de gusto, ya lo dije. Pero esta fijación, por más que insistan en encontrar sus orígenes, no se debe a un error ni a una mala decisión; comenzando porque es una decisión que nadie recuerda haber tomado, ¿o alguien se acuerda cuándo decidió si enamorarse de una Viviana o de un Manuel?

“Dios, ¿en donde tienen el veneno los muchachos?” Pregunta Fernando Molano, me pregunto yo. Porque morder a un muchacho es una labor de alto riesgo. Se carga con tanto apodo; las identidades y las condiciones a veces pesan. Además de las lecciones apostólicas y los sermones maternos que retumban en la cabeza con sólo tocarle la mano a un muchacho.

Así que pienso que la única manera de desear o amar a un muchacho -o muchacha- sin culpas ni latigazos porque sea mal visto o ‘indebido’, es comprarse un perchero para prejuicios, un cartelito en la puerta para advertir a los evangelistas y sacarse a si mismo del armario –tanto encierro no es bueno-. A veces pienso que la mejor y más básica forma de medir el bien y el mal es por el placer y el dolor o el número de muertes que se puedan provocar; y hasta donde recuerdo no he matado a nadie. Que no suene a hedonismo, aunque en el fondo guarde el olor, pero, como diría Janis Joplin refiriéndose a las drogas, y yo refiriéndome a los muchachos: “Lo que te hace sentir bien no te puede causar ningún daño”.

Cómo Cocinar un Muchacho (Parte IV)

MEDIO ROJO, TRES CUARTOS O BIEN COCIDO
La carne, carne será.


“Los vicios de sexo, no son vicios”
Joaquín Sabina


Tras haber definido Orientación e Identidad sexual y de género y todas sus diversificaciones, doy ahora mi diatriba con aires de utopía, escandalosa quizás para los defensores de las ‘buenas costumbres’ que aún no han colgado sus obsesiones en el PERCHERO, y que siguen leyendo porque, como dice Millôr Fernandes: "Pornografía es todo aquello que excita a los moralistas".

Mi sermón va para los dos bandos en disputa, por un lado los reaccionarios contra las manifestaciones de la sexualidad, por otro a los defensores acérrimos de la diversidad.

Un día escuché a alguien decir, no recuerdo quien, una frase que se quedó en mi memoria y que está en mi colección de frases celebres: “La naturaleza no se desvía, se diversifica”. Siendo así, como las raíces de un árbol que cada año tiene más, la sexualidad, apéndice de la naturaleza, también se expande como dicen que lo hace el universo. Ella agrandándose y nosotros conteniéndola, dividiéndola, partiéndola y reprimiéndola. Un día de estos, el universo va a estallar de tanta sexualidad y no habrá rincón en donde esconderla.

Decía entonces que estoy en desacuerdo con los fanáticos de lado y lado. Los que la quieren reducir a su mínima expresión, con sus ajados y desvencijados pretextos por defender ‘la sagrada institución de la familia’, y los que por defenderla, terminan definiéndola y redefiniéndola, tratando de contenerla en frascos diferentes.

Pienso en el humano y su complejidad, y más que en el humano en la naturaleza en general. "Llamamos perversa a una práctica sexual cuando se ha renunciado a la meta de la reproducción y se persigue la ganancia del placer como meta autónoma", dice Freud. Castigamos con amenaza de iniciar cruzadas y escalfar a los indecentes, sólo por apelar a su derecho al libre goce.

Antinatural es la primera palabra que aparece en el diccionario de los que se alborotan ante el vocablo homoerotismo. Antinatural y contra la voluntad de Dios todo poderoso. A lo de antinatural tengo una respuesta sencilla: científicamente comprobado que los delfines tienen sexo por placer y que en más de mil especies animales se han encontrado comportamientos homosexuales. Para el segundo argumento, el de la voluntad de Dios, me gustaría que el escrito de José Saramago, El Factor Dios, fuera masivamente leído.

En 2004 una noticia recorrió la internet, invadió la blogósfera y páginas dedicadas a la comunidad LGBT; dos pingüinos del zoológico de New York, Roy y Silo, habían seguido el ritual de apareamiento normal en estos animales. Lo particular de la historia es que eran dos pingüinos macho. Reunían piedras para similar huevos y los empollaban como lo hacen todos los pingüinos. Un celador, al ver esto, tomó un huevo abandonado del que salió Tango. Algunos opinaron que este comportamiento al igual que el infanticidio, era común en el reino animal y no por eso deseable en los humanos. Otros apreciaron la noticia como muestra de la sexualidad dentro de los animales, que no tiene como fin único la reproducción.

Si bien es cierto que nadie desea que se maten niños porque tenemos la capacidad de razonar y pensar que son criaturas indefensas, tampoco se puede comparar un infanticidio con un acto homosexual. Siempre debe haber límites, una normatividad más de convivencia que de restricción. Un acto sexual, siempre que sea acordado por las partes y disfrutado por ambas, será tan permisible como que un suicida renuncie a su vida –guardando diferencias-.

Ahora hablaba de mi planteamiento utópico, porque aunque a veces me parece que vamos en esa dirección, siento que nos faltan terrenos por dejar atrás, y más percheros para colgar las condiciones que se nos van pegando en el camino. Pienso que una sexualidad responsable, concibiéndonos como sujetos con responsabilidad social, y con el respeto, la libertad y la admiración que merecen las obras de arte y el sexo, sería el clímax al que podemos esperar llegar. No hablo de un mundo donde en la calle, en los postes y en las aceras se vean personas copulando, ni de un Jardín de las Delicias como el cuadro de Bosch. Hablo de la eliminación de barreras en el sexo, una liberalización sexual, y una quema masiva de los condicionamientos.

El sexo, lo decía, debe ser un acuerdo. Por esto no defiendo prácticas como la zoofilia ni la pedofilia, o los accesos carnales violentos. No hay un acuerdo justo, las partes no están en iguales circunstancias.

Doy por terminada mi perorata contra los mutiladores de la sexualidad. Ahora la inicio contra los del otro lado.

LGBT, son las siglas con las que se suelen clasificarse las manifestaciones sexuales diferentes a la heterosexualidad. Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero. Pero esta clasificación se queda corta para las variantes y las mixturas que puede presentar el universo del Eros. Aparece entonces una discusión que obliga a la adición de nuevas siglas al término original y a reformar muchas de las clasificaciones preestablecidas. Surgen variantes como los Queer, Usure o inseguros-indefinidos, Aliados o heterosexuales “entendidos”-“gayfriendly”, Intersexuales, y hasta los Fetiche. Pido disculpas a quien se sienta discriminado, si la sigla con la que se identifica se me ha pasado por alto.

Con tanta diversidad, no alcanzarían las letras y sería tan engorroso como nombrarlos uno a uno en una nota breve de trescientas palabras. Pero hay quienes insisten en encontrar nuevos nombres, nuevas ramas y nuevas siglas para nombrar lo innombrable. Entonces, se encuentran artículos noticiosos que no se ponen deacuerdo si la G debe estar antes que la L, o si colocar las tres T para cada uno de los Trans; otros añaden una Q para no olvidar a los ‘raritos’ o la H o la S, porque no se debe discriminar a los heterosexuales o straights.

El Sociólogo, filósofo, educador, investigador, activista, entre otros títulos, Manuel Antonio Velandia, escribe en un correo a varios de sus lectores, refiriéndose a las diferentes marchas de la comunidad LGBT: “Si los establecimientos se llaman de “homosocialización”, debe ser porque no atienden lesbianas, ni bisexuales, ni transexuales, ni travestis, ni transformistas, ni intersexuales, y mucho menos queers y tampoco aceptan heterosexuales o aquellos que no son homosexuales sino gay, maricas, maricones, loquitas, etc”.

A mi parecer, sería molesto -pido disculpas si me equivoco-, decir algo así como: los establecimientos de lesbo-gay-bis-trans-drag-queer-inter-hetero…-socialización. Y no quiero decir que no debemos llamar las cosas por su nombre, pero con lo que disido, es con esa costumbre de especificar, clasificar, particularizar, con una asepsia de cirujano; cometiendo el error que he repetido durante el texto: la mutilación y especificación de la sexualidad.

No voy a entrar en el área del llamado Análisis Crítico de Discurso, pero a veces al defender tan fanáticamente algo, se termina por agredirlo. Eso es lo que sucede con la diversidad y la diferencia, pedimos respeto e igualdad, que se nos trate igual pero seguimos creyéndonos los diferentes. Ojalá comprendiéramos que las identidades y las orientaciones son una prenda más a vestir. Hoy puedo querer llevar una camisa y un jean, mañana quizá quiera usar corbata o una peluca roja, rímel en los ojos y carmesí en los labios. Si comprendiéramos la sexualidad como un accesorio más en el perchero, podríamos combinarla y, quien sabe, hasta algunos muertos podríamos evitar.

Ser o estar, que dilema más utilizado, tan eterno, nadie se ha decidido. Pero, para cerrar este escrito, diré que el Ser crea cierta condición: SOY HETEROSEXUAL, y tremendo problema si cambias de opinión. Pienso entonces que sería correcto utilizar el Estar, sonaría como: Hoy ESTOY COMO GAY, y no habría inconveniente si al día siguiente te despiertas diferente.

Por eso hoy Estoy, mañana “ya veremos” me dice la parca al oído...